CAPÍTULO 19 - ADÁPTATE

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Empezábamos a tener varios exámenes y el miércoles lo dejó ver. Mi día en clases fue básicamente hacer exámenes y cuando terminé el último del día me fui casa. Los días que había exámenes apenas nos veíamos todos.

En el instituto los rumores sobre mi familia seguían y no me molesté en decir nada. Lo que peor llevaba eran las miraditas, la gente ya sabía que había dejado el equipo de animadoras así que todo tipo de especulaciones se dieron.

Tenía que hacer la comida, dentro de poco llegaría mi prima de su instituto y seguro venía con hambre.

Llamaron a la puerta y me extrañé ya que no esperaba visita y Nicol se había llevado sus llaves. De hecho, poca gente sabía dónde estaba mi casa ahora.

Fui a abrir y sonreí al verlo. Desde el domingo que me había ido de su casa no habíamos tenido oportunidad de hablar, hoy solo nos habíamos dado ligeras miraditas.

Me lancé a abrazarlo y me recibió entre sus brazos.

Escondió la cara en mi cuello y me dio un tierno beso antes de alzarme colocando una pierna a cada lado de su cadera. Me sujeté a su cuello y nos llevó adentro. Me sentó en la isla de la cocina y me dio un corto beso.

– ¿Es nueva la casa? – me encantaba la forma que tenía de llevarme a la conversación que sabía que necesitaba, pero sin forzarme.

– Viviré aquí a partir de ahora.

Miró alrededor y sonrió un poco.

– No es mal sitio para vivir – dijo llenándome de calma. Le devolví la sonrisa.

Nos sentamos y decidí ser yo la que iniciara la conversación.

– He echado de menos dormir contigo.

– Yo también, ahora parece grande la cama y todo – dice con una sonrisa.

– ¿Ahora quién te hará caricias en el pelo para que duermas?

Ríe ligeramente y parece música para mis oídos.

– Mis padres también te echan de menos.

– Yo a ellos también, me hicisteis sentir como en casa. Os lo agradezco – le di un tierno beso en la mejilla. O esa era la intención, ya que movió la cara y terminé dándoselo en los labios. En esos preciosos labios que tan loca me estaban volviendo.

– ¿Quieres ver mi nuevo cuarto? – dije levantándome de la silla.

– Por supuesto.

Me tomó de la mano y lo llevé escaleras arriba.

Estaba aún en proceso de ser organizado, pero estaba bastante decente.

Se sentó en mi cama y me puse sobre él a horcajadas. Deslizó sus manos a mi trasero acariciándolo ligeramente.

– Gracias por venir hasta aquí, no tenías porque – dije.

– Quería verte, no sabía si ibas a estar ocupada. Pero con cinco minutos me conformo.

Juntó nuestros labios en un beso tierno. Él quería verme y a mí me pasaba igual.

Llevábamos ya cierto tiempo liados y creo que los ratos que pasaba con él eran los que más disfrutaba. En este tiempo había podido conocer a un Scott más cariñoso y caliente a partes iguales. No habíamos necesitado del sexo para complacernos. Si quiera había pensado en eso, pero llegados a este punto no me importaría darle esa parte de mí también.

– Scott, tú y yo... ¿estamos liados solo nosotros? No sé ni cómo se pregunta esto – dije mirándole a los ojos.

Me miró sopesando su respuesta.

– Si lo que me estás preguntando es si me he estado liando con otras desde que empezamos nosotros, la respuesta es no.

>> Pero si la pregunta es si tú puedes liarte con otros mientras estemos tú y yo siendo lo que mierda seamos, la respuesta sigue siendo no – dijo sonriendo. Me arrancó una risa que fue silenciada con un beso suyo.

– Joder, eres preciosa – dijo mientras nos besábamos.

Ese inofensivo beso fue subiendo de nivel lentamente, volviéndose más fogoso. Deslicé mis besos por su cuello mientras mis manos viajaban a su pantalón. Me bajé de su regazo y me puse de rodillas delante de suyo. Él sabía perfectamente qué es lo que iba a hacer.

Colé las manos en su pantalón y tomé su pene en mi mano, lo acaricié despacio y después rocé la punta como sabía que le gustaba.

Me sujetó el pelo y ese gesto me sirvió para lamerle e introducirlo en la boca hasta el final. Joder estaba muy bien dotado y me costó meterlo entero. Lo introduje y lo saqué repetidas veces.

Levanté la mirada de vez en cuando para ver su expresión cuando oía pequeños gruñidos por su parte.

Conseguí hacerle llegar en mi boca y me lo tragué. Tiró de mí para que me levantara y me tumbó en la cama poniéndose a mi lado.

Nos quedamos besándonos un rato.

Mordía su labio provocándole, pero lo único que conseguía eran ligeros apretones en el trasero.

Me convenció de salir de la cama para bajar a comer. No me acordaba de que aún tenía que hacer la comida así que agradecí el recordatorio.

Al rato, estábamos sentados en la cocina comiendo unos macarrones que él preparó, a pesar de haberle insistido que no hacía falta que hiciera nada, cuando entró mi prima.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora