25. Un baile

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Continuación

Cuando la tía Samantha dijo que la gala iba en honor a ella, me imaginaba que iban a ir artistas de todo el mundo, pero nunca se me pasó por la cabeza que también iría la crema y nata de la sociedad de Nueva York, quizás hasta de todos los Estados Unidos.

Lo supe por la forma en que los invitados conversaban y se movían alrededor: de esa forma veía que actuaba la típica gente estirada.

Ni bien mi tía apareció por la Gran Escalera que daba desde la entrada hasta el Salón, todos los presentes comenzaron a aplaudir con ganas.

- Ladies and gentlemen - anunció un tipo con pinta de Nick Fury (con los dos ojos, claro) -, our guest of honor, miss Samantha Dekker.

El hecho de que la presentara como "señorita Samantha Dekker" y no como "señora Samantha Rodríguez", me hizo sentirme más orgullosa de ella de lo que ya estaba, porque significaba que había logrado que todos la tomaran en serio, sin excepción.

De ahí, mi tía agradeció a todos por su presencia en aquella gala tan importante que celebraba el éxito compartido de su trabajo con aquellos que lo aprecian.

No presté demasiada atención a sus palabras porque no dejaba de huir de las miradas de reojo de Gustavo.

Cuando mi tía por fin terminó su saludo y la gente se dispersó por todo el salón, Gustavo y yo nos reunimos con mi familia y el señor clon de Nick Fury.

- Angie, él es el Doctor Thomas, el director del Museo - lo señaló -. Dr. Thomas, this is Angela, my niece from Peru.

El hombre abrió mucho los ojos cuando mi tía mencionó mi país, y estrechó mi mano, cosa rara para mí, pues en Perú siempre saludábamos de beso incluso a gente que acabábamos de conocer.

Entre toda su palabrería, pude entender que le fascinaba el Perú, y que había disfrutado cada uno de sus diez viajes allá.

- Oh, and this is Gustavo - añadió mi tía señalando al aludido -, a friend of Angela's.

Ambos estrecharon las manos, después de lo cual el Dr. Thomas le preguntó si conocía del trabajo de mi tía, y al conocer su respuesta, le dio unas palmadas en el hombro y dijo que quizás la juventud no estaba tan perdida como él pensaba.

Luego de desearnos que la pasáramos bien en la fiesta, se alejó para dirigirse al personal con bandejas de aperitivos.

Genial, pensé, moría de hambre.

Era cierto: cuando se me acercó un mozo con una bandeja de lo que vi que eran trufas de chocolate, no pude resistirme a coger una. 

-Hi - escuché que me susurró una voz masculina por detrás.

Me giré rápido por la sorpresa, y vi a un chico que podría pasar como una versión más joven de Michael B. Jordan, con sonrisa traviesa y paquete cubierto con traje de etiqueta.

Alcé la mirada para verlo mejor, porque debía ser tan alto como su tocayo actor de Black Panther.

No estaba nada feo, pero no tenía ganas de hablar con nadie, en especial con chicos; suficiente era con haber llegado del brazo de Gustavo.

-Bye - le dije con la sonrisa más falsa posible.

Sin decirme más, el grandote se retiró, aunque si le escuché murmurar para sí lo complicadas que eran las mujeres.

Decidí mirar a mi alrededor: los invitados estaban divididos en pequeños grupos, en los que conversaban o hacían comentarios sobre alguna de las obras de mi tía que estaban expuestas en el salón; mi tía conversaba de vez en cuando con alguno de esos grupos, o más bien, alguno de esos grupos conversaba con mi tía. 

Crecer A Tu Lado - Serie A TU LADO I [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora