Aquellas luces del océano...

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Era un atardecer precioso, con un cielo rojizo y unas vistas al océano. Estaba con mi hermano mayor Pablo y con mi perro Drakkar caminando al borde de unos grandes acantilados, contemplando las olas que rompían con las altas y grandes rocas.
Mi hermano se tumbó en el fresco césped y me dijo que cerrara los ojos. Al abrirlos ya era de noche y el mar se había calmado, pero tenía una sensación extraña, sentía una presión en el pecho...
Al cabo de unos segundos, Drakkar empezó a ladrar al mar, Pablo y yo miramos sorprendidos y observamos unas luces extrañas a lo lejos, sentíamos curiosidad a la vez que miedo.
Unos minutos más tarde, dejamos de escuchar los ladridos de Drakkar, estuvimos buscándolo pero no aparecía... De repente, mi hermano empezó a caminar al vacío, miró hacia las rocas del mar y ahí estaba... Se había caído por el acantilado, o tal vez algo lo atrajo. Después de ese día, me pasé todos los días de mi infancia yendo al acantilado por las noches a ver si aparecían de nuevo esas extrañas luces, hasta que una mañana de verano, salió en las noticias que unas extrañas luces habían sido avistadas en varios puntos del país. Desde que oí la noticia, fui corriendo a contárselo a mi hermano, pero él pensaba que era pura casualidad.

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