La traición de la señorita Dunne

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Ok, ¿en serio me puse a editar esto un domingo a la noche cuando estudie alrededor de 10 horas en el día solo porque ví que una nueva lectora había llegado y se había enviciado con la historia? ¡por supuesto que sí! Sí, me llegaban las notificaciones de una chica que estaba leyendo y votando la novela cada noche sin falta. Entonces se me prendió la lamparita de que tenía un capítulo entero escrito sin publicar porque no le había corregido la ortografía, jaja. Le agradecen a ella (?)


Miércoles 28 de junio de 2006.


Querido Diario: 

Hoy puedo contarte una noticia buena y una mala, ¿Cuál escoges?

—La buena

—La mala

Interpretaré tu silencio como si fueses capaz de dar una respuesta genérica: «Mejor la mala, por favor. ¡Que lo negativo pase rápido!»

Entonces empezaré con la buena.

Tal vez no debería estar contándote esto, digo, es muy estúpido, ¿qué persona con un mínimo de raciocinio habla el crimen que cometió?

Pero... no puedo evitarlo. Me siento orgullosa de que las cosas salieron tal y como lo planeé. En verdad pensaba que podía llegar a arruinarlo. Soy demasiado ansiosa para el tipo de cosas que demandan esperar tiempo. No puedo hornear siquiera unas galletas con chips de chocolate decentes porque me desespera dejarlas reposar media hora dentro de la nevera, por lo que las cocino directamente, y no dejo el espacio suficiente entre cada bolita de engrudo y la otra porque quiero que todas estén listas al mismo tiempo, sin tener que verme limitada por el tamaño de las bandejas. El resultado siempre es una gran masa que está más cerca de verse como  vómito que como las apetitosas galletitas de la portada de la revista de recetas.

Ah, ahí va, soné como una típica adolescente de internet que  intenta lucir diferente a los demás banalizando un trastorno mental (¡Tengo ansiedad, me puse nerviosa antes de un examen!, ¡Nadie entiende mi trastorno de ansiedad, reviso muchas veces haber cerrado la puerta de mi casa por la noche!, ¡Sé que lo tengo porque soy terriblemente impaciente, no necesito que un profesional me diagnostique!)

Me gusta saltarme las clases, especialmente las que me parecen pesadas, estresantes... ¿abrumadoras? Como lo son matemáticas, biología,  educación física y recientemente: literatura. Me gusta la literatura, pero no los cantos de «El Mío Cid» que el profesor está tan entusiasmado por enseñarnos (es una lástima que John solo imparta clases a los chicos de primer y segundo año, ciertamente, él conoce cuentos espeluznantes que gozaría de escuchar leer en clase). En las asignaturas que no me hacen sentir sofocada solo saco mi cuaderno de dibujo y presto atención siempre que digan algo interesante. No es que intente hacerme la rebelde ignorando a aquellos maestros precarizados que solo buscan cumplir con su hora de trabajo para llevar el dinero a su casa, solo que no siento el entusiasmo suficiente como para intentarlo. No siento ánimos de nada, y eso se ve reflejado en mis calificaciones.

(Se lo he mencionado a mi psicólogo,  y éste parece preocupado por las escasas ganas de levantarme día a día)

Y te preguntaras, querido diario... Evelyn, ¿y eso que tiene que ver con el interesante crimen del que comenzaste hablándome? Voy a ése punto, con calma.

Te he dicho que hay asignaturas de las que no me escabullo, ¿verdad? Bueno, resulta que una de esas materias es Historia. La profesora Dolores es una persona muy apasionada, en serio me gusta cómo explica las cosas. No tiene esa voz monótona que tienen muchos maestros, ya sabes, esa que es siempre plana,  en donde nada te parece realmente importante aunque ellos lo afirmen, porque su voz no lo transmite; Esa que te hace pensar que están leyendo un libro invisible frente a tus ojos, que no te contagia ni un mínimo de emoción.
Dolores no lo hace sentir como una clase, sino como una charla muy educativa con un amigo culto. Logra mantenernos al vilo de su historia como si de un cuento se tratase, sabe cómo narrar los acontecimientos para atraer nuestra atención.

Todo está bien, JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora