Soy demasiado torpe.

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SOY DEMASIADO TORPE.

Sin tí no hay lugar para sonrisas. En el cenicero apestan las colillas. Soy demasiado torpe en un mundo tan poco práctico. El alcohol se extingue con la misma prisa que mis sueños adormecidos. Una infinita tristeza se cuelga de mis hombros. Nada me da esperanzas, reniego de todo, quisiera hundirme en mis silencios. Estoy más solo que ayer y menos triste que mañana. Una canción me recuerda tu ausencia. Sé que estas palabras podrán sonar huecas, harto vacías, pero no tengo mejor forma de confesar que siempre he sido un idiota sin remedio. Soy demasiado torpe para valorar lo que tengo, para cuantificar lo que poseo. Me he condenado a perder todo lo que vale la pena: tu sonrisa contagiosa, la ternura en tus ojos, tu calor en mi cama, tus sueños que no he visitado “sólo tengo sueños sí tu estas en ellos“ y las noches recorriendo tu geografía de deseos. Soy demasiado torpe para recuperar lo que he perdido. Alguna vez tuve tu besos tibios y tu manera de vestirte bien y se desvestirte mejor, pero ahora sólo es un suspiro. Extraño tus ojos como destellos y me odio por ser tan pendejo. Soy cliente frecuente del desconsuelo. Y mi propio yo, me mira desde el espejo y no me reconoce por completo. He bajado un par de kilos, desayuno cigarros, mi sofá apesta a humo y en el refrigerador hiberna mí corazón. Los trastes se enmohecen en el fregadero, la foto de mi infancia ya se caen de viejo. Soy tan torpe que me he especializado en lamentos. Me quejo de todo, aborrezco lo que no comprendo, detesto lo que no controlo.

De pronto me siento como un niño, me dominan mis caprichos, me abruman los compromisos. Dependo en extremo de mis estados de ánimo, que suelen ser igual de frágiles que una balsa sin clavos. Y naufrago en mis desvelos. Y desvarío con tus recuerdos. Y añoro tus besos en la madrugada. He hecho un pacto con mis demonios internos, sólo que no lo han respetado. No estoy en paz con los dioses, ni en guerra con mis ángeles, sólo pasa que soy demasiado débil para pactar las treguas. Espero que sólo sea una mala racha, porque no creo aguantar esta novela barata. Mis palabras sonarán confusas, con ganas de no decir gran cosa, quizá sea tiempo de reiventarme. Me siento cansado, agobiado, no sé que pasará mañana, y mientras tanto deberé lidiar con mi alma, que no suele ser solidaria. Sólo sé que tu imagen viene a mi mente como rayos y tormentas. Y la botella de ron no funciona como pararrayos. Mi habitación es un desierto sin más oasis que en las noches en que te pienso. Las resacas seguro que las curaré con placebos, porque no hay remedios caseros que alivien el vacío que dejó tu nombre en este encierro.

2da, resacaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora