—Temo decirle que el editorial no está interesado en su obra. Muchas gracias.
Me entregó el borrador y como en las quince ocasiones anteriores; con los demás editoriales, me derrumbé.
Ese soy yo, Alexander Benítez, un escritor sin absolutamente nada de éxito, escribo cuentos infantiles, pero a los editoriales no le gusta lo que escribo. No tengo dinero para pagar por mi cuenta un editorial, así que me veo en la obligación de buscar editoriales para “pobres”, pero nadie cree en mí.
Cuando comencé con esta fiebre de querer editar uno de mis libros, la única que me apoyó fue mi esposa, pero me concentré tanto en querer llevar a cabo mis proyectos que olvidé a mi familia; a mi esposa y a mi hijo.
Al principio, mi esposa estaba conmigo, pero cuando dejé mi trabajo y me encerré a escribir, ya nada era igual. Mi matrimonio va en declive, y si no hago algo pronto, me quedaré sólo, escribiendo un libro que nadie leerá.
Estos últimos meses han sido de mucha presión. Todavía estamos pagando la casa donde vivimos actualmente. Nuestro hijo de 16 años comenzó la universidad y eso es gastos. Todo eso sin contar gastos en víveres, ropa, servicios de luz, agua, electricidad, el auto, Netflix, entre otras cosas. Todo es tan difícil, aunque nadie dijo que sería fácil.
Llegué a mi casa esa noche bastante desesperado, mi esposa me recibió esperando tener buenas noticias.
—¿Qué tal?
—No están interesados.
—¿Y qué piensas hacer?
—Cambiaré la historia. Estuve pensando en cambiar de género, a muchos les gusta las novelas, creo que los cuentos ya no están en moda como hace 15 años. Puede que haga una mezcla de ciencia ficción, fantasía, tal vez hasta comedia…
—¡Alexander basta! Tienes que poner los pies sobre el suelo y pensar que todo lo que estás haciendo se está volviendo fantasía. La realidad es que tu hijo y yo queremos a alguien físico con nosotros, estás tan ausente que eres irreconocible para nosotros. Debes dejar de escribir, salir de esa habitación y buscar un empleo como todos los seres humanos razonables.
—Ya verás que si escribo una novela… —Traté de justificarme.
—¡Ya no soporto más Alexander! La realidad es que esta casa se nos está viniendo encima, no hay comida, se necesita dinero para todo, y yo no seguiré molestando a mis padres, no somos niños, al contrario, tenemos un adolescente que necesita cosas.
—Pronto algún editorial se interesará en mí y saldremos adelante.
—Mañana me iré a casa de mis padres, hasta que tú decidas qué harás con tu vida y la nuestra.
—Pero…
—Imagínate que es una novela basada en la vida real… Ya no siento nada, Alexander —Salió llorando al cuarto.
Me tumbé en el sofá, era más que evidente que ese sería mi cama por esta noche.
No podía pensar. Pensaba en nada.
Como a media noche me trasladé a mi pequeña oficina. Encendí el computador y comencé a escribir una nueva historia, sería una novela de drama. Escribí hasta las cinco de la mañana donde me dormí con la cara en el teclado del computador.Me desperté a las once de la mañana. Como era de esperarse, ya Luciana se había ido con mi hijo, eso me causó mucho dolor, así que cogí la botella de Whisky y me la tomé toda. Veía la soledad que me embargaba, la risa de mi hijo desvaneciéndose por los rincones, el cariño y el respeto de mi esposa alejándose en la oscuridad, la casa se me estaba haciendo muy grande y muy fría.
Irónicamente, todo ese espectral panorama me dio ánimos para seguir escribiendo. Parecía ilógico, cualquiera en mi posición, dejaría de escribir, pero yo me motivaba, sentía que eso era lo que me iba a generar capital suficiente para sacar adelante a mi familia, escribir era lo mío. Y las estadísticas dicen que de diez puertas que se cierran, una debe abrirse, e ilógicamente confío en esa única puerta.A la mañana siguiente, desperté a las 8 de la mañana, me duché, no desayuné porque no había comida pero en vez de buscar la solución para que mi nevera no estuviera vacía, me puse a escribir, necesitaba terminar la novela que había comenzado la madrugada anterior.
Mientras estaba escribiendo, tocan la puerta de mi casa, salí a ver quién era con la esperanza de conseguir a mi familia en la puerta con ganas de apoyarme, pero era un representante del Banco.
—¿Alexander Benítez?— Preguntó el hombre de traje negro.
—Si, soy yo.
—Vengo de parte del banco, le envían este ultimátum. Tiene tres días exactos a partir de hoy para cancelar la deuda o de lo contrario deberá despojarse de sus pertenencias. Lo siento.
—Gracias.
Fue lo único que dije después de cerrar la puerta. Coloqué la carpeta en una mesa y volví a sentarme frente al computador para seguir escribiendo.
Una hora después, volvieron a tocar la puerta, salí a ver y era Octavio; mi mejor amigo. Lo invité a pasar y le conté mis penas, al igual que mi esposa y mi hijo había echado a un lado a mi amigo. Evidentemente me instó a buscar un empleo, le conté que mi trabajo era escribir, el contestó.
—En estos casos Alex, hay que ser realistas. Escribir no te está dando dinero. Estás invirtiendo en ello sin resultado.
—Quiero publicar esta novela lo más pronto posible.
—Solo tienes tres días para conseguir por lo menos la mitad del dinero de esa deuda con el banco.
—¿Qué hago?
—Luis Alberto me dijo que necesitaba un recepcionista para el hotel que él administra, puedes hablar con él, dile que estás interesado y tal vez si le cuentas de tu deuda él podría hacerte un pago de tu sueldo por adelantado, estoy seguro que él te ayudará.
—Es que necesito terminar de escribir esta historia.
—¿Por qué tanta prisa? ¿Acaso ya tienes algún editorial interesado?
—Todavía no, pero llegará una.
—Estoy escuchándote decir eso desde que estábamos en la universidad.
—Esta vez presiento algo bueno.
—Ay Alexander… ¿Entonces no hablo con Luis Alberto?
—No, es mejor, yo veo después que hago.
Octavio se fue de mi casa un poco cabizbajo al ver que no logró nada conmigo.
Seguí escribiendo hasta que se hicieron las seis de la tarde, allí salí de la casa a pasear un rato. Caminé por un centro comercial cercano a mi casa. Me compré un sándwich y una gaseosa. Me puse a contemplar a cada persona que llegaba y se sentaba en las mesas cerca a mí. ¿Cuándo llegará mi día de suerte? Pensé que no podía seguir así. Algo debía hacer para sacar a mi familia adelante.
Saliendo del centro comercial, vi a varios niños de aproximadamente diez a quince años despojando a una mujer de su monedero, varias personas salieron a auxiliar a la pobre mujer, yo solo observaba aquello mientras esperaba el bus. “Pedazos de mocosos”, dije en voz baja, pero no tan baja como para que un muchacho a mi lado escuchara y dijera:
—A veces el problema no son los niños. Los padres influyen mucho, el abandono, las drogas, el maltrato, son muchas cosas que lanzan a esos niños a la calle.
Esos eran pensamientos de una persona tal vez contemporánea con mi edad, no de un chico de unos 20 años. Hice un ademán dando a entender que él tenía algo de razón y subí a el bus, el chico también subió y no paró de verme ya que se sentó frente a mí, pero como a dos filas más lejano. Me estaba sintiendo incómodo.
Llegué a casa y el chico se bajó en la misma parada que yo. Me pareció raro porque nunca lo había visto por esa zona. Le quité la vista por unos segundos mientras abría la puerta que daba al jardín principal de mi casa, cuando volví la vista a donde creía que estaba el chico, y… ya no había nadie, solo una soledad invadía la calle, eché la mirada de un lado a otro buscando su presencia pero fue inútil. Pensé que sería algún familiar de uno de mis vecinos que estaba por ahí y yo no sabía, debido a mi encierro me había perdido de muchas cosas en mi calle.
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Si alguien lee 👀¿Qué tal este primer capítulo?
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Esquizofrénico.(Completa. Gay)
RomanceAlexander, un escritor cuarentón cuya carrera literaria ha naufragado, se enfrenta a la desolación absoluta. Su esposa lo ha abandonado, dejándolo solo con su hijo adolescente y una montaña de deudas. Atrapado en una rutina asfixiante, Alexander bus...