IX. Vie et Mort

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ADVERTENCIA

Violencia
Sangre

En una pequeña ciudad en el sur de Bohemia, la vida transcurre casi inalterada por la guerra. Las tropas van y vienen, pero un puesto de vigilancia afuera de la ciudad se encarga de mantener el orden. Cerca de allí una clínica provisional para atender a los heridos se encuentra instalada.

Todo es normal excepto por uno de los médicos. Siempre lleva el atuendo de un médico de la plaga, aunque en la región no ha habido brotes desde hace tiempo. Es muy callado y se dedica únicamente a su trabajo. Sus colegas lo ven raro, pues sus métodos son poco convencionales, pero no importa, son efectivos.

El doctor de la plaga se ha hecho muy popular en los alrededores, por la mañana atiende en la clínica. Y por la tarde visita a las familias en sus hogares y aun a altas horas de la noche consulta de emergencia.

El ambiente era agradable y la gente amable a pesar del conflicto.

"Quizá podría establecerme aquí definitivamente", pensó Sylvain mientras miraba por la ventana de la habitación, dónde algunos niños jugaban entre ellos.

"Formar una familia" pensó y sonrió, "que tontería eso es imposible" y absorto en los cantos de una ronda infantil, se perdió en las profundidades de su memoria.

"Sylvain, Sylvain ¿Otra vez soñando despierto? ¿Qué voy a hacer contigo, querido?"

Era tan reconfortante escuchar aquella voz suave, las manos cálidas sobre sus hombros, seguido de un tierno beso en la mejilla.

Ella olía a lavanda recién cortada y su rastro quedaba impregnado en la habitación aun cuando no estaba ahí.

Cuando nunca había estado ahí.

Un fuerte golpeteo en la puerta lo sacó de su trance, el hombre del otro lado exigía con urgencia ver al médico de la plaga.

Con pasos torpes, aún adormecido salió a ver por qué el alboroto.

― ¡Es urgente! ―le gritó un hombre bien vestido, tomándolo del brazo y forzándolo a salir de la habitación.

―Espere, ¿Puede explicarme qué pasa?

― ¡No hay tiempo la hija del gobernador se está muriendo!

Al oír esto, el doctor tomó su bolsa y corrió detrás del hombre hacia el hogar de la enferma.

†††

En una enorme cama, envuelta en sábanas de seda estaba una pequeña niña. La nodriza y varias criadas hacían lo posible por bajar la fiebre de la niña, humedeciendo su frente con paños de lino.

Mientras la madre desconsolada, lloraba inútilmente en el rincón de la habitación, el soberbio padre intimidó al doctor con la mirada.

Los pasos de Sylvain resonaron en la habitación y las mujeres alrededor de la niña se hicieron a un lado. Él se sentó en el borde de la cama e inspeccionó a la pequeña.

―Se quejó de dolor de estómago desde ayer por la tarde ―dijo la nodriza con un hilo de voz ―toda la noche vomitó y estuvo febril.

La mujer con las manos temblorosas apretando su delantal, más que preocupada parecía aterrada.

― ¿Me ayuda con las sábanas? ― respondió Sylvain y la mujer se acercó a la cama y descubrió a la niña.

El doctor procedió a palpar el abdomen, estaba inflamado y se sentía caliente, la fiebre no había cedido, los labios de la niña estaban resecos y morados, igual que las palmas de las manos.

Contigo Hasta El FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora