Capítulo 13.

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Marina tenía agarrado a Tyler y John estaba sosteniendo a Ricky mientras los dos chicos se lanzaban insultos el uno al otro.

-Tú hiciste trampa.

-¡No hice!

-¡Si que hiciste!

-¡No hice!

-¡Suficiente! -la voz de Amelia retumbó sobre las ruidosas protestas. -Me da igual quién hizo trampa o de quién era el turno. Si ustedes dos no pueden jugar agradablemente yo voy a apagar eso -la amenaza no había detenido a los dos hermanos de discutir una y otra vez.

-Pero él comenzó esto.

-¡John! -Marina grito.

-Amelia -Luisita se apoyó sobre sus muletas. -Tú madre está en el teléfono -cuando la alta mujer pasaba, le habló en una voz más baja. -Ella parece que ha estado llorando.

Eso hizo a la mujer de cabello oscuro vacilar por un segundo antes de tomar el teléfono. Una madre llorando nunca significa algo bueno.

-¿Mamá? Ma... Mamá... Mamá, para de llorar. No puedo entenderte -silenciosamente indicó para que Luisita llamara a Marina. -Ok, dímelo otra vez, lentamente -la castaña entró en la cocina justo cuando Amelia intentaba unir las piezas que su histérica madre le estaba diciendo. -¿Están seguros? Mamá ok, está bien, tranquila... ¿qué dice él? -se volteó de espaldas a la otra mujer y se apoyó contra la plataforma. -Mamá, escúchame cuidadosamente, ¿dijo seguro que ese es Alfons? -en la mención del nombre de su hermano del corazón, Marina no pudo aguantar mas el silencio.

-¿Pasa algo?

-¿Quién te llamó? -Amelia preguntó cuando alejaba a su amiga. Tenía bastante para intentar entender lo que Devoción estaba diciéndole. -No, Marina está aquí. Pasaremos y te recogeremos, sí mamá, estaremos allí en quince minutos, no. No llames a nadie más. Si necesitan ser llamados, lo haré más tarde. No, no llames un taxi. Estaremos justo a allí. Sí, lo prometo... adiós -presionó el botón de apagado y dejó el teléfono abajo en la barra.

-¿Amelia? -Marina dio un paso adelante. -¿Le pasó algo a Alfons? -no hubo respuesta. -¿Amelia?

-Alfons... -de espaldas a ellas, se agarró del borde de la barra. -Él estaba yendo hacía el este en el carril del oeste de la autopista.

-Oh mi dios -Luisita susurró. Amelia se empujó a si misma para situarse y hacerles frente.

-Luisita, necesito que vigiles a los niños hasta que volvamos. Estoy segura que solo comerán pizzas y jugarán vídeo juegos.

-Por supuesto -la joven mujer contestó. -Cualquier cosa. Ya sabes.

-Traeré nuestras chaquetas – dijo Marina con voz temblorosa.

Salió del cuarto para ir por sus cosas. Luisita cojeó hacía su alta compañera. Por varios segundos, ninguna habló. Finalmente Amelia rompió el silencio.

-No sé que tan tarde lleguemos. Intenta meterlos a la cama a las diez. Hay suficientes habitaciones para que escojan.

-Me ocuparé de eso -Luisita prometió. Levantó su mano y acunó la mejilla de la mujer más mayor. -Te quiero.

Los ojos de Amelia brillaron y sonrió.

-¿Cómo sabes justo qué decir? -tiró de su mano acercándola y la besó en la cabeza. -Te quiero también, Luisita. No mates a los niños ni juegues ningún juego que implique que te amarren, ¿Ok?

-Creo que puedo manejarlos. Tienes cosas más importantes de que preocuparte.

Sintió a Amelia dar un paso atrás y se dio cuenta que Marina había entrado al cuarto.

Amor AccidentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora