Navegante solitario.

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NAVEGANTE SOLITARIO:

Gente mirando el teléfono, en el Metro, en la mesa, a media película, en la punta de la verga. Gente chateando sobre los temas virales, mientras la vida pasa rauda sobre una bicicleta. Gente que llega a casa y no tiene con quien hablar. Mujeres abandonadas que buscan esperanza en el chat. Hombres silenciosos que no saben conquistar miradas. Adolescentes frágiles del corazón y el alma. Lobos disfrazados de corderos en Whatsapp, depredadores que merodean el Facebook. Gente pegada al teléfono sin nadie a quien llamar. Gente retratando incendios. Es un críadero moderno, gracias a la flojera de dar ocho besos diario y la soledad interminable. Hay por ahí escondidos, ¿acaso masturbándose?, personas puliendo 140 caractéres, con la teoría del progreso. Y un avatar perfecto, y la táctica de quienes hoy te odian, para amarte mañana con puertas falsas para huir de rodillas, posteando su soledad.

Gente, personas, conocidos, que juegan con aplicaciones en horas de oficina. Gente que perdió la capacidad de mirarte a los ojos por ver gente virtual. Gente extraña, alienada, buscando señales en una pantalla de celular. Y llegas a casa y no hay un perro que mueva la cola, ni una mirada que te invite a pasar. Te quitas los zapatos, te pones las chanclas, mientras los silencios te saben a la misma humedad que sé pega en el alma como algo difícil de erradicar. Una alerta en tu celular te indica que tu Facebook tiene un like. Buscas en el chat y el mensaje que esperas no llegará. Pasan las horas en soledad y no tienes a quien llamar. Sé escurren los días, se van las horas como escarabajos tristes, y no tienes con quien hablar. Todo parece tan pinche triste, tan sin remedio, que te da escalofrío tan sólo de pensar que será otra noche en silencio, mirando el techo, con la luz apagada, decifrando el código de los ciegos, antes de comenzar a bostezar. Otra noche como las demás. Otra madrugada con sueños en technicolor mientras la lluvia anuncia una nueva temporada de tormentas. Otra noche que sé fue sin tener a quien llamar.

El número que usted pensó, ya ni piensa en usted. Tanto tiempo en el teléfono para que te haga evadi la rutina. Tantos ringstones, demasiadas canciones en la memoria, y nadie a quien llamarle cuando estas a punto de naufragar. El tiempo sé agota, pasa raudo y silencioso cual ave fugaz. Y tú no tienes a quien llamar.

El número que usted marcó ya se hartó de sus pendejadas. El número que usted marcó, ya es feliz sin ti. Maldito celular de moda, triste agenda sin compromisos, pinche Whatsapp sin “te necesito“. Maldito celular carísimo que no te puede contactar con alguien que sepa escuchar. Saludos habituales en el trabajo, sonrisas falsas en el café de la esquina, amabilidad fingida en el Suburbano, amistades de media tarde que luego te habrán olvidado.

Y como carajos sucedió?, porque te quedas tan a solas, si tienes tantos amigos en el Facebook, con tantos contactos en el chat, con tantos likes en tú foto nueva.

Sería lindo hablar con alguien de las cosas más simples, de lo grande que está la luna, de lo triste que es calentar la comida en microondas, de la última película que te hizo llorar, de una canción que te recordó la infancia, de tantas y tantas cosas que te merodean las dos o tres neuronas sanas que aún te quedan.

El número que usted marcó, ya está en brazos de otro. Sera mejor encerrarse esta temporada de lluvias y el próximo otoño, para cultivar cactus en miniatura frente a la ventana y mirar las lluvias limpiando el polvo, borrando las huellas de nuestros fracasos. Será mejor hacerte el tonto. Será mejor ya no llamar a ese número que ya no quiere saber nada de ti.

“El número que usted invocó, no quiere saber nada. El número que usted pensó, ya no piensa en usted. El número que usted dudó, ya está en brazos de otro. El número que usted quiere marcar, lo engañó con otro. El número que usted marcó, ya sé harto de sus pendejadas. El número que usted marcó, ya sé harto de que llame cuando está borracho. El número que usted marcó, no quiere saber de poesía ni de la tristeza que artesanalmente usted va tejiendo.

Muérdete los labios o cósete la boca con aguja e hilo cañamo, pero no aúlles esta triste noche, no vociferes tus miedos, tus soledades. No te mires al espejo, no asomes la cara, no provoques lástima con tu baja autoestima. Cósete la boca con hilo cañamo, pero no le llames de madrugada sólo para declararte derrotado, porque ya estas vencido de antemano. Cósete la boca o muérdete los labios, pero no le llames a deshoras, para repetirle cuánto la has extrañado. Que lo sepa Jack Daniels o el Captain Morgan, pero no sigas lanzando botellas al mar de los navegantes solitario“.

2da, resacaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora