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GHOST

La miraba a lo lejos caminar hacia él. No sabía que era lo que sentía. Se supone que no podía sentir nada ya que no tiene un cuerpo humano, era simplemente un alma libre y sin vida.

Recordaba con mucha claridad sus años de vida. Sabía que había tenido una muy buena. Aunque no fuera alguien de tener muchos amigos, disfrutaba de la compañía de la única persona que él sentía que lo amaba de verdad. Una chica muy linda de la que vivía enamorado todo el tiempo.

Era un chico promedio. De ojos grisáceos y un cabello azabache revoltoso. Tenía una bonita sonrisa y un humor no tan bonito. Era alto y de piel blanca. Con una costumbre de hacer caras por todo. Cariñoso pero también un tanto odioso la mayoría de las veces.

Recordaba como se quedaba hasta tarde componiendo canciones con su guitarra en mano. Al vivir solo, era su única distracción en aquellas noches de insomnio, las cuales eran todas las noches. Sus letras siempre hablaban de una chica que alteraba su respiración y enloquecía sus latidos.

La chica que observaba a lo lejos se encontraba frente a él, con un ramo de flores a la mano. Las depositó en un pequeño jarrón de metal que tenía unas ya marchitadas, las cuales desechó en una bolsa de papel que traía. La observaba atento, le gustaba cuando iba a visitarlo a su tumba. Disfrutaba de su compañía, aunque él no pueda decir lo mismo de ella.

—Hola —saludó ella, sin esperar respuesta a cambio.

Hola.

—Han pasado muchas cosas desde mi última visita —deslizaba sus dedos sobre la superficie en dónde estaba sentada—. Voy a ver a tu madre todas las tardes después del trabajo. Siempre llevo alguno que otro postre de mi pastelería favorita, sabes que nunca me había gustado visitarla de manos vacías.

Lo sé muy bien, disfrutaba mucho más de los que tú les preparabas. Aunque los otros también los disfrutaba mucho.

—Los días son algo aburridos sin tu presencia. Es como si se sintiera alguna clase de vacío.

¿Piensas en mí..?

—Pienso en ti todos los días como no debes de tener idea —hizo una pequeña pausa—. Me siento sola. Me ha pegado demasiado tu partida. Eras como mi única vida social. Siempre me levantaba emocionada por ver aquellos bonitos detalles que me dejabas todas las mañanas frente a la puerta de mi departamento. Ahora, a veces se me olvida de que ya no estás, y me desilusiono al ver la entrada de mi departamento completamente vacía.

¿… qué soy para ti?

—Sé que es algo loco decir que a esta edad he encontrado al amor de mi vida porque nadie podría creerme al ser joven. Pero es que contigo he sentido alguien que con nadie más. Eras todo mi mundo, y no lo estoy exagerando. Siento que estabas hecho para mí.

Ella se calló un momento.

—Tu madre hace poco hizo una limpieza de tu departamento. Me dijo que podría quedarme con lo que quisiera, porque sabía cómo ella yo había sufrido mucho sin tu presencia. Me dio mucha vergüenza elegir algo, pero ella sabía lo que quería quedarme, así que me entregó tus camisas y tú guitarra. Al igual que tus composiciones —sus ojos estaban ya cristalinos.

Acércate a mí.

—Eras tan tierno y atento conmigo. Siempre estabas al pendiente de si necesitaba algo y como eras tan detallista —limpió sus lágrimas—. Tus composiciones… todas eran tan llenas de sentimiento. Describes en ellas lo que sentías por mí, y mucha veces me describías a mí. Cuando las leí quería decirte lo mucho que me habían encantado, hasta que noté que no estabas.

¿Es que no ves que estoy aquí?

—No sé… no sé si oyes cuando te hablo en cada visita. Y no importa si parece que estoy demente. Pero siento tu presencia aquí, solo que, no estás físicamente. Y cada vez siento que me rompo más, y más, y más. No sé cómo he podido vivir sin ti a mi lado, o si quiera como lo ha hecho tú madre. Solo sé que trato como puedo de mantenerme flote, aunque muchas veces sea tan difícil.

Solo te pido que no me olvides.

—Sería muy difícil olvidarte, porque aunque siempre tengo tu recuerdo, me gusta hacer cosas que te gustaban hacer, o crear algunos hábitos tuyos en mí. Como por ejemplo tener el aire acondicionado en dieciséis, te encantaba morirte de frío. También como espagueti con muchas albóndigas los domingos después de venir a visitarte. ¡Y estoy aprendiendo a tocar la guitarra! —dijo con emoción. La cuál desapareció poco tiempo después, al darse cuenta de que estaba sola.

¿Estás bien?

—Miento cuando digo que me encuentro bien. Desde que te marchaste nada en mi vida está bien. Trato de ser fuerte y sobrellevar todo pero no puedo. No logro nada. Me siento tan sola sin ti a mi lado diciéndome que me amas a cada momento, preocupándote por mí sin ningún tipo de interés. Siento que mi mundo se va derrumbando poco a poco. Lloro todas las noches pensándote y en todo lo que pudo haber sido si yo no te hubiera llamado aquella vez.

No te sigas culpando.

—¿Cómo no culparme si lo que te sucedió ha sido todo mi culpa? ¡Yo fui la razón por la que ya no te encuentras conmigo!

Un vago recuerdo de aquel día lo perturbó de nuevo, como casi todo el tiempo.

Estaba en su auto tranquilo de todo. Llevaba una caja de chocolates para la de ojos celestes. Se sentía feliz y conforme de todo lo que sucedía en su vida. Tenía una chica a su lado que lo amaba de la misma manera de la que él la amaba a ella. Tenían muchos planes a futuro, y entre uno de ellos estaba el compromiso, claro que para un futuro si todo marchaba bien.

Desvío unos míseros segundos la mirada hacia el teléfono y al ver el nombre de la muchacha en la pantalla, sonrió mucho. Notó que por dónde andaba, estaba algo solo, así que se dio a la tarea de tomar el teléfono. El cual cayó entre los asientos quedando del de él. Bufó y movió el asiento para tomarlo. Un hola fue lo único que pudo articular luego. Al estar viendo hacia abajo en busca del teléfono, no se dio cuenta del semáforo en rojo y un automóvil que venía a su izquierda a bastante velocidad hizo que el auto del azabache se volcara.

Sacudió su cabeza alejando el último recuerdo de cuando estaba con vida, que era el más triste de todos. Mantuvo cerrado mientras tenía los labios fruncidos en fastidio.

¿Has buscado ayuda?

—He considerado un psicólogo, para sobrellevar un poco todo. Quizás me ayude a superar la culpa y algunos problemas más —movía sus pies lentamente. Mientras observó las flores—. Qué tonta, se me había olvidado. Aquellas flores se las compré a Don Toño, él también extraña que vayas a comprarle flores para mí, pero estoy logrando que no te extrañe tanto, ahora soy yo la que te compra flores a ti.

Me han gustado.

—Espero que en verdad te hayan gustado, porque no en decidía por cual pedir. Pero en fin —miró la hora en su teléfono y comprendió que ya era algo tarde.

No te vayas.

—No quisiera irme, pero tengo cosas que hacer, e iba a visitar a tu madre y no quería pasar por allá tan tarde —se le escaparon algunas lágrimas pequeñas—. Te extraño mucho.

Por favor.

—Tengo que irme, adiós. Te amo osito —besó dos de sus dedos y los posicionó en la lápida. Tomó sus cosas y se fue caminando con lágrimas en sus ojos.

Él la siguió, queriéndole dar un abrazo fuerte, y cuando se puso delante de ella, lo atravesó, haciéndola sentir un escalofrío. Porque recordó que ella estaba ahí por algo. Recordó que nadie iría allá sino fuera a visitar a alguien. Recordó todo por lo que pasó. Los momentos felices y los tristes. Recordó a su madre llorando por él y a su novia.

No me ves.

Recordó que solo era un fantasma, y un vacío era lo que siempre sentiría.

ONE SHOTS | FREDOY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora