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PERDÓN

Tocó de nuevo la puerta del departamento en otro inútil intento de que la chica le abriera y lo dejara pasar. Habían tenido una grave discusión en la que ella lo sacó a patadas de allí. La palabra rabioso se quedaba corta con lo que el chico estaba sintiendo en ese momento. Sentía como si su cuerpo irradiara una rabia inmensa que no podría calmar tan fácilmente.

Ya había llamado la atención de varios de sus vecinos que se encontraban afuera preguntándose el porqué de tanto escándalo. No se podía negar que les parecía interesante la situación, ya que era un edificio demasiado tranquilo, y era el primer escándalo que se presentaba allí.

—Joy, por favor, déjame entrar —suplicó el azabache después de otro intento—. Podemos arreglar esto, solo si me dejaras pasar.

—¡Eres un idiota, no te quiero ver! —habló ella desde dentro—. ¡Te odio!

Acto seguido él volvió a tocar la puerta, con mucha fuerza. Le había afectado aquel comentario. Sabía que no lo decía enserio. Sabía que lo había dicho solamente porque estaba enojada. Sabía que ella lo amaba. O eso quería pensar. En ese momento, dudaba de todo lo que habían pasado, dudaba de aquellos te amo que se habían dicho, porque las personas que se aman no se quieren lejos.

—Joy… —apoyó su cabeza sobre la puerta—. No lo dices enserio…

—Si lo digo enserio.

La menor se cubrió la boca ahogando un pequeño grito, sintiéndose acorralada por sus propias palabras. Ella se acomodó y trató de mantenerse firme ante la situación. Quería verlo, aunque afirmara lo contrario, así que se dedicaría a hablarle a través de la puerta, no podía doblegarse en ese momento. No después de haberlo sacado del departamento a patadas.

El muchacho ya no encontraba que hacer para poder pasar, o solo arreglar todo. Sentía algo de frío ya que no traía su camisa puesta y en bermudas. Nadie más tenía la llave de su departamento, ni siquiera su madre, o algún familiar de la chica. Se giró a ver a uno de los vecinos y caminó hacia él, cosa que intimidó un poco al muchacho de cabellos castaños con heterocromía.

—¿Tienes alguna tarjeta que me puedas prestar para abrir la puerta? —preguntó el azabache algo apenado de estar sin camisa por el pasillo.

Su vecino se veía bastante asustado por aquello, no lograba reaccionar por completo. Sabía que él era tímido, ya que muchas veces se sentía bastante apenado de dirigirse a él o a su novia. Cuando por fin reaccionó, buscó una tarjeta y se la prestó al mayor.

—Muchas gracias, ya te la devuelvo, trataré de que sea rápido —se agachó y comenzó a tratar de abrir la puerta, pero no lograba nada.

Se encontraba bastante desesperado. Deseaba que la chica lo dejara pasar, pero sabía que no debía de ser tan fácil. Le devolvió su tarjeta al muchacho tímido, dándole de nuevo un gracias y se fue caminando por el pasillo y corriendo por las escaleras.

Recordó que tenía otra manera de entrar.

Salió corriendo del edificio y se fue al callejón dónde estaban las escaleras de incendio y comenzó a subir por ellas. No le importaba lo que pisara. Solo pensaba en arreglar las cosas lo más rápido posible. Al llegar a la ventana de su departamento, notó que la chica no estaba en la habitación y con cuidado la abrió entrando silenciosamente.

La cerró y callado salió de la habitación. Observó que ella no estaba por el pasillo, a lo que él se encaminó a la entrada, en dónde ella estaba de espaldas con la cabeza apoyada en la puerta. Sintió como si algo en él se removía. Su mirada se fijó por pocos segundos en la razón por la que peleaban y rodó los ojos.

—Vamos a hablar por favor —le dijo él.

La rubia se giró de golpe. Su corazón latiendo demasiado rápido ante el susto. Ella se encontraba en las mismas pintas que él. Estaban a punto de tener un momento íntimo como pareja cuando la chica vio algo que le llamó la atención y fue cuando comenzó todo.

—¡No! ¡No quiero hablar contigo! —le dijo ella lanzándole un cojín del sofá apuntando a su rostro. El golpeó el cojín evitando que le diese—. ¡Vete! ¡No te quiero ni ver!

—Joy, por favor. Es estúpido que peleemos por eso.

—¡Es estúpido para ti, no para mí! —se le quebró la voz mientras por sus ojos salían pequeñas lágrimas. Hasta que dejó soltar el llanto.

Él se apresuró a ella y la abrazó. La de ojos celestes se negaba a ser abrazada por él, hasta que al final cedió dejando salir todas sus lágrimas. Acarició el cabello de esta consolándola. Ya tenía ganas de acabar aquella pelea y deshacerse del ‘problema’ como diera lugar.

—Era mi primer hámster, y prometiste cuidarlo —alzó su rostro para verle—. Y no lo hiciste. No intentaste reemplazarlo si quiera con algo vivo para evitar esto —frunció antes de decir lo siguiente, que era lo que más la molestaba—. Sino que pusiste un hámster de peluche esperando a que yo no me diera cuenta.

—Y no te habrías dado cuenta sino te lo hubiera comentado en tan inoportuno momento —aceptó culpable.

Ella se había ido unos días a visitar a su abuelo, y su novio había aceptado cuidar al hámster que él mismo le había regalado por esos días. A él se le había olvidado por completo, al tener una rutina ya establecida, nunca se acordó del pobre animalito. Y el día anterior al que Joy llegaría a casa, él se dio cuenta de que el pobre animal murió por falta de alimento.

Admite haber sido algo imbécil por no cuidarlo, y más imbécil por no comprar uno igual al anterior, sino que comprar uno de peluche que lucía casi real solo para que ella no se diera cuenta. Y así fue, ella no lo notó, no recordaba tener un hámster. Hasta que el chico en una sesión de besos comentó que le alegró que ella le encantara su hámster, haciéndola recordarse del animalito, y comenzando el pleito porque era un peluche lo que había en la jaula.

—Perdón —le dijo él, seguido de un beso en la coronilla.

—Te perdono —el azabache arrugó la mirada, la conocía demasiado bien, como para saber que iba a pedir algo a cambio—. A cambio de un perrito.

—Eso ya lo veremos —ella sonrió con inocencia.

ONE SHOTS | FREDOY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora