El eco de las campanas en la lejanía terminó por despertarlo. El doctor estiró los brazos por encima de su cabeza, sentía el cuello levemente adolorido, acostumbrarse a llevar la máscara y el hábito pegados a su cuerpo todo el tiempo estaba costando más de lo que imaginó.
Ya de pie, caminó por el pequeño cobertizo prestado por alcalde del pueblo y que le servía de estudio y área de descanso. De su bolsa, sacó una hogaza de pan, queso y una botella de cristal llena de agua pura.
Si bien, dormir y comer ya no son necesarios, el resultado es reparador. Comió lentamente mientras repasaba mentalmente las actividades del día, tres pacientes aquejados por la enfermedad a los que no había atendido el día anterior, no por falta de voluntad o fuerza propia, más bien, aquellos pobres enfermos estaban tan debilitados que no habrían sobrevivido al tratamiento. Los envío a casa a descansar y comer tan bien como les fuera posible y a la mañana siguiente los atendería como una prioridad.
Las calles estaban inusualmente abarrotadas, mercaderes extranjeros con objetos de países lejanos habían llegado a la ciudad y la gente curiosa se había arremolinado en torno a la caravana. Un mortero de porcelana y un juego de afilados cuchillos llamaron su atención y se detuvo un momento para hacer tratos con el vendedor. Los objetos eran de buena calidad y pensó que podría usarlos en su práctica médica. Mientras caminaba hacia su destino, una multitud congregada en la plaza estalló en carcajadas.
A lo lejos, por encima de la gente alcanzó a ver el espectáculo, un pequeño hombre envuelto en una capa negra hacia una exagerada reverencia al público y un niño, con cazo en mano pedía cooperación para el espectáculo. Al parecer, con la caravana de mercaderes, también había llegado el teatro.
"¿Alguien ha visto a mi querido Corvo?"
Resonó la voz lejana del encapuchado a media plaza.
"Voló lejos de mí hace un tiempo y no ha regresado"
Algo en la voz del hombre, llamó la atención del doctor y se giró para dar un último vistazo al espectáculo.
"Tiene un hermoso plumaje negro tornasol y es muy listo, si lo ven, díganle que lo estoy buscando".
El doctor se aferró a su bolsa. A veces su memoria volvía a aquella ciudad.
††††
La luz amarillenta se colaba por las cortinas de terciopelo de rojo oscuro, casi negro, en medio de la habitación envuelto en un aura macabra, el Lord de la Máscara Angustiada tocaba en el clavecín una melodía. Las notas agudas de pronto fueron sofocadas por su potente voz, haciendo eco en la recámara, en perfecto latín, un dulce canto desconocido para el doctor. No era un réquiem, ni cualquier otro canto ceremonial, palabras lóbregas, que melodiosas, nublaban el juicio del doctor ordenando sutilmente a permanecer siempre junto al Lord Negro.
††††
El joven doctor cerró los ojos e interrumpió sus propios pensamientos agitando una mano sobre su cabeza, disipando la bruma invisible de sus recuerdos, que no eran más que falsedades que habían sido implantadas en su mente por el ominoso ser. O eso era lo que prefería creer.
Miró por última vez al actor que seguía en su farsa, con el corazón invadido por la nostalgia, pero tenía una misión que cumplir, no podía perder el tiempo viviendo en el pasado y continuó caminando hacia su destino.
††††
En un cuenco de porcelana y con el agua más pura que disponía la ciudad el Doctor lavaba de sus manos, sus dos pacientes anteriores, aunque complicados el resultado fue favorable, habían sido curados, pero desde que vio a su último paciente, el panorama era desalentador.
La enfermedad había acabado con el hombre, que no era tan viejo, apenas podía mantenerse en pie, estaba flaco y la respiración débil y dificultosa, los ojos sin brillo y los labios secos.
―Debo ser sincero, señor ― se dirigió al joven junto al paciente― su padre es un hombre muy enfermo, incluso con la medicina que le he dado, no presenta ninguna mejoría y mi cura es, un procedimiento bastante delicado. Incluso si llegase a sobrevivir, su cuerpo debilitado tal vez no soporte por mucho tiempo. ¿Está dispuesto a correr el riesgo?
El joven hombre asintió, con los ojos llorosos y suplicantes, incluso si la esperanza era pequeña, al menos lo intentaría. En su consciencia no había dudas o arrepentimiento y para el Doctor era más que suficiente.
Entre los dos colocaron sobre la cama al hombre mayor que apenas podía ponerse en pie.
―Espere afuera― le dijo al hijo ―le llamaré cuando tenga noticias.
El muchacho asintió y salió de la pequeña habitación, dejando al doctor a solas con su paciente y entonces, se dispuso a revisarlo con más cuidado. Los daños a su cuerpo realmente eran demasiado graves, los órganos estaban comprometidos y se preguntó si realmente podría hacer algo por él.
Y la respuesta llegó en forma de un viento helado.
Miró por encima de su hombro, por un segundo percibió una silueta oscura y luego miró al anciano. Un atisbo de lucidez apareció en sus ojos, mientras sujetaba la mano del doctor con toda la fuerza que le quedaba.
―Déjame ir― susurró con voz áspera, sus ojos rogando por la liberación del sufrimiento.
―Dile que estaré bien a dónde voy― agregó con voz aún más débil, entonces, la sombra tras del doctor se acercó, un escalofrío le recorrió la espalda.
Con ambas manos, el doctor sujetó la mano del hombre moribundo y con los ojos cerrados recitó el poema dies irae y sintió como poco a poco el alma abandonaba el cuerpo.
"Gracias" creyó escuchar poco antes que la oscura sombra de la muerte, abandonara la habitación llevándose el alma del anciano.
―Amen― fue su última palabra y luego la habitación se quedó en silencio, todavía tenía la mano del muerto entre las suyas, cuando escucho rechinar la puerta y los pasos inseguros del joven.
―Se ha ido, ¿Verdad? ―preguntó con voz quebrada y el doctor solo asintió y dejo reposar las manos del anciano sobre su abdomen, le cerró los ojos y lo cubrió con una sábana blanca.
―Lamento su pérdida. Espero que encuentre pronta resignación― le dijo al muchacho y se hizo a un lado, dejando al chico llorar a los pies de la cama donde yacía el cuerpo de su padre.
El doctor recogió sus instrumentos sin mediar palabra y abandonó el hogar, su trabajo ahí había terminado.
††††Se me acabó la inspiración por hoy.
Nada más que decir, les dejo una nota de breviario cultural...Dies irae (días de ira) es un cantico litúrgico del siglo XIII escrito en latín y habla sobre el día del juicio final y como los justos serán salvados y los pecadores arrojados al infierno. Se utilizó durante mucho tiempo por la iglesia católica para las misas de difunto. Es un poema muy largo y ha sido adaptado por muchos autores entre ellos Mozart (creo que es la versión más conocida).
Y como yo no sé mucho de música les dejo un vídeo, este señor aquí explica mucho mejor.
Y pues nada. Muchas gracias a todos los que se pasan por aquí, dejan comentarios y votan!!!Si todo sale bien, la próxima semana estaré actualizando.
Saludos!!!!
ESTÁS LEYENDO
Contigo Hasta El Final
Fanfiction★[EN EDICIÓN -Ahora si-]★ Historia de un médico de la peste y un señor oscuro, desde su primer encuentro en una tierra vil, hasta ser contenidos por la Fundación SCP. SCP-035 x SCP-049 CONTENIDO ADULTO 🔞 ★Violencia ★Gore Los personajes pertenecen a...