– ¿¿Se puede saber qué haces?? – pregunto dándole la espalda y tapándome los ojos. Según lo pienso me quito las manos, ya estoy dada la espalda no hace falta taparme los ojos también, qué ridícula.
– Mear, ¿acaso no es obvio? – contesta Scott, que termina y oigo como se sube la cremallera del pantalón, así que me doy la vuelta para enfrentarlo.
– Y no podías esperar a que el baño estuviera desocupado, claro – digo rodando los ojos a la vez que lo miro de arriba abajo mientras se lava las manos.
Él sonríe. Está claro que no me está tomando en serio por la que llevo encima. A él se le nota que ha bebido pero que no está mal.
– Ya, ya princesita tranquila que ya me voy – dicho eso sale del baño sin mirar atrás. Cómo se nota que solo le gusta molestar.
Salgo del baño y me uno a las chicas que se encuentran bailando de forma sensual en medio de la sala.
Antes de que a mi padre lo despidieran del trabajo iba a clases de baile. La música fluye sola en mí de una forma inexplicable desde muy pequeña, por eso me metí como animadora.
Bebimos, algunos se drogaron de más, otros vinieron de y otros fueron a ello. Así hasta las cinco de la mañana.
Octavo cubata, voy cieguísima y me hago un pis terrible. Me levanto como puedo del sofá, me hago paso entre la gente y llego al baño de la primera planta. No me molesto ni en probar si el de la segunda planta está vacío puesto que no me veo capaz de subir las escaleras sin caerme.
Abro la puerta y entro encontrándome a Scott subiéndose los pantalones. No puedo creerlo. Dos veces, ¿acaso me persigue?
– Oye esto ya es acoso – le acuso arrastrando las palabras mientras cierro la puerta tras de mí.
– Que yo sepa la que acaba de entrar sin llamar has sido tú – se acerca al lavabo. Creo que es el primer hombre que veo que se lava las manos siempre después de mear.
– Touché – contesto y me acerco sentándome para hacer pis. – ¿Te importaría mínimo darte la vuelta? – le pregunto.
Con una sonrisa divertida me hace caso, dándome algo de privacidad. Al terminar me lavo las manos y él me observa, apoyado en la pared, a través del espejo.
– ¿Ocurre algo? – pregunto sin saber a qué tanto empeño en fusilarme con sus ojos marrones. Unos preciosos ojos marrones, he de admitir.
Veo como poco a poco se acerca y me volteo para estar cara a cara con él. Esto está siendo raro.
Con una mano me toma de la barbilla con la intención de que mis ojos vayan a los suyos. Sin embargo, inconscientemente acabo observando sus labios.
Coloca su otra mano en mi cintura acercándome a él y apoyo las manos en su pecho.
– Creo que estoy demasiado borracha como para saber si esto de verdad está pasando o es fruto de mi imaginación – suelto sin poder contener las palabras. Estas provocan una sonrisa ladeada en sus labios.
– Si no quieres que pase dilo y nada ocurrirá – responde colocando ambas manos en mi cintura, acariciándome. Lo dice de verdad, lo conozco suficiente como para saber que respetaría cualquier decisión que tomara.
Sin pensarlo tomo sus mejillas en mis manos y junto nuestros labios, que al momento los suyos se abren sobre los míos. No lo espero, mi lengua se desliza haciéndose paso, él me sigue y nuestras lenguas se enredan en un profundo beso.
Después de varios segundos me muerde el labio inferior de forma sensual. Esa simple acción me ha dejado cachonda. Enredo mis manos en su pelo a la vez que me hace caminar de espaldas, arrinconándome contra el lavabo. Me alza ayudándome a sentar y se hace hueco entre mis piernas para quedar lo más cerca posible de mí.
Levanta mi falda dejándome con tan solo un tanga que deja poco a la imaginación. Coloca sus manos en mi trasero, acariciándolo y apretándolo alguna que otra vez. En respuesta dejo escapar ligeros gemidos que son acallados por sus labios.
Para igualar la cantidad de ropa le quito la camisa acariciando sus algo musculosos brazos. Pongo una de mis manos en su mejilla y lo acerco todo lo posible a mí. Lo beso, lo beso con ganas disfrutando de cada roce de nuestras lenguas y estoy segura de que a Scott le ocurre igual por los ligeros gruñidos que salen de su boca.
Estamos calientes, por lo que nos frotamos el uno con el otro. Baja sin problema sus besos por mi cuello hasta descubrir mis pechos, besarlos y lamerlos. Toma uno de mis pezones en su boca chupándolo mientras me acaricia y aprieta el otro pecho. En respuesta cierro los ojos y dejo escapar un gemido.
–... – gruñe.
Se siente muy bien, sabe perfectamente lo que hace con esa santa lengua. A saber, qué más puede hacer con ella.
Libera uno de mis pechos y desciende su mano por mi abdomen hasta llegar al borde de mi tanga. Tomo sus mejillas en mis manos obligándolo a dejar mis pechos para juntar nuestros labios de nuevo. Deslizo mis dedos enredándolos en su pelo, acariciándole. Le gusta, me lo hace saber al dejar escapar otro de sus gruñidos.
Cuela su mano rozando mi parte más sensible a su toque justo en el momento que aporrean la puerta.
– ¡Vamos! ¡Liberad el baño de una maldita vez! Hay cuartos de sobra – se queja alguien al otro lado de la puerta.
Scott retira su mano para después hacer espacio entre nosotros. Me quedo mirándolo desde el lavabo con los labios hinchados por los besos. Los suyos están iguales.
– ¡Ya va! – grita Scott sin quitarnos la vista el uno del otro.
Comienzo a colocarme la ropa y él me imita recogiendo su camisa del suelo. Me bajo del mueble para colocarme la falda.
– Ha sido... – comienza a decir dejando el resto de la frase en el aire.
– Raro... y excitante – completo sonriendo y me doy la vuelta para verme en el espejo. Coloco mi pelo que a pesar de tanto frote y movimiento no está tan mal, pero que por si acaso acomodo. No me gusta dar que hablar respecto de mi vida sexual.
A través del espejo veo como me sonríe mientras abotona su camisa y acomoda su pelo. Dios, que bien estaba despeinado, pura obra de mis manos. Se acerca por detrás y coloca las manos en mi cintura para después darme un beso en la mejilla.
– Lo dejamos en algo nuestro, ¿sí? – pregunta dándome un ligero apretón en el trasero. Sonrío y afirmo con la cabeza.
De hecho, no puedo estar más de acuerdo. Hace no tanto estaba ahí afuera en el regazo de Edd dándonos mimos y ahora acabo de liarme con su amigo. Edd y yo no tenemos nada, pero que menos que si se tiene que enterar de esto sea en un futuro muy lejano.
Se separa y va a la puerta. Le freno tomándole de la mano y me acerco dándole un ligero beso en los labios.
– Las princesitas primero – sonrío de forma juguetona y salgo del baño tras ver su sonrisa, una sonrisa blanca y perfecta que me indica que el juego de palabras le ha encantado.
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Tenías que ser tú
RomanceUna líder de las animadoras, rubia, popular entre sus compañeros y querida por sus amigos. Parece la típica historia, ¿cierto? Su vida da un giro de 180 grados cuando su padre pierde el empleo. Chanel deberá enfrentarse a su nueva situación familiar...