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|Se arrepentiría de sus errores|

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Un fuerte estruendo se escucho por toda la habitación. Megumi se había lanzado a la cama con demasiada fuerza. Al menos no se golpeó la cabeza.

Nobara, que permaneció con él después de verlo cruzar la puerta con una expresión lastimera, parecía más preocupada por su bienestar que de costumbre. En anteriores peleas, siempre se burlaba de él y le hacía saber lo imbécil que era, pero esa no era una buena situación.

—Han pasado tres horas—avisó. En realidad eran casi cuatro horas y media—. O dejas de llamarla, o te volverás loco.

"Ya lo estoy" quiso responder, pero el desastroso nudo en su garganta no se lo permitía.

Cómo si Kugisaki ya lo supiera, se acercó hasta él y puso una mano en su hombro. Aunque el gesto no pareciese mucho, era suficiente para ambos.

—Deberías dejar las cosas así por hoy —recomendó. Ninguno se miraba a los ojos—. Ella no quiere verte, y yo tampoco lo querría después de lo que sucedió. Déjala calmarse, cálmate tú también y hablaras con ella sobre eso después. Es lo que dijiste que siempre hacen cuando pelean, ¿No es así?

Megumi asintió. Nobara le ordenó dormir y salió de su habitación, dejándolo solo otra vez. Justo después de eso, escuchó los pasos apresurados de Itadori hacia su habitación, a Kugisaki intentando detenerlo, y ambos yéndose de ahí entre lamentos del menor.

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Pasaron seis días. Seis tortuosos días en los que el pelinegro estuvo pensando, replanteándose cada mínima cosa que le disgustaba de su relación. Obviamente, existían detalles como en cualquier otra, tan mínimos que muchas veces no eran tomados en cuenta, pero esos mismos terminaban haciendo que la relación no cayera en la monotonía, y no eran malos en realidad.

En pocas palabras, no quería que su noviazgo acabase por un estúpido error, aunque si llegara a pasar, se lo merecía.

Así que, decidido, tomo su teléfono y la llamó.

La primera llamada, no contestó. La segunda fue lo mismo. En la tercera pensó que debía ser un mal momento, y si la cuarta no era respondida, entonces dejaría de llamar.

Pero lo hizo.

Dejó de escuchar ese sonido de la llamada, para pasar a un silencio espeso en el que sólo se escuchaban la respiración agitada de ______________. En ese segundo, se dio cuenta que la suya estaba igual.

—Eh... Hola.

—Hola...

—¿Has... Estado bien?

—Supongo —susurro. Su voz ahora era ronca y sin animos—. ¿Que necesitas?

Megumi guardo silencio unos segundos. Pensó sus palabras todos esos días, pero estaba tan nervioso que se le olvidó por completo.

—¿Recuerdas.... La vez en el lago que quedaba cerca de tu casa?

—Si —respondio algo confundida.

—Cuando nos rodearon las ranas y caímos al lago, me cargaste hasta la orilla diciendo que siempre me protegerias —susurro. Miraba el techo intentando disipar sus nervios como fuera.

—Megumi, hey...

—Queria hacer lo mismo que tú —susurro.

Al otro lado de la línea, ______________ miraba por la ventana la ciudad nocturna. Conocía a Megumi desde niño, y tenía una extraña manía de hacer las cosas solo sin dar ningun tipo de explicación. Nunca le gustó ese tipo de actitud, pero tampoco le reprochaba nada siempre y cuando no saliera lastimado.

Fushiguro Megumi [Type of boyfriend]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora