Tres

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Choi Soobin

Kai creyó que ambos se habían vuelto locos cuando vio a Yeonjun. Un ángel en la tierra.

—¿Qué vas a hacer con él? 

—No puede quedarse aquí, se asustó cuando supo que maté a alguien—respondió Soobin con el cigarro en su boca. 

—Cosa de todos los días—replicó Huening—. Los rumores van a empezar y van a querer quitártelo, a menos que de verdad quieras que eso pase, ve pensando en qué hacer. 

—No sé a qué te refieres. 

—Fingiré que te creo—Kai palmeó su hombro y rio—. Vuelvo en un par de horas. 

Soobin gruñó y se quedó en el marco de la puerta de la habitación donde Yeonjun dormía en un rincón, se veía tan delgado y pálido que le revolvió el estómago.

Unos minutos después le llevó comida sin poder explicárselo a sí mismo. 

—Hey—susurró y lo movió un poco, no obtuvo respuesta—. Oye. ¡Yeonjun!

El ángel se sobresaltó, sus alas se abrieron y golpearon contra la pared, Yeonjun dejó escapar un gemido de dolor y a Soobin el sonido le pareció horrible, le caló hasta los huesos y le sacudió el alma. Decidió que no quería oírlo de nuevo. 

—¿Te dolió mucho?

—No fue nada—respondió Yeonjun—, al menos puedo sentirlas. 

—¿Puedo...?—inició Soobin, indeciso—¿Puedo tocarlas?

—Si quieres. 

Soobin dejó el plato de comida en el suelo y llevó una mano temblorosa a las alas. No pudo comprender del todo lo que sintió; decir que era lo más suave que había tocado era poco para describirlo. El mundo entero pareció desvanecerse cuando las plumas que tocó se volvieron turquesas, Yeonjun se estremeció y Soobin apartó su mano, abrumado y temeroso de haberlo lastimado. 

—Cambiaron... cambiaron de color—dijo. 

—¿Qué?

—¡Las que toqué se pusieron turquesas!

—Eso...eso no puede ser.

Soobin no supo que decir. ¿Qué carajos significaba "no puede ser"?

Alguna vez su madre le habló de los milagros, pero en cuanto lo pensó descartó la idea; no había milagros. 

—Te traje comida. 

—Oh—las manos de Yeonjun sostuvieron el plato, pero sus dedos temblaron al tomar la cuchara y terminó en el suelo. 

—Si te quitas... 

—No—Yeonjun buscó a tientas la cuchara, pero cuando la levantó volvió a caérsele—. Nunca antes había agarrado una de esas. Ni comido.

—¿Nunca?

—Creo que no lo necesitaba. 

Soobin negó antes de limpiar la cuchara, la llenó de comida y se la acercó a Yeonjun con cuidado de no tirarla. 

—Abre. 

El ángel dejó escapar un sonido que Soobin interpretó como satisfacción y no vaciló en darle más comida, porque ese pequeño sonido le hizo saber que estaba bien, al menos por el momento. 

—¿Qué haces aquí?—preguntó cuando terminaron. 

—Me- me expulsaron—dijo luego de suspirar, sus alas decayeron un poco. 

—¿Hiciste algo malo?—preguntó con cierta burla, pero se arrepintió al ver una lágrima vacilante bajar por sus mejillas. 

—Haré—la respuesta quedó entre ellos, un sinónimo de tristeza para el ángel y un interrogante para el humano. 

—¿Harás? ¿Me estás diciendo que no lo has hecho y ya te expulsaron? ¿Qué clase de ángeles son esos?

—Tenemos reglas—replicó Yeonjun, Soobin frunció su ceño—. Él las puso por varias razones. 

—¿Él? ¿Hablas del jefazo que nos ama a todos?—Soobin soltó una risa seca—Si es tan bueno, ¿por qué no te salvó? 

—No creo que sepas mucho. 

—Créeme que sí—respondió Soobin sombrío. 

—Tiene sus razones. 

—Ahora ve y dile eso a los que rogaron día y noche y jamás tuvieron respuesta. 

—¿Tu eres uno de ellos?

La pregunta tomó forma de puñal que se enterró en la memoria de Soobin. No iba a responder a eso, por lo que tomó el plato y se levantó. 

—No te vayas—le dijo Yeonjun—. Yo... no me gusta sentirme solo. 

Soobin se preguntó cómo era que le había tomado confianza tan rápido, pero las alas le recordaron que era un ángel, era seguro que en su naturaleza estuviera ser así: confiado. El pensamiento hizo eco en sí mismo, ¿Cómo podía él estar junto a un ángel? 

—Ven, aquí está incómodo. 

Soobin ayudó a Yeonjun a levantarse y tomó su brazo con cuidado para levantarlo.

—Ni siquiera lo conozco—murmuró Yeonjun entre dientes, su ceño se fruncía levemente y Soobin pensó que podía llegar a ser un pequeño ángel gruñón.

—¿A quién?

—A él.

—¿Qué no vive en el cielo en un enorme trono de nubes con su hijo al lado?—preguntó con sarcasmo.

—No.

—¿Y dónde vive?

—Nadie sabe. Ni siquiera estoy seguro de que sea un él.

—¿Entonces es una ella?

—Tampoco lo creo.

—Me vas a volar la cabeza, alitas.

—No me digas alitas—Yeonjun frunció su ceño—. Para ser un despiadado tienes sentido del humor—murmuró después.

Soobin dejó a Yeonjun en una habitación y al salir se detuvo a pensar.

—Un despiadado—murmuró—. Claro que sí.

Soobin negó con la cabeza y suspiró. Lo único que podía hacer era encontrar una solución o cuidarlo hasta donde sus propias acciones se lo permitieran. ¿Cuánto duraría eso?

Cadere [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora