Capítulo 1 | Un dolor que no tiene cura

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Seis meses antes

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Seis meses antes

Un vidrío roto junto con un grito ¿Cuánto más seguiría así? Por más que buscara una forma para apaciguar la agonía y el desespero que sentía en su interior, quería poder salir corriendo y dejar todo atrás, otro grito más y pasos acercándose se escuchan al otro lado de la puerta, ella queda mirando sin expresión alguna cuando ve abrir la puerta, lo único que ve es como su progenitora la toma fuertemente del brazo y la tira al suelo.

—¿¡Qué acaso no escuchas cuando te llamo!?— no recibe respuesta —¿¡Y ahora eres muda aparte de sorda!?

Ella calla y sus ojos se cristalizan fuertemente, baja la cabeza, pero siente como se la levantan bruscamente.

—Ish—hace una mueca de desprecio —Solo sirves para ser un estorbo en mi vida nada más— y no pararon más comentarios despreciándola y tratándola de lo peor.

No faltando siente como la jala fuertemente fuera de la habitación y la hace bajar a tropezones los escalones hasta llegar al final la tira al suelo, más lágrimas salen de sus ojos, pero en eso siente otros brazos que la levantan con cuidado, le limpian las lágrimas, asustada mira a la persona que la ayudaba a levantarse, pero ella abre los ojos sorprendida al ver de quién se trataba, ella lo abraza y llora de emoción y a la vez de desesperación.

—Ahí esta la plaga que tanto buscabas— su padre estaba callado y con una botella de lo que parecía ser de licor, los miraba atentamente y sin decir o protestar algo.

— ¿Podrías por primera vez dejar de decir cosas tan hirientes? — el chico estaba indignado, molesto y a la vez con el corazón hecho pedazos de ver a su hermana en ese estado.

— ¿Quién me obliga? Es mi vida y yo haré lo que me dé la gana— escupe con desprecio y sin importarle la reacción de los jóvenes que están allí presentes — ¿Y bien? ¿Te la llevarás?

La chica no sabía a qué se refería su madre o bueno, a esa mujer que no sabía si se merecía ese título.

El joven la mira con algo de ternura —¿Quieres venir a vivir conmigo y con Erika? —ella abre los ojos y se limpia las lágrimas de estos, asiente sin decir nada y él sonríe aliviado —Bien, ve por tus cosas yo te espero aquí— ve como su hermana sube las escaleras rápidamente al ver que ya estaba dentro de su habitación él se voltea, saca unos papeles que estaban cuidadosamente doblados y se los entrega junto con un bolígrafo —Necesito que ambos firmen estos papeles, aquí me darán la patria potestad sobre Elisa, ya no tendrá nada que ver con ustedes.

La mujer le arrebata los papeles junto con el bolígrafo mientras firmaba sin leer los papeles —No sé que se te pasa por la cabeza para cuidar a un error como lo es tu hermana, claro si se puede decir que lo es— al terminar de firmar le entrega el lapicero a su esposo este estaba callado y firma, aunque él si se detiene en leer los papeles, por otro lado, el joven estaba que echaba humo por las orejas.

—Ella es y siempre será mi hermana menor, que te quede claro eso.

El hombre termina de leer, firma con un deje de pesar y nostalgia — ¿La cuidaras bien? — le entrega los papeles al joven, él los recibe y mira a su padre, sabía que había cambiado al que recordaba de niño, pero que también a ese cambio se le atribuía a su madre.

—Elisa estará en buenas manos, lo prometo— su padre asiente y en eso los tres escuchan cómo la chica bajaba las escaleras con una mochila y una maleta de viaje, él se acerca a ella y le ayuda a bajar la maleta de viaje.

—Erick— él mira su a padre —Gracias—ambos jóvenes se sorprenden, Erick asiente mientras que Elisa estaba confundida.

Ambos salen de la residencia y se dirigen al auto que estaba al orillo de la carretera, Erick abre la cajuela de este e ingresa la maleta con la mochila, cierra la cajuela y ambos suben al auto, Erick enciende el auto al ver todo en su lugar y a Elisa en el asiento del copiloto, pisa el acelerador, comenzando su trayecto al nuevo hogar de su hermana.

Mientras tanto en la mente de Elisa estaba hecha un caos, no sabía que había pasado, todo había ocurrido tan rápido que no ha podido procesar lo que acababa de suceder. Miraba el paisaje a través de la ventana, silenciosa, meditando, y buscando alguna razón para despertar de aquel "sueño" del cual sentía que despertaría tarde o temprano y volvería al sufrimiento de aquel lugar llamado lugar.

Erick la mira un instante y regresa la mirada al camino — ¿Estás bien? — Elisa se asusta y lo voltea a mirar.

—Quisiera pensar que sí— murmura — Siento que estoy en un sueño y no tardaré en despertarme.

—Lo sé, te entiendo perfectamente, cuando finalmente logré liberarme de ellos pensaba que tarde o temprano volvería a esa tortura.

—Te extrañe tanto— ella lo mira con los ojos cristalinos.

—Yo también te extrañé, no creas todo lo que hice para al fin sacarte de allí— Elisa calla y lo mira— No te preocupes, saldremos adelante, lo prometo.

— ¿Estás seguro? No creo que pueda Erick, es difícil — desvía la mirada hacia la ventana.

—Lo sé, pero...—Elisa lo interrumpe.

—Pero nada Erick— sentencia — Desde que te fuiste todo empeoro al doble, por más que quise buscarte no pude hacerlo, aprecio tus esfuerzos por sacarme de ese infierno, pero el daño ya está hecho, no hay cura para este dolor que siento en mi alma— con la voz quebrada ella se tapa los ojos con las manos.

Erick escuchaba atentamente mientras que no apartaba la mirada del camino —Sí la hay.

Elisa quita las manos de su cara y lo mira expectante — ¿Qué quieres decir?

—Te digo que hay cura para ese dolor que tienes—voltea a verlo y ve a Elisa que lo miraba como si estuviera loco —Y no, no estoy loco, existe la cura para ese dolor que tienes.

Elisa parpadea y lo mira, logrando atar cabos —Espera ¿Me vas a evangelizar? —Erick ríe.

—Si es así cómo quieres llamarlo.

Para Elisa no era nada nuevo saber que su hermano era cristiano, lo respetaba, pero no lo compartía.

—Lo siento, pero no quiero escucharte de esa religión que crees, olvídalo— miraba hacia otro lado, su voz había cambiado de tono y se notaba que estaba molesta.

Elisa no quería escucharlo, no quería saber nada de eso de lo que su hermano creía, nota como Erick calla con un suspiro y el típico Si eso es lo que quieres, no sabe cuánto tiempo había pasado, pero ve que el auto se estaciona enfrente de una casa, esta era de color crema con café oscuro, también nota como había una mujer rubia, de ojos azules, vestía de un bello vestido azul oscuro. Duda en bajar, pero se arriesga y abre la puerta, baja del vehículo notando como la mujer se le acerca.

— ¿Eres Elisa? — ella asiente cohibida, pero se sorprende al recibir un abrazo —Me alegra conocerte, Erick me ha hablado mucho de ti. — ella sonríe leve con la comisura de lo labios y corresponde al abrazo.

Tiempo después se encontraba en la cama de su nueva habitación, mirando sus manos que estaban sobre sus piernas, recordando todo lo que había pasado, estaba sorprendida y a la vez confundida, no sabía que había sucedido, se alegraba el haber podido salir de aquel sufrimiento. Trae también a su memoria la conversación en el auto con Erick y su ceño se frunce ¿Qué había cura para ese dolor que sentía? Su hermano estaba loco, ella tenía un dolor tan inmenso que cada momento que pasara sentía como se hundía cada vez más.

Ella tenía un dolor que no tenía cura.

¿O tal vez si la había?

Suficiente | Novela CristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora