Capítulo 1

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Las luces de Las Vegas ya no lo ciegan. Ya no. Está acostumbrado a stripers, los turistas y toda la falsedad de la que prospera esta ciudad. Es parte de su vida allí y la estuvo viviendo durante años.

Harry entra al casino, las luces intermitentes y las camareras cansadas con las sonrisas alegres que no logran captar su atención. Esta ciudad está llena de almas tristes y Harry no quiere convertirse en una de ellas. No es un jugador y no quiere establecer ningún tipo de conexión real allí. Después de todo, en Las Vegas, nada es real.

El jefe sólo lo mira cuando pasa. Él sabe que no debe interponerse en el camino de Harry.

La seguridad le abre la puerta de la trastienda, llevándolo a un pasillo donde hay habitaciones y cuartos de personas que miran las transmisiones de videovigilancia, buscan tramposos y ladrones.

No hace preguntas, no hace nada excepto seguir al guardia de seguridad vestido de negro hasta el ascensor trasero. Ya lo evaluó. Dejarlo caer sería fácil. Un simple golpe en la rodilla débil favorece. Un hombre grande, probablemente solía jugar a la pelota. O tal vez una vieja lesión en el gimnasio. De cualquier manera, Harry lo dejará caer si la mierda se sale de lado.

El ascensor sube y sube hasta que llegan al último piso. No es la suite presidencial de ningún idiota con suficiente dinero que pueda comprar. No, este es el verdadero vértice de la operación del casino varios pisos más abajo.

Le muestran adentro y saca los guantes de su bolsillo, deslizando el cuero negro sobre sus manos con facilidad. Están rotos, gastados; como Harry. Sólo tiene veintisiete, pero siente que los dos últimos años le han envejecido. Trabajar para los hombres malos que dirigen esta ciudad puede hacerle eso a un chico, suponía Harry.

La entrada está cubierta de oro y plata, despejada y pulida. Típico de Las Vegas. Entra a grandes zancadas y se sienta en uno de los sofás blancos, con cuidado de no pegarse a la ventana. Aunque nadie se acercaría sigilosamente a cuarenta pisos.

Una criada que no habla inglés le ofrece una bebida. Lo toma y ella se apresura. Por un momento se preocupa si ha sido víctima de tráfico, pero luego se da cuenta de que no hay forma de que Frankie Robards la haga trabajar al aire libre de esa manera si así fuera. Es despiadado, pero no estúpido. Y más que eso, es un jodido fanfarrón.

Harry se encoge de hombros y toma un sorbo de agua. Frankie sabe que no bebe. Demonios, no hace nada excepto su maldito trabajo. Tiene que pagar facturas que mantienen a Winston viviendo una buena vida, así que seguirá haciéndolo. Se merece un poco de paz, Harry le debe la paz.

—Señor Styles, es un placer verlo de nuevo. —Frankie entra, con una rubia coqueta del brazo.

Se sientan frente a Harry y ella toca su bata.

—Más tarde, Aimée. Tengo negocios. —él la aparta y luego le rodea el hombro con un brazo mientras ella se acomoda.

Harry cree que está aliviada.

Frankie es un cincuentón que se está quedando calvo, tiene mal cabello y dinero ilimitado. Aimée, tiene veinte por como luce a este día, probablemente se sienta afortunada de haber podido aferrarse a un sugar daddy tan joven. No es que Harry juzgue. Después de todo, está ahí para conseguir una asignación para un trabajo sucio.

Un maldito trabajo... un trabajo que requiere guantes.

—¿Quién? —mira la botella de vino en una mesa auxiliar reluciente.

—Directo a los negocios como siempre. —Frankie sonríe, su diente plateado brilla. Harry encoge sus hombros y espera—. Bueno, tengo algo nuevo para ti esta vez. No es trabajo sucio.

Interesante.

—Eso es todo lo que hago —Harry saca la basura de Las Vegas. Los desacuerdos y venganzas en los callejones a menudo se resuelven con la punta de su arma, su puño o su navaja.

—Ya no. Esto es algo especial. Algo que necesito que haga un hombre como tú.

—¿Paga? —pregunta Harry.

—¿Para esto? Tripliquemos tu tarifa habitual.

Mierda. Debe ser una mierda peligrosa y desagradable por esa cantidad de dinero. No puede rechazarlo. Demonios, podría ser una salida. Un gran día de pago y podrá llevar su trasero a la casa de viñedo. Invertir en vides frescas y poner una base sólida bajo los pies de Winston. Y los suyos también.

—Dame los detalles. Dame un nombre y está hecho.

Frankie se aclara la garganta. —Pago muy bien porque no es simple y está hecho, Sr. Styles.

—Conoces mis reglas. —Harry no lastima a los niños. Nunca lo hará, no le importa cuál sea la oferta.

Él niega con la cabeza.

—No, nada de eso. Necesito que protejas un activo. Uno muy especial.

La protección no está en su naturaleza. Es mucho mejor destruyendo. ¿Pero por el triple pago? Que alguien le arroje un escudo.

—Está bien, ¿cuándo empiezo? —se quita los guantes lentamente, un dedo a la vez.

—Ahora —Frankie se pone de pie—. Él está subiendo.

—¿Él? —levanta una ceja.

—Nada menos que la estrella más nueva del Robards Stage. El animador que llevará nuestro casino a la cima. ¡El mejor en el negocio! —Frankie sonríe. Aimée dibuja una gran sonrisa llena de dientes en su rostro.

—¿Un animador? ¿Es eso a quién quieres que proteja?

—No cualquier animador. Él es...

El ascensor del ático suena, Harry se pone de pie y se acerca a él. Ese alguien tiene que ser alguna estrella del pop que va a poner traseros en los asientos y dinero en las arcas del casino. Lavado y desgastado. Pero no le importa. Lo protegerá durante el tiempo que tenga que hacerlo, recibirá su paga y seguirá su camino.

Cuando se abren las puertas del ascensor, instruye sus rasgos. Pero cuando Harry lo ve, sus brillantes ojos azules se encuentran con los verdes del rizado.

Luego el animador se tambalea hacia adelante, la punta de su zapatilla se atasca en la rejilla del ascensor y cae como pato sin gracia hacia el duro suelo de mármol.

obsesión ও larryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora