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DESDE MI VENTANA

Ea una tarde de verano. El sol estaba ocultándose poco a poco. Una chica rubia de ojos celestes observaba desde la ventana de su habitación a su vecino de cabello azabache jugar soccer con el que era su hermano. Ella torció el gesto. Desde hacía ya bastante que el azabache le gustaba, lo miraba cada vez desde la ventana de su habitación, que quedaba frente a la de él.

Ella lo admiraba desde lejos siempre. Como una completa acosadora, aunque ella no quisiera admitirlo por nada del mundo. Tenían trato, sí. No es que nunca han entablado palabra, porque él a veces la va a visitar a su casa por alguna tarea, o cuando necesita algún consejo. Ella sentía que él la consideraba una amigas más, mientras ella no lo quería considerar a él su amigo.

Se conocían desde la niñez. Ella lo sabía todo sobre él. Cuál era su comida favorita, su canción favorita, cuáles eran sus pasatiempos, sus horarios de todo y demás cosas que para ella eran muy ‘esenciales’. A vista de cualquier persona cuerda, ella era como una clase de acosadora Tenía su número de teléfono, y lo sigue por todas sus redes sociales, estaba al pendiente de todas las cosas que él subía.

No podía negar que tenían trato los dos. Porque él a veces iba a la casa de ella para pedirle su opinión de cosas que sucedían, como también veían películas juntos. Pero ella lo quería ser su amiga, ella quería ser más que eso, pero no encontraba la manera de expresarle sus sentimientos hacia él sin sonar tonta, o que él la vaya a rechazar como hace con el resto de las chicas. A veces hasta pensaba que él era gay, ya que nunca había tenido novia, y a cada chica que se le declaraba la rechazaba.

Ella tenía miedo de ser alguna de esas chicas. Que esa amistad de años se acabara por lo incómodo del rechazo. Eso la dejaba pensando demasiado, a veces ni podía dormir por crearse escenarios falsos en su cabeza en los que él le dice que no quiere nada de nada con ella de una manera atroz.

Él nunca había sido malo con ella, es más, muchas veces él le dice que la quiere como a una hermana. Lo cual le rompe el corazón cada vez que lo oye. Ella simplemente no quería ser eso. Quería ser más. Mucho, mucho más. Sabía que tenía que hacer algo para poder lograrlo, pero no es lo suficientemente valiente.

Por andar perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que el azabache había entrado a su casa junto con su hermano. Comenzó a buscarlo con la mirada, y al no encontrarle resultado a su búsqueda, se dirigió a la otra ventana de su habitación que daba a la calle, a ver si no se habían ido de casualidad de la casa. Escuchó un ruido en la habitación y al girarse se topó con los ojos grises del muchacho.

—Hola —saludó él.

Ella no encontraba como articular palabra. Su mente se encontraba en blanco, no podía creer que la había atrapado en su momento acosadora.

Él no era aquel estereotipo de capitán del equipo de fútbol, ni ella el estereotipo de la chica nerd. Eran dos chicos de mundos tan iguales como distintos. No compartían en los mismos ambientes, pero a la vez disfrutaban de otro ambiente que no sea el suyo habitual. Tenían casi los mismos pasatiempos. Y a pesar de ser tan iguales, eran polos opuestos.

No le sorprendía el hecho de que se encontraba dentro de su casa, porque no era la primera vez que él entraba por la ventana de su habitación, aunque ella nunca lograba descifrar como era que él lograba escabullirse dentro. Y nunca pedía perdón, simplemente lo hacía y ya.

—H-hola —saludó ella de vuelta—. ¿Qué haces aquí?

—Quería saber que hacías aquí sola en tu casa una tarde de verano ¿adoptaste nuevo pasatiempo? —ladeó la cabeza confundida—. Digo, te la pasas en la ventana, me imagino que ahora observas aves.

Había sido atrapada, aunque no del todo. Él ya sabía que se la pasaba observando por la ventana, por lo menos no que lo espiaba a él.

—Este, sí. Ahora observo aves —dijo la rubia esquivando la vergüenza—. Me distrae del aburrimiento.

Él no se encontraba totalmente seguro de lo que ella estaba diciendo, pero al ser una chica tan sincera, decidió creerle.

—Y bueno. Que piensas hacer el resto de la tarde. ¿Vemos una película aquí en tu casa o…? —a la chica no le disgustaba la idea de la película, pero tampoco encontraba la manera de decirle que sí con palabras. Así que solo asintió a lo que el azabache le regaló una sonrisa.

Bajaron las escaleras hacia la sala, ella con sus piernas que parecían gelatina, mientras él caminaba muy cómodo como si aquella fuera su casa, y bueno, desde siempre fue muy bien recibido allí, así que lo sentía como un segundo hogar. La chica preparó palomitas y sirvió dos vasos con refresco en la pequeña mesita frente al sofá.

—¿Qué te gustaría ver? —le preguntó ella a él, a lo que se giró a verla fijamente, poniéndola nerviosa.

—Quiero que escojas tú mejor —ella frunció el ceño confundida—. No tengo ningún problema con lo que quieras ver.

—De acuerdo.

Le parecía demasiado raro aquella actitud de él, ya que le gustaba ser siempre el que escogía la película. A pesar de estar locamente enamorada de él, al principio cuando habla con él es cuando se pone nerviosa, o en ocasiones cada que él hace preguntas como “¿te gusta alguien?” “¿por qué no tienes novio?” y cosas de ese estilo.

ONE SHOTS | FREDOY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora