La rosa se marchita

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Al final te acabas acostumbrando al balanceo de las olas, el estómago se te hace de hierro al comer tanto pescado y los mareos son una sensación que eliminas de tu vida.
Pocas veces había estado en un barco, mi familia no solía salir de vacaciones y cuando lo hacíamos siempre íbamos en avión o en tren.

Recuerdo que un amigo de papá trabajaba como ferroviario al sur y siempre nos conseguía descuentos para viajar. Íbamos en primera clase y nos sentíamos gente de alto prestigio.
Las subidas y bajadas de la máquina en las vías es una sensación que nunca olvidaré, sentir cómo el tren subía las colinas a máxima potencia y traspasaba los fríos túneles me llenaba de emoción.

Después de habernos adaptado a tener que vivir en una caja metálica flotante, quedaba adaptar el estómago a comer pescado todos los días. No me gustaba el pescado, pero prefería comerlo a morir de hambre.
Todas las mañanas salían pequeñas barcas a pescar y traían todo lo que sus redes atrapasen.
Una mañana vi a los padres de Chloe subir en uno de los botes como voluntarios de pesca. Pero ya llevaba unos días sin verla a ella. Sus ojos marrones habían dejado una cicatriz en los míos, una cicatriz profunda que aún dolía.

02:56 AM. Una bengala salió disparada de uno de los buques. Inmediatamente, La Rosa de los mares encendió sus motores y se colocó en paralelo. Los militares abordaban el barco del que había salido la bengala y empezaron a ayudar a los pasajeros. Al parecer se había iniciado una revuelta entre la tripulación y había varios heridos.
Todos observábamos sorprendidos lo que estaba pasando, entre nosotros corría el rumor de que las revueltas serían más frecuentes y no tardarían en llegar a nuestro barco.
Cuando lograron controlar la situación, apresaron a los causantes y los trajeron a nuestro barco. Los encerraron en la bodega del barco y les privaron de toda libertad a modo de castigo.

Pasaban los días y todo era monótono, misma rutina, mismas personas, parecía el mismo día en todo momento.  
La rutina diaria consistía en ir a desayunar al comedor, dar un rodeo a la cubierta y volver al camarote. Aunque a veces las rutinas se encontraban obstáculos como alguna pelea, mal tiempo o cambios en el menú.
El menú del desayuno nunca variaba, tres tostadas con jamón y un jugo de naranja.
Pero no todo iba a ser tan simple como sobrevivir en un barco... Los recursos comenzaban a escasear. Las revueltas por hambre eran cada vez más abundantes y la gente comenzaba a robar alimentos y agua. Además, se rumoreaba que estaban planeando un motín, como había pasado con otro de los barcos.

Con los días el menú cambió. Pasó de ser tres tostadas a ser una tostada por persona, esta vez no había jamón y en lugar de jugo de naranja había agua. La situación empezaba a ponerse complicada...
Era de esperar que los recursos se agotasen, llevábamos días varados en medio del océano y no habíamos puesto rumbo a ningún lugar.
El mismo capitán nos reunió y nos echó un sermón diciéndonos las consecuencias UE tendría una revuelta en estos tiempos de hambruna. Por eso mismo, se dispuso a ordenar a los demás barcos fijar una ruta y poner rumbo al este.

Aunque para ello, debía convencer a toda la tripulación de que sobreviviríamos a pesar de la situación. Nos prometió que al llegar a tierra firme conseguiría comida y medicinas para todos.
A pesar de que no todos confiaban en las palabras del capitán, llegamos a un acuerdo y encendimos los motores del barco, poniendo rumbo hacia donde se pone el sol.

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⏰ Última actualización: Apr 16, 2021 ⏰

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