Y sigo bebiendo.

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Y SIGO BEBIENDO:

Hago un inventario en el corazón y resulta que también la situación está del carajo. Nunca es suficiente con las deudas materiales, encima está el desfalco en el alma, la bancarrota emocional. Y en cada suspiro, viene el diablo y me malaconseja cosas terribles al oído: salta desde la azotea, pásate al bando de los débiles, empeña tu dignidad, olvídate del orgullo, ruégale para que vuelva, emborráchate y llámale en la madrugada, fírmale un decreto para que te haga la vida miserable. Y a veces me emborracho y pienso que hay mujeres que están hechas para condenarme al olvido. Y otro pinche suspiro. Y otro trago más, acompañado de un cigarro. Y una vez más me siento tentado a llamarle, harto del abandono, cansado de ser invisible para ella. Y mis demonios como jauría, vociferando que le marque, pero aún tengo el orgullo intacto, los arrestos para quemarme en la hoguera de los silencios. Hay ocasiones en que sí, es mejor consumirse a solas que echarle leña a la caldera de las pasiones imposibles. Y sigo bebiendo, como cada maldito viernes, preguntándome que he hecho mal, qué carajos es lo que hice para merecer esta invisibilidad. Y afuera los ruidos habituales, la madrugada con su manto trágico, el ulular de las patrullas, los autos con su velocidad, el ladrón que se oculta en la esquina, prostitutas que cobran 400 la hora, las madres solteras que sollosan a solas, obreros llegando de sus oficios, los pasos cansados de los desposeídos, la violencia que nos acecha, la desesperación de los que no esperan mejores días, la terrible rutina que recarga sus baterías. Y aquí, en el encierro, las horas pasan como si no sucediera nada que valiera la pena. Así que no tengo más remedio que beber a solas, mientras esta palidez me vuelve invisible por unas horas. Mientras su cariño me tiene en las cuerdas noqueado, con un gancho al higado por tanto alcohol barato.

2da, resacaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora