Jarabe para el olvido.

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JARABE PARA EL OLVIDO:

Las posibilidades de volverte a encontrar eran remotas. Una entre un billón. Y habiendo infinitos lugares, quién imaginaría que te iba a ver en ese bar. Estabas allí, sin aviso previo, recargada en un tipo de aspecto deleznable que podría haber sido yo. Tu cara era la misma donde vi el resplandor del ángelus y el tacto de un crepúsculo gris y hermético. Llevabas rubor en las mejillas y el cabello más negro que alguna vez tocaron mis manos por el valle lunar de tu cintura. La bienaventuranza fue nuestra compañera de viaje a las estrellas tan próximas al hambre de nuestros corazones y su dolor difuso. Era la edad del bronce pulido de tus pechos. Las noches fueron lentas palabras inaudibles del mundo que brotaba sin encajes. Bebíamos la vida entre los versos de nuestros poemas y bailabas desnuda en la luz de las estrellas. Tú, entonces te encendías y el viento iba contigo por algún callejón a sórdidas tabernas, levantando tu falda minúscula, mostrándome las rutas que me llevaban al misterio. Sin duda eras feliz de forma ingobernable. También lo fui. Lo fuimos. Te dije, lo recuerdo como si fuera ayer, que un dios haría suyos los rasgos de tu nombre y el alcohol tu sabor a tequila, sal, limón y paraíso. Sigues igual, incluso me has parecido más hermosa, quizá menos alegre que la imagen que de ti conservé todo este tiempo en vano. Detrás de tu mirada no encontré el resplandor de aquella chica insomne, sino una palidez ceniza, que aún parece guardar el vértigo, cuándo caminábamos por puentes y panteónes no aptos para vertiginosos. Ya no puedo asegurarlo. Y ya tan poco me importa.

2da, resacaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora