Capitulo 09

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—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, ángel?

—Estoy seguro, Maestro. —La sonrisa de Saint hizo que su cara entera brillara—. Quiero que todos sepan que te pertenezco.

—Saint, nosotros podemos anunciarlo, ya sabes. No tenemos que montar un espectáculo para ellos.

Saint se rio entre dientes y se frotó contra el cuerpo de Perth.

—¿No quieres que los otros Dom sepan lo mucho que me controlas?

Perth tenía que admitir que lo quería. Sentía un placer perverso en saber había otros Dom que querían a Saint, pero el hombre le pertenecía exclusivamente. A él le gustaba pensar que la sumisión de Saint le pertenecía sólo a él también. Sólo que no estaba seguro de cómo se sentía acerca de que Saint estuviera mostrándose para el placer de los demás.

—Yo te pertenezco a ti y sólo ti, Maestro —susurró Saint contra el costado del cuello de Perth. Los ojos de Perth se cerraron mientras trataba de reprimir el profundo estremecimiento que sacudió su cuerpo con el ligero toque.

—Sigue así, y la cuestión de quién controla a quien será obvia para todo el mundo.

La cabeza de Saint cayó hacia atrás mientras su risa llenaba la pequeña habitación donde se encontraban. Se suponía que se estaban preparando para montar un espectáculo para la fiesta de la víspera de Año Nuevo en Floggers. Perth sólo quería llevar a Saint a casa y desnudarse con él. En los días desde que Saint había aceptado su collar, Perth había recuperado el fuerte control que tenía sobre sí mismo. Se sentía más seguro de lo que se había sentido nunca. Y entonces Saint le sonreía, o lo tocaba, y la restricción de Perth volaba por la ventana.

Saint tenía una capacidad única para llevarse pieza por pieza, su disciplina duramente ganada, luego lo ayudaba a construirla de nuevo, devolviéndole todos los pedazos de control que necesitaba y algo más. Le daba paz, tranquilidad y confort, y bien, se lo daba todo.

No era mucho pedir darle algo a cambio. Exponer su relación ante los otros Dom parecía importante para su ángel, y no le podía negar nada al hombre.

Acarició con su mano el resplandeciente costado de la cara de Saint.

—Mi bello ángel —susurró—. Vamos a mostrarles cómo respondes ante tu Maestro, mostrarles lo maravillosamente que te sometes a mí.

—Sí —susurró Saint mientras se inclinaba hacia Perth de nuevo—. Por favor, Maestro.

Perth gimió mientras su polla se endurecía como el acero.

—¿Sabes lo que me haces cuando ruegas, ángel?

—Lo sé.

—Sabes que vas a ser castigado por haber provocado a tu Maestro.

—Lo sé.

Perth sonrió.

—Entonces, asume la posición de reposo para que pueda ayudarte a prepararte, ángel.

Perth tragó con fuerza al ver la gracia con la que Saint se mostraba cuando se ponía de rodillas en el suelo y extendía sus piernas. Sus manos descansaban a cada lado con las palmas sobre sus muslos, con los hombros cuadrados, y su mirada hacia el frente.

—Hermoso.

—Gracias, Maestro.

Tan tranquilo como Saint se veía en su posición, Perth aun podía sentir el temblor del hombre cuando le acariciaba los hombros. Le gustaba tocarlo y lo hacía con mucha frecuencia.

Chaud et FroidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora