La semana transcurrió muy rápido. Ya el fin de semana me encontraba en casa descansando. Jaime, había salido a casa de unos amigos, así que tenía todo el día para seguir escribiendo.
Esa mañana del día sábado, ordené la casa, el adolescente Jaime la tenía todo un nido de cucarachas. La relación padre e hijo estaba muy bien, algo equilibrada.
Saqué la basura y me conseguí con mi vecino, él llegaba de sus carreras matutinas. Él me dice:
—Buenos días, vecino.
—Buen día. ¿Cómo estás, Damián?
—Bien. Un poco cansado, subí la colina hasta la cima. — Él estaba cerca de mi bote de basura.
—Te admiro. Yo a penas puedo salir a sacar la basura —Él ríe.
—Tienes que venir un día conmigo. En la cima hay una excelente vista. Además, los escritores necesitan ese tipo de esparcimiento, así se le explota la imaginación.
—Buen dato. ¿Cómo te va en la universidad, o en tu trabajo?
—Universidad… Todavía adaptándome. ¿Qué harás hoy?
—Escribir. Creo que solo eso.
—¿Qué tal te invito a tomar unas cervezas esta noche?
—Sería interesante, pero tengo planes con mi hijo y mi amigo, Octavio.
—¿Octavio, es el muchacho que viene casi todos los días a tu casa; el del auto plateado?
—Si —Dije arqueando las cejas.
Terminamos la conversación. Él se fue a su casa y yo a la mía. Era raro ver a Damián y más raro aún, hablar con él.
Volví a mis quehaceres que era escribir y leer.
Escuché un golpe arriba, provenía de mi cuarto, luego oí pasos que se aceleraban, me asusté un poco. Me encontraba totalmente solo. Subí las escaleras cuando los pasos cesaron. Entré a mi cuarto. La ventana se encontraba abierta, corrí a ella y divisé a Damián en el patio trasero de su casa haciendo abdominales, descartado de ser algún sospechoso. Estaba muy lejos de mi cuarto, de haber sido él, mínimo lo hubiera visto cruzando la cerca que dividía nuestros terrenos. ¿Por qué deduzco que alguien entró a mi cuarto? Bien, la cama estaba desordenada, la ventana abierta y… Sobre la mesa había una nota, la tomo y leo su contenido:
“Bienvenido a mi mundo”.
Lo escribieron a computadora, por eso no identificaba la letra. Alguien quería asustarme. Bajé corriendo al escuchar que la puerta principal se abrió, sí, en efecto estaba abierta, pregunté:
—¿Jaime, eres tú?
Al no recibir respuesta, salí a fuera y vi a una persona perderse en la carretera. No me quedaría especulando. Subí en el auto y comencé a seguir a aquella persona que al verme comenzó a correr. Aceleré. Cuando llegué cerca, vi que era un muchacho, pero no le veía la cara, llevaba un suéter con gorro de color negro. Detuve el auto y bajé. Al estar cerca le grité:
—¡Hey tu! Te estoy hablando.
Lo tomé del codo deteniéndolo y girándolo hacia mí bruscamente. Los transeúntes se pusieron alerta al ver el revuelo.
—Señor ¿qué le pasa?— Dijo el joven.
Le calculé unos veinte. Era blanco como un vampiro, de ojos verdes, y cabello largo, tenía una cola de caballo, usaba brakers.
—¿Qué hacías en mi casa? —Le pregunté furioso.
—No sé de que habla señor, no lo conozco.
Un oficial de la policía se acerca y pregunta:
—¿Qué pasa aquí? —El oficial siempre estaba patrullando el vecindario así que conocía a muchos por ahí.
—Este señor me viene persiguiendo —Se adelantó el muchacho a hablar.
—Pues claro, entró a robar a mi casa.
—Señor, no lo conozco. Vengo del hospital porque tienen recluida a mi abuela. Y no soy un ladrón.
—Okey okey. Hagamos una cosa Alexander, vete tranquilo, conozco a Marcus, él está pasando por una situación difícil, averiguaré si alguien lo vió salir de tu casa y luego te aviso.
—Pero pronto, no seguiré soportando que un mocoso entre y salga de mi casa cuando quiera. Y no es la primera vez —Concluí. Subí en el auto y me volví a casa.
Simplemente suponía que él era quien había entrado a mi casa, pero no estaba seguro. La calle frente a mí casa era muy transitada, cerca había un hospital y una escuela, pudo pasar, tal vez, que mientras perseguía a aquel chico, el verdadero enfermo se escondía en algún lugar, podría ser el vecino de al frente, o el de al lado; obviando a Damián. O pudo esconderse en el jardín de cualquiera. Aunque no sé porque lo asocio con un chico, podría ser una chica, pero si hubiera sido una chica, no hubiera dejado la otra noche su semen, a menos que fuera el semen de alguien más.
Estacioné el auto y me dirigí a la casa de Damián, toqué la puerta, desde adentro respondió él, al segundo abrió, al verme ahí se sorprendió, era raro para él y para mí estar ahí. No acostumbro relacionarme con mis vecinos, era como el ermitaño por excelencia.
—¿Alexander? ¿Pasa algo?
—Sí. ¿Puedo entrar? —Pregunté.
El joven me invitó a pasar. Él estaba saliendo de la ducha ya que llevaba la toalla en la cintura y su cabello destilaba agua que recorría su perfecto cuerpo. Tenía años que no veía a un hombre así, creo que desde que me enamoré de mi actual esposa. Mi voz comenzó a temblar, tuve que carraspear varias veces para que saliera bien la voz.
—¿Cuándo te encontrabas en tu patio trasero, no viste algo extraño en mi casa?
—¿Extraño, cómo qué?
—No sé, es que, me encontraba en mi estudio y oí ruidos que provenían de mi cuarto, subí y la ventana estaba abierta, la cama desordenada y una nota sobre la mesa que decía: “Bienvenido a mi mundo”.
—¿En serio? Qué aterrador… Bueno yo si ví que la ventana se abrió, pero no presté atención, pensaba que eras tú.
—La otra noche, apareció un pastel en mi nevera y en mi cuarto alguien estuvo hurgando mis cosas —No le conté del semen, ni loco.
—¿Te robaron algo?
—No, eso es lo extraño. Además, un ladrón no suele dejar pasteles.
—Podría estar envenenado.
—Ya había muerto —Escuché que alguien venía bajando las escaleras y que al escuchar nuestra conversación se detuvo, yo me percaté de eso, y Damián notó que escuché, por eso dijo:
—Bien. De todas maneras si veo algo raro te avisaré.
—Seguro —Salí de la casa.
Damián cerró la puerta tras de mí. Algo no me encajaba en esta situación. Damián era una joven bastante raro, mucho más raro que yo, por lo menos a mí me visitaba Octavio y tenía a Jaime, él sin embargo, vivía solo, sus padres se encontraban en Rumanía, no tenía animales domésticos y nunca nadie lo visitaba, creo que no tiene novia por cierto. Sé que todas las mañana sale a estudiar según me enteré hoy, por un momento pensé que trabajaba, no sé que estudia y no sé de dónde llega a las ocho de la noche, los fines de semana hace ejercicios en las mañanas, al medio día llega un delivery con pizza, y en la noche del sábado sale a tomar a algún bar, llega con algún chico en la madrugada, este chico se va a las siete de la mañana del domingo, ya para el domingo, Damián no salía de casa.
Ahora que hago este resumen de la vida de Damián, me doy cuenta que lo he observado demasiado, y sin percatarme de eso. ¿Por qué me interesaba tanto? Sí, es cierto, en mi adolescencia estuve a punto de declararme gay, pero, llegó Luciana a mi vida y me cambió, le conté de mis deseos pero ella me comprendió y me aceptó, aprendí a amarla y a olvidar a los chicos. A pesar de eso me sentí bisexual. Tenía años sin pensar en un chico con morbo, hasta hoy cuando ví a Damián semidesnudo, o desnudo, es solo que la toalla lo cubría. ¿Será que la ausencia de Luciana está despertando ese deseo otra vez? ¿Será que esto del intruso crea en mi fantasías? No sé qué me pasa. Pero quiero, no, deseo ver de nuevo a Damián, y es delirante lo que siento, solo pensarlo me motiva en mis erecciones y mi corazón se acelera. ¡Cómo te necesito Luciana, para apagar esto! ¡Cómo te necesito Damián, para encender esto!
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Esquizofrénico.(Completa. Gay)
RomanceAlexander, un escritor cuarentón cuya carrera literaria ha naufragado, se enfrenta a la desolación absoluta. Su esposa lo ha abandonado, dejándolo solo con su hijo adolescente y una montaña de deudas. Atrapado en una rutina asfixiante, Alexander bus...