Capitulo 7.

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Una vez dentro de su habitación, Amelia movió el interruptor de su computadora y se enfurruñó sobre su cama. Echó un vistazo a su habitación, dándose cuenta, por primera vez, que silenciosa y vacía estaba.

Las gruesas alfombras y los sólidos suelos de madera hacían que los sonidos de abajo no se filtraran hasta ella.

-Esto es estúpido -frunció el ceño, volviendo a su escritorio de la computadora y se sentó.

-Tengo trabajo que hacer.

La carpeta que abrió sin embargo, no era una carpeta de trabajo. Era su juego del solitario. Siguió repasando su libreta de citas y observó que Navidad estaba a diecisiete días solamente. Bien, no lastimaría a nadie si echaba un vistazo al Internet por un rato.

Echar una ojeada al sitio de Macy's no dio a Amelia ninguna idea en absoluto sobre conseguir un regalo para su madre. Había visto varios artículos que pensó que a Luisita le gustarían sin embargo.

A un cuarto para las doce, Amelia todavía no tenía ningún presente para los miembros de su familia.

-El regalo que siempre cabe -decidió, haciendo click en la forma de un vale de regalo.

Es problema resuelto, apagó la computadora y trotó al piso de abajo para almorzar con Luisita y mirar a la juez Judy juntas.

Cuando Amelia entró al cuarto de Luisita, se contentó de ver que Silvia estaba terminando.

-Volveré mañana. No se olvide de hacer esos ejercicios que le enseñé. Usted tiene que mantener esos músculos activos tanto como sea posible o eso retardará únicamente su recuperación.

-Lo haré, gracias -la joven mujer contestó.

-Bien -la enfermera dio vuelta a su atención a Amelia, asumiendo correctamente que ella era la que estaba a cargo. -Volveré mañana alrededor de las nueve.

*****

El almuerzo fue sencillo un plato de sopa y emparedados, comieron mientras escuchaban a la enojada juez reprendiendo a alguien por pensar que ella pudiera creerle que había liquidado un préstamo pero solo que no podía encontrar su recibo. Para el momento en que los créditos rodaron, ambas mujeres miraron en sus vacíos platos.

-Natalia puede hacer que cualquier cosa sepa bueno.

-Ella es una cocinera maravillosa -Luisita coincidió. -¿Ha trabajado siempre para ti y tu familia?

-Hasta lo que puedo recordar. Su madre trabajó para nosotros también, pero se retiró poco después de que nací. Natalia ha sido todo desde ama de llaves, niñera, árbitro desde entonces -el alto tono del teléfono la interrumpió. -Probablemente otro telemercadeo -murmuró.

-¿No vas a contestar?

-No. Natalia selecciona las llamadas para mí -como si en señal, Natalia tocó en la puerta. -Ok -Amelia dijo mientras alcanzaba el teléfono. -Amelia Ledesma

-Um... sí, Srta. Ledesma, soy Justo Quintero de First Albany Savings y Trust. ¿Cómo está hoy?

Reconociendo el nombre del Vicepresidente Senior del Banco, la postura de Amelia se agarrotó y empujó su sillón hacía el escritorio.

-Sí, Señor Quintero. ¿Qué puedo hacer por usted hoy?

-Bien... no quería molestarla en casa pero siento que este asunto requiere su inmediata atención -ella no pasó por alto el toque de nerviosismo en su voz. -El señor Ledesma no ha devuelto ninguna de mis llamadas y me temo que a este punto tengo que buscar recursos en alguna parte más.

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