CAPÍTULO 18 - UN NUEVO COMIENZO

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El domingo llegó y con eso mi despedida a la familia Hayes. Les agradecí por todo lo que habían hecho por mí y se aseguraron, sobre todo Juliet, de que fuera a un sitio donde me cuidaran igual o la mitad de bien que ellos. Les prometí que volvería para verlos, al fin y al cabo, ellos pensaban que estaba con su hijo.

Le di un tierno beso en los labios a Scott y le mandé mi ubicación para que viniera cuando pudiera. No podía llevarme ya que tenía compromisos con su familia así que avisé a Nicol, quien me vino a buscar con el auto de su madre.

Al cuarto de hora paramos en frente de una casa bastante grande. Era de dos pisos que estaba a medio terminar de acomodar. La cocina de mármol quedaba cerca de la entrada, daba a un salón bastante amplio donde se encontraban sofás envueltos en mantas.

– Espero que te sientas cómoda – dijo mi tía – ven, te enseñaré tu cuarto.

Me guiaron escaleras arriba y cuando abrieron la puerta me encontré con una cama con varias mantas, una mesa de escritorio blanca, un armario empotrado del mismo color y varias cajas.

Había una cama con varias mantas, una mesa de escritorio blanca, un armario empotrado del mismo color y varias cajas.

– ¿Las cajas? – pregunté curiosa. No tenía nada de mi otra casa más que la ropa que me llevé en la mochila y la que Juliet me compró.

– Me he tomado la libertad de comprarte ropa – dice Nicol con una sonrisa.

– No tenías porque... – y era así, no sabía cómo iba a devolverle a todo el mundo lo que estaban haciendo por mí.

– Ni te molestes, ya me agradecerás cuando veas lo bien que te queda todo.

Me dejaron tranquila por el resto del día, cosa que agradecí. Me sentía un tanto abrumada por todo lo que estaba pasando y necesitaba algo de paz y soledad.

El domingo pasó como si nada, apenas salí del cuarto y me lo pasé tumbada en la cama escuchando música.

Por mi cabeza pasaban ideas de cómo haría para devolver todo lo que la familia de Scott había hecho por mí y ahora, lo que mi prima me había comprado.

Estaba claro que tenía que buscar un trabajo, pero eso suponía tener que dejar de hacer algo: ser animadora.

No tenía tiempo para todo entre sacarme el último curso, ir a la biblioteca con mis amigos y trabajar. Y de algo estaba segura, por mucho que amara bailar y ser la líder de las animadoras, para mí era más importante mantener mi palabra de ayudar a Jace con los estudios.

Así que la decisión estaba clara, dejaba el equipo.

El lunes no aparecí por el instituto y agradecí que mi tía no me dijera nada al respecto. Incluso el martes esperé a ir solo a mi último entrenamiento. Las pedí que se quedaran cinco minutos para poder hablar.

– ¿Sucede algo? – preguntó Kath.

– Lamentablemente no puedo seguir en el equipo. Han sido años fantásticos, pero debo dejarlo.

– ¿No hay forma de poder convencerte de lo contrario? – preguntó Ada.

– No, lo siento...Esto significa, que es momento de elegir una nueva capitana – sonreí. Lo hice como había hecho cientos de veces durante el último año – ¿alguien se presenta voluntaria?

Tres chicas se postularon, se hizo una votación a mano alzada y la seleccionada fue Beth. Estaba segura de que estarían en buenas manos. Lo que más me dolía era que ya no bailaría junto con Kath y Seline. Ni siquiera las había mencionado mi decisión previamente.

Después de ducharnos Kath y Seline se acercaron.

– ¿Qué ha pasado? ¿Por qué lo dejas? – habla primero Seline.

– Tengo que ponerme a trabajar y no me va a dar tiempo a hacer todo.

– Entiendo...y ¿qué tal en casa de Scott? – dice Kath.

– El domingo me mudé con mi tía y mi prima Nicol.

Alguna vez les había hablado de ella.

– ¿Se han mudado?

– Así es. La casa está a media hora en coche de aquí. No pilla lejos.

– ¿Quieres que te lleve? – se ofreció Kath.

Acepté, ya no me importa que me lleven hasta la puerta de casa.

No había visto a los chicos entrenando hoy en el gimnasio, supuse que el entrenador los había sacado a correr como hacía a veces.

Dejamos primero a Seline y cuando llegamos a mi nueva casa Kath la observa con una sonrisa.

– Me alegro que todo haya mejorado Chanel.

Sonrío.

– ¿Sabes que te quiero verdad? Sé que hemos estado muy distantes desde que empezó el curso y echo de menos que salgamos las tres a tomar nuestro chocolate con churros como hacíamos otros años – la sonrisa se desvanecía y pasó a darme una mirada triste. – No sé cómo no me di cuenta de lo que te estaba pasando, siento que no me lo contaste porque no confías lo suficiente en mí o pensabas que no te iba a apoyar.

– ¿Qué? No, Kath no. Te prometo que no fue cuestión de confianza. Tan solo decidí que era lo mejor, no quise involucrar a más gente. Scott se enteró, sí. Pero le hice prometer que no diría nada – suspiré – ya viste lo que pasó en la cafetería. Todos se quedaron mirando y, ¿crees que no he visto cómo susurran a mi alrededor? ¿Que la página de cotilleos del instituto no está llena de rumores sobre lo que sucede en mi familia? Todo esto es lo que quería evitar y aun así ha pasado. Me arrepiento de no haber sabido gestionarlo mejor y de habéroslo contado. Lo siento.

Kath me miraba con los ojos llorosos y mis lágrimas ya estaban recorriendo mis mejillas hace un rato. Me inclino hacia ella y ambas nos fundimos en un abrazo.

Cuando estuvimos más serenadas me separé.

– Nos vemos mañana en clase Kath – sonreí ligeramente.

– Hasta mañana rubita – contestó ella y sentí que todo volvía a ir bien.

Entro en la casa y subo a mi cuarto dejándome caer en la cama. No había nadie, tenía que ponerme al día aún con ellas, pero siendo sincera tan solo estaba retrasando el momento.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora