Capítulo 3 (editado)

647 33 0
                                    

Elliot salió del armario. Su expresión reflejaba compasión, lo había oído todo y yo no paraba de llorar. No podía. Sin embargo, no quería estar sola, no quería pensar. Quería saber qué tenía que decirme este chico y por qué llamaba a Joseph, mi Joseph, Marco.

―Creo que no es un buen momento para darte la tabarra... Te dejo sola. —me limpié las lágrimas y corrí hacia sus brazos. No sabía de donde me salió esa valentía, pero lo necesitaba y en ese momento no había nadie más disponible. Tenía que desviar mi mente hacia otra cosa que no fuera mi padre. No quería pensar demasiado en eso.

—No, Elliot, no me dejes sola por favor. Cuéntame lo que me tenías que contar. —me miró asombrado, no se esperó mi reacción ni mi contestación.

—Emma... Es complicado... —¿complicado? No veía nada complicado después de poner un examen de diez temas, a finales de mayo, con tres mil exámenes más.

—Cuando llegaste vi que estabas muy convencido para contármelo... Y ahora de repente, te cascas... —se quedó observándome.

—¿Me casco? No soy un huevo. Y sí, te lo quiero contar, pero tus padres... —cuando su mirada se fijó en la mía y vio que mis ganas de hablar de mis padres eran nulas, se calló. Sacudió la cabeza y siguió hablando.

—¿Te puedo hacer unas preguntas, Emma? —unas preguntas. Espero que no sean igual de difíciles que las del examen de lengua... .

—Claro... —intenté parecer simpática y amable, pero no lo conseguí. Estaba demasiado triste.

—De acuerdo. —su expresión había cambiado. Ahora estaba serio y daba vueltas de un lado a otro, pensando y evaluando lo que iba a preguntarme. No sabía qué decir, así que esperé a que diera paso a su interrogatorio.

—¿Cuándo conociste a Joseph? —clavó sus ojos en mí, esperando mi respuesta.

—Ermm... Es difícil de explicar... —¿cómo le iba a contar, a un extraño, que traspasé un espejo y que caí en otro mundo y que así estropeé el cuadro de Joseph? ¡Me tomaría por loca!

—Tengo todo el tiempo del mundo. —ahora me miró con una expresión divertida.

—Pues... emm... esto... —poco a poco. Tras una larga hora le conté todo. Esperaba una reacción negativa de él a toda la locura que le conté. Esperaba la misma reacción que Joyce a mis raros sueños, pero no.

—Entonces, ¿traspasaste un espejo y éste te llevó hacia otro... mundo? —no podía leer su expresión, no me imaginaba qué podría pasar por su cabeza... Asentí.

—Y el sitio del cuadro es donde estuviste... ¿cierto?

—Cierto. —quería que terminase este interrogatorio, no quería recordar más nada de ese día. Ahora mismo no.

—Emma... Si en ese espejo ponía no tocar bien grande y hermoso para que hasta un miope a tres mil kilómetros pudiera verlo... ¿Por qué lo tocaste? —mi cabeza no quería funcionar. No tenía ganas de pensar y mucho menos de aceptar la regañina de una persona que no conocía.

—Curiosidad... fue un sueño ¿qué podría haber pasado? —de repente, se levantó nervioso de la silla donde se había sentado.

—No fue un sueño, Emma.

—¿Qué? —era lo único que pudo salir de mi boca. Era verdad que yo no quería aceptar que fuera un sueño, pero tampoco esperaba que nadie viniera a decírmelo, bueno, confirmándomelo más bien.

—Lo que oyes Emma... Mira —se pasó una mano por su corto pelo y suspiró—, te advierto que no puedes volver. No puedes cruzar de nuevo el espejo. Olvida

Ante el espejo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora