Capítulo 9

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 ── Bueno… parece ser que vuestras amiguitas han escapado. No tienen nada interesante que ofrecerme. Pero vosotros sí, ¿verdad? ── La chica jaló de los pelos de Elliot. Éste hizo un gesto de dolor. Espero que estén en un sitio seguro dónde estos estúpidos no puedan encontrarlos.

── ¿Qué quieres de nosotros? ── El viejete se frotó las manos.

── Queremos esto. ─señaló nuestro alrededor─ Lo queremos para nosotros, para nuestro confort y lo queremos ya. ── No me esperaba menos de un tipo que viene del otro mundo, egocéntrico, prepotente y con ansias de poder, de controlar.

── No te vamos a dar nada porque este lugar no es nuestro. Por lo que tampoco es tuyo. Tenéis que volver, aquí sólo vais a ser un estorbo… Además os aburriríais. No hay nada aquí comparado con vuestro apestoso mundo. ── Le contesté. Intenté parecer seguro, parece que lo conseguí.

── Es verdad, aquí no hay nada. Sólo bosque y más bosque. No obstante, nosotros cambiaremos eso. ── Cruzó sus brazos, orgulloso del plan que rodaba por su cabeza. Aún no había escuchado la voz de su acompañante y cada vez Elliot parecía estar peor.

── Hagamos un trato. ── Le contesté. Hizo un gesto para que prosiguiera.

── Descansamos. Mañana en la cascada, a las nueve de la mañana nos reunimos y hablamos de cómo arreglar esto. Aquí hay familias no la podéis echar… ¿dónde irían? ── El hombre se frotó la barbilla.

── Está bien, trato hecho. Por cierto, nada de armas. ─señaló a mi arco de cazar─ Sólo tú y yo. Toma ─le dio un empujón a Elliot quedando tirado en el suelo─, todo tuyo el muerto. ── Y se fueron.

Suspiré. No tenía ningún plan. Elliot es el que hace los planes, no yo. Estaba muy mal, tenía sangre por muchas partes y estaba muy pálido, demasiado. Pensé en buscar a las chicas… Pero ellas a lo mejor ya estarían en casa. Así que decidí ir allí.

No estaban en casa. Dejé a Elliot en su cama, en la que horas atrás estuvo su chica. Cogí trapos mojados y se los puse en la frente, tenía algo de fiebre. Y fui limpiando cada herida: el labio, el torso, la rodilla… Estaba mal, pero él podría salir de ésta, siempre salía. Sin esperarme su acción, me cogió del brazo, llevándome mi oreja a sus labios y muy bajito me dijo:

── ¿Y Joyce? ── ¿Qué se supone que le debo decir? Él vio como esos capullos le pegaban. Tragué saliva. Negué.

── ¿No sabes dónde está? ── Me preguntó. Tragué saliva antes de responder:

── Emma está con ella. Seguro que están bien. ── Frunció el ceño. No me creyó, bueno yo tampoco me creí.

Gracias a la posición de la luna pude averiguar qué hora era... Más de la medianoche y aún no habían aparecido las chicas. Elliot ya se encontraba mejor, estaba descansando en su habitación. Así que decidí ir en busca de las chicas. Dado que teníamos tregua con esos dos, podía pensar que estaban en un sitio seguro y no muertas como en otra ocasión hubiese pensado. Recorrí el camino que hice con ellas. Reproduciendo cada paso y parón que dimos, hasta que llegué al sitio donde nos encontramos a esos cretinos. Miré hacia Em, les grité que corrieran y se fueron hacia el... oeste. Y hacia esa dirección caminé, con una antorcha en la mano, empecé a buscarlas por recovecos y a gritar sus nombres. Después de unos veinte minutos y descansando en una roca, sentí como dos brazos rodearon mi tronco. Supe que era ella. Sabía cómo era, tuve toda una noche para observarla y deleitarme en su belleza, en su boca medio abierta cuando duerme, en su pelo revoltoso, en esa sonrisa tímida que tanto me gusta... Me alegré, porque la encontré. Bueno, ella me encontró a mí. Me di la vuelta para poder mirarla mejor, estaba llorando. Me partía el corazón cuando la veía así. La rodeé con mis brazos bien fuerte y posé mi nariz en su pelo, necesitaba de ella.

Ante el espejo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora