Lo empujé contra la pared cerrando tras nosotros la puerta, él me recibió y comenzamos a besarnos con salvajismo, con fuerza, con pasión. Rápido, él me desprendió de mi ropa y yo le quité la de él. Estábamos frenéticos, como si lleváramos años sin tener sexo, sin hacer el amor. Yo tenía años sin hacerlo con un hombre, en el caso de él no lo sé, pero sus acciones demostraban que me deseaba con vehemencia. No podía parar de besar cada centímetro de su cuerpo, de acariciar su piel blanca, de sentirlo… Nos arrojamos en el piso de la sala; sobre la alfombra, estábamos desnudos, él me acostó boca abajo y alzó mi pelvis dejando así visible mi ano, ahí se lo llevó a su boca mientras que con sus manos jugaba con mi pene. Sacaba gemidos de placer en mí, entonces comenzó a penetrarme, su miembro era de buenas proporciones. Lo sentí entrar, sentí dolor y se lo hice saber, él comenzó a realizar movimientos lentos para que yo sintiera placer y no dolor.
Yo arañaba el piso con éxtasis, lo sentía, lo necesitaba, no podía pedir más…
Antes de eyacular, me puso boca arriba, se llevó mi pene a su boca, y entonces se sentó sobre él, ambos gemíamos de placer, la palabra placer, era tonta. Sus movimientos sobre mí, eran únicos, el chico era un experto en esto, pues claro, era joven. No quería que acabara todo este juego de pieles, me volvería masoquista, celoso, engreído, me volvería todo lo que fuera solo para no alejarlo de mí. No sé si éramos el uno para el otro, pero de no ser así, yo lo convertiré en eso.
—Eres mío, Damián— Le dije entre tanto jaleo.
Me gusta mi vecino, y quiero obsesionarme con él. No quiero dejarlo, ni que él me deje.
… … … …
Me desperté, ya él Sol iluminaba la estancia, abrí los ojos buscando a Damián, y no lo conseguí pero si lo escuché, preparaba el desayuno, me acerqué a la cocina, al verlo le di un fuerte abrazo por detrás, aún llevaba puesta la pijama.
—Que bello eres— Me dijo.
Buscó mis labios y los besó.
—Tu también lo eres.
—Gracias. Ahora si podemos desayunar, muero de hambre.
Comenzamos a desayunar, entonces escuché ruidos que provenían del piso de arriba.
—¿Hay alguien más en la casa?
—No. Puede que sean las palomas, la otra vez descubrí una queriendo hacer nido en uno de los cuartos de arriba.
—Tienes que tener cuidado, traen peste, y piojos— le dije.
—Hace un rato vi a tu hijo en el patio de atrás hablando con un chico, ¿Es el de anoche?
—Sí, son novios, y no soy nadie para truncarle los sueños a mi hijo como hacen otros padres.
—No quiero que me dejes nunca— Me dijo de pronto tomando mi mano.
—¿Por qué lo dices? Nunca te dejaré. El divorcio entre Luciana y yo es inminente, hace unos días me llegaron unas fotografías donde ella se besaba con un tipo en Ámsterdam, ella fue la primera que cometió fornicación en este matrimonio.
—Lamento que se acabe eso, pero si no hay amor, no puedes aferrarte a algo tan dañino.
—Me dejó solo porque yo tenía un sueño; escribir. Desde que me casé con ella le di todo a esta familia, estabilidad, cosas materiales, dinero, amor y atención, pero, sólo porque decidí dedicar un poquito a mí, a mi sueño, ella, sólo, me dejó.
—Pero ahora estoy yo, aunque sea un niño, estaré a tu lado para apoyarte. Entre los dos podemos cumplir ese sueño tan tuyo.
—Gracias. ¿Cuál es tu sueño, Damián?
—Irme de esta casa— Dijo poniendo su vista lejana y pensativa.
—Es un poco tétrica.
—Sí, sus paredes tienen tristeza, nunca lo pudieron ayudar, eran solo muros.
—¿De qué hablas? ¿A quién no pudieron ayudar?
—Nada, estoy divagando, amor.
—¿Me dijiste amor?— Abrí mis ojos.
—Es lo que eres. Mi amor.
—¡Te amo!
Nos besamos. El beso nos llevó a realizar el espectacular acto del sexo. De nuevo caímos en los sofás de la sala donde volvimos a fundirnos en profundo amor.
Ya para el medio día me fui a mi casa, creo que había dejado a Jaime y Gael mucho tiempo solos. Llegué a casa y ellos hablaban en el corredor de la casa, sentados uno al lado del otro. Yo los vi, salí a darle un beso a mi hijo y le dije:
—Cuando tu madre se entere de esto.
—Me ayudarás hablar con ella, ¿Verdad?
—Emmmm, puede que sí.
—Papá…
—Iré a darme un baño y saldré al supermercado, ¿me acompañan?
—Me encanta la idea— Dijo Gael.
Ese día fue así, obviamente yo no dejaba de pensar en Damián, todo en él me hacía volar, realmente estaba como cuando uno se enamora por primera vez, donde esa persona se convierte en el centro de atención, en el centro de tu universo.
Apartando eso, fuimos al supermercado, luego al odontólogo porque Jaime tenía cita con él. Luego a la casa donde hicimos oficios en la casa, barrer, trapear, lavar ropa. Gael me caía bien, era un muchacho muy atento con Jaime y ayudó mucho en la casa, qué lindo sería que la mayoría de los jóvenes fueran así, a esa edad muchos son holgazanes, groseros con los padres y sin futuro. Puedo decir que ese día la pasé muy bien con ellos.
Los tres preparábamos la cena y se me ocurrió invitar a Damián. Así que le dije a los chicos:
—Creo que invitaré a alguien más. Me parece que deben conocerlo.
—¿Quién? ¿Tú novio?— Dijo Jaime.
—No es mi novio— Dejé el pollo que estaba troceando, lave mis manos y salí— Vuelvo en seguida.
—¡Quiere decir que es de aquí mismo, de la urbanización!
Escuché gritar a Jaime mientras yo salía. Ya era de noche. Damián debe estar en su casa, hoy casi no lo he visto desde la mañana. Toqué su puerta y nadie respondió.
—Que raro, a esta hora siempre está aquí. Odio que no tenga celular.
Entonces, la puerta se abrió con un aterrador chillido. Miré adentro y todo estaba oscuro. Las cortinas de la ventanas se movían con la brisa que entraba por ellas.
—Hola. Damián, soy yo, Alexander.
Sólo el silencio me respondió. La casa estaba intacta, como si nadie hubiera estado ese día ahí. Lo llamé y nada, supuse que había salido. Entonces, escuché un ruido en el patio trasero, más allá en el pequeño bosque. Salí al patio, estaba oscuro, con la linterna de mi celular alumbré. Caminé en silencio, ya todo se estaba volviéndose tenebroso, había una brisa que movía la copa de los árboles.
—Hola.
Me adentré en el bosque viendo a todos lados. Vi la trampilla que Damián me había dicho antes, y me arrodillé cerca a ella.
—¿Qué habrá aquí?— Intenté moverla pero estaba bien cerrada. Del otro lado de esa trampilla escuché ruidos, pero los ruidos eran tan lejanos como si solo estuvieran en mi cabeza. Más al fondo del bosque vi que se extendía un camino a algún lugar— ¿A dónde llevará? Damián no me dijo de ese camino.
Más miedo me dio cuando me pareció escuchar que alguien venía por ese camino, vi que traía una linterna. Pensé que podría ser Damián, aunque, creo que venía acompañado de un perro, oía cadenas, como las que amarras al cuello de un perro. Me levanté de la trampilla y regresé casi corriendo a la casa de Damián, pasé por el centro de la casa hasta que salí a la calle principal, cerré la puerta y fui a mi casa. Al llegar subí casi corriendo a mi habitación, me asomé por la ventana para ver si veía a Damián pero no veía nada, la casa seguía sola y desde mi casa no se divisaba bien el bosque.
Gael entró a mi habitación muy silencioso, y dijo casi en mis oídos:
—La cena está lista.
Di un salto casi escalando la pared y gritando del susto.
—¡Maldición Gael!
—Perdón, no quise asustarlo.
—Que casi muero de un infarto.
Al instante entró Jaime
—¿Qué pasó?
—Le pegué un susto a tu papá, fue sin culpa jaja.
—¿Pasa algo papá?
—N-no, nada. Vamos a cenar.
—¿Y tu novio?
—Que no es mi novio. Y no vendrá.
Fuimos a cenar y dormimos esa noche, tarde, yo me quedé escribiendo y Jaime y Gael veían películas en la sala. La noche estaba pesada y fría. Aquella escena en la casa de Damián no salía de mi cabeza. Era como una película de terror.
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Esquizofrénico.(Completa. Gay)
RomansaAlexander, un escritor cuarentón cuya carrera literaria ha naufragado, se enfrenta a la desolación absoluta. Su esposa lo ha abandonado, dejándolo solo con su hijo adolescente y una montaña de deudas. Atrapado en una rutina asfixiante, Alexander bus...