Shinazugawa Sanemi

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Sanemi miró a la chica con ojos suaves, la chica era un amor de persona, desde que la conoció extrañamente no pudo separarse de ella a menos de que fuera para entrenar o ir a misiones, siempre que podía estaba a su lado y hablaban de diversos temas, ella no era cazadora así que le contaba las cosas comunes, pero interesantes que le sucedían y el albino le contaba de sus "aventuras" recorriendo los lugares para asesinar demonios.

El albino sabía que el palpitar en su pecho no podía ser nada más que amor, la mujer no le había hecho ninguna cara debido a sus cicatrices ni su lenguaje grosero o descarado, ella simplemente le seguía le juego de una manera educada y un poco burlona para que terminaran riéndose fuertemente de la situación.

El pilar tomó la mano de la chica nervioso, ella estaba aún más nerviosa y evitaba mirarle a la cara, ella le había dicho que tenía que decirle algo muy, muy, importante y que no podía esperar. Sanemi sintió su corazón doler cuando la chica le confesó que ayer el chico que le gustaba la aceptó y que ahora eran novios, eso realmente lo destrozó, pero le dio una pequeña sonrisa y le felicitó, la chica estaba muy avergonzada mientras se cubría el rostro y saba pequeñas vueltas en el tatami a la vez que chillaba, estaba tan emocionada por su nuevo novio, ¡Incluso se imaginaba como sería la boda! Era tan ilusionante pensar que alguien la amara con locura.

Sanemi en el trascurso de cuatro meses empezó a notar cambios en la chica, si bien en los anteriores cuatro meses la mujer estaba tan radiante y feliz como si fuera un pequeño sol, ahora se notaba levemente un poco más apagada y de vez en cuando no estaba su preciosa sonrisa, sino, una mueca algo triste, obviamente él se preocupó por ella, no fue capaz de olvidar sus sentimientos por ella en esos cuatro meses, no cuando aumentaban cada vez que ella se abalanzaba a él y le hablaba de manera dulce.

El albino obligó a la chica a salir de su habitación y ambos recorrieron el pueblo de ella, entonces en un momento dado la chica empezó a derramar lágrimas, su novio el cual le había tratado tan bien en esos meses estaba coqueteando con otra chica y la besó, ella intentó encontrar alguna respuesta e incluso lo confrontó, pero él respondió duramente y la miró con sorna.

—Lo siento hermosa, pero no soy un hombre de una sola relación. Si no te gusta, te largas —el azabache hizo el dedo hacia atrás con una sonrisa descarada—. Aún hay muchas zorras que quieren gozar de mí.

—T-tu... —la chica se sonrojó hasta las orejas mientras lloraba fuertemente y se cubrió el rostro a la vez que salía corriendo mientras lloraba fuertemente, Sanemi intentó detenerla, pero ella había corrido bastante rápido y él había reaccionado demasiado lento.

—¡Bastardo! —gruñó el albino y se abalanzó sobre el azabache golpeando su rostro con fuerza— ¡Ella te confió su dulce y delicado corazón! ¡Tu maldita mierda de existencia es peor que la escoria jodido engendro asqueroso! —el albino siguió golpeando al azabache hasta que sus manos estuvieron manchadas de sangre y al hombre descarado respiraba dificultosamente— ¿Crees que tu perdón lo solucionará todo? Ella no se va a curar de las putas heridas que le hiciste tan rápidamente, realmente mereces la muerte.

—H-hablas como si e-ella te gustara mucho —rio adoloridamente el azabache intentado recomponerse, aprovechando que el albino ya se había alejado de él.

—¿Y qué si lo hace? —gruñó el albino.

—Q-que jodida l-lástima, porque ella me ama a mí. N-ni creas q-que me disculparé, jamás hago esa mi-erda —habló egocéntricamente el azabache y el albino se le volvió a tirar encima para empezar a golpearlo de nuevo si no fuera porque entre diez hombres tuvieron que retenerlo.

—¡Te mataré bastardo! ¡Te mataré! ¡¿Cómo mierda te atreves a hacerle eso a Yūzā?! —gritó colérico el albino y al final se liberó de esos molestos hombres y se fue a pasos pesados a la casa de su mejor amiga.

Sanemi suspiró intentando calmarse y tocó suavemente la puerta, la chica no respondió hasta que el sonido de la puerta siendo golpeada no cesaba junto con la voz preocupada del albino el cual apenas verla la estrechó entre sus robustos brazos y la pegó a su cuerpo, ella de nuevo empezó a llorar, él obviamente se dejó abrazar y la intentó calmar con pequeñas caricias y dulces mimos.

La chica había caído en una depresión, no era el primer hombre que la engañaba tan descaradamente y le dañaba, muchos incluso tenían en descaro de decirle que no era lo suficientemente atractiva o que su actitud era molesta, que esto y aquello, aquel idiota fue la punta del pastel que hizo que la gran carga emocional y las inseguridades que siempre la carcomieron la inundaran, desde que era pequeña había sido así debido a que había estado en un ambiente solo de mujeres las cuales eran extremadamente estrictas y le pusieron varas demasiado altas para cumplir y ella no las alcanzaba haciendo que la regañaran y castigara, incluso la insultaran por su inutilidad.

Al albino cansado de verla llorar empezó primero por sacarla de su casa y hacerla vivir con él en la finca del viento, obviamente la mujer se negó, pero al final ni siquiera puso resistencia por los pocos ánimos que tenía, casi como una muñeca inútil, eso obviamente encendió más alarmas en Sanemi el cual empezó a actuar más calmado para no desatar otra crisis de angustia en su amada, evitaba toda pelea que se pudiera desarrollar enfrente de ella o que la pudiera escuchar.

Pequeños presentes del albino empezaron a ser entregado a la chica decaída, él se esforzó lo máximo posible por hacerla sentir bien, todos esos regalitos eran cosas simbólicas en todo el tiempo que se conocían, el chico se había memorizado cada gusto y disgusto de la mujer en su finca, todo, desde que amaba ver las aves volar en el cielo azul hasta que odiaba el sofocante calor en las noches que no le dejaba dormir a menos de que se diera una ducha de agua helada.

Sanemi empezó a actuar lo más suave y tierno que podía, invitaba a la chica a salir, en cada misión le traía un pequeño recuerdo, la despertaba con un beso en la frente y cada vez que caminaban por el pueblo sus manos estaban entrelazadas

Al final todos los esfuerzos del albino empezaron a dar frutos cuando ella empezó a reír más y a ser más libre con él, eso le alegró muchísimo, apoyarla en ese duro momento y verla salir mejor que antes fue reconfortante para él, parecía que esa brillante sonrisa y ojos luminosos solo apuntaban a él, entonces decidió dejar de guardar silencio

Y se declaró

Y ante todo escenario que tenía en su mente, él fue besado suavemente por los labios de la chica la cual se aferró a él y apoyó su cabeza en su hombro diciendo suavemente un "Yo te amo", fue la primera vez que él chico fue tan feliz en su jodida vida.

One-short Kimetsu no YaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora