Uno

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Choi Soobin 

Se lavó las manos con lentitud, tomando su tiempo para calmarse y poder continuar con todo. Miró el color rojo recorrer su piel hasta manchar el blanco del lavabo. La imagen lo llevó a un recuerdo del pasado lejano y Soobin prefirió ignorarlo y apresurarse a terminar. 

HueningKai estaba afuera esperando con una camisa limpia. 

—Los Jun dicen que no pagarán a menos que hables con ellos—anunció. 

—Dales el último aviso—contestó Soobin mientras abrochaba su camisa y ajustaba la pistolera. 

—¿Por qué no simplemente hablas con ellos y ya?

—Conocen las reglas, Kai, si tanto te preocupa Beomgyu y su familia, entonces paga por ellos—Soobin abrió la puerta de su despacho y se sentó directo en su silla.

—No es por eso.

—No eres un santo y lo sabemos. Nadie hace las cosas porque sí—Soobin miró los papeles llenos de cuentas y señaló a la puerta con su cabeza—. Ve a trabajar.

—Cada día estás más insoportable—murmuró Kai antes de salir y azotar la puerta.

Soobin acarició sus sienes con fastidio; no le gustaba cuando se ponían de misericordiosos y permisivos con gente que no lo merecía. Las cosas se mantenían en pie por seguir las reglas de ese mundo; porque hasta el infierno tiene reglas.

Así se pasó horas trabajando, vio al sol salir y esconderse y las cenizas de los cigarros formaron una montaña cuando comenzó a llover.

Soobin se permitió descansar un momento y escuchar la lluvia, pero lo que inició como algo tranquilo y arrullador terminó en truenos, en el viento rugiendo furioso y la lluvia golpeando con fuerza.

Se puso inquieto, sin poder concentrarse en las cifras y las operaciones que resultaban incorrectas, su mal humor le dio la bienvenida a la media noche. Alguna vez su madre le dijo que las tormentas eran el recordatorio de que existía algo más grande que ellos.

A Soobin no le gustaban las tormentas, tampoco las divinidades.

-

Kai le dio las noticias de la mañana, se veía serio y no le hablaba más que por negocios. Soobin estaba a punto de decirle algo, pero llamaron a la puerta con insistencia y decidió posponerlo, el negocio siempre iba primero. 

De camino a la puerta encendió su cigarro y al abrirla se encontró con una de sus clientes más frecuentes. 

—¿Qué haces aquí?

—Negocios, ¿por qué más? 

Soobin la miró con desconfianza, pero luego la dejó pasar, siempre manteniendo su mano cerca de la pistola. El día era gris.

—¿Recuerdas mi deuda?—le preguntó la mujer. 

—4 de los grandes más 20 de intereses—respondió Soobin sin vacilar—. ¿Cómo piensas pagar?

—Con quien, más bien. 

La mujer salió del despacho, Soobin escuchó órdenes y cadenas arrastrarse. Sacó la pistola de su escondite y la miró, el color negro le recordó la primera vez que usó una; con enojo sacudió la cabeza, ¿por qué estaba recordando todo tan de repente? 

Su clienta estaba de nuevo allí, sonriendo, y Soobin frunció el ceño aun más. Quizá el mundo entero se extinguió cuando miró hacia abajo, y lo único que quedó fueron unas alas blancas, una piel pálida y un cabello de inusual color. No supo cómo, ni cuándo, pero ya estaba agachado al lado de la criatura. 

Las alas se movieron sutilmente y el resto del mundo pareció volver a su alrededor. Soobin pensó que ese par de alas eran capaces de dominar al universo entero, que un movimiento mínimo y tendrían todo y a todos. 

—¿De dónde...?—la pregunta escaló en el aire, vaga e insegura. 

—Mis hombres lo encontraron. ¿Mi deuda está saldada? 

—Por ahora. 

Escuchó un par de palabras más y la puerta cerrarse. El ser se movió, un quejido suave escapó de sus labios y las alas volvieron a moverse, una curiosidad inmensa se apoderó de Soobin y llevó sus manos a la venda que cubría los ojos de la criatura; en cuanto la tocó, la tranquilidad y el misticismo desaparecieron. 

—¡No!—gritó el ángel. Su voz era tan distinta a todo. 

—¿T-tienes un nombre?

El ángel estaba más lejos, sus manos y pies atados estaban encogidos y temblaban. Soobin notó manchas moradas que arruinaban la piel. No obtuvo respuesta y sus manos fueron de nuevo a la venda, quería ver sus ojos. 

—¡Yeonjun! Me llamo Yeonjun. 

Cadere [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora