—Tu maldito nombre completo.
Harry miró a Kenny, que tartamudeó un: —Kenneth Carruthers.
Lo agregó a la lista, luego vigiló a Louis mientras este subía a una pequeña plataforma redonda. La multitud estaba zumbando, listo para verlo actuar.
Por un momento, Harry sintió la necesidad de agarrarlo. Sólo agarrarlo y correr a algún lado, llevándolo como un maldito hombre de las cavernas y esconderlo, hasta que se dé cuenta por sí mismo que no es un muñeco para que otras personas le pongan maquillaje y ropa, para pintarlo como quieran, para ver cada parte de su piel y hacer que baile para ellos.
Pero luego la música comenzó a construirse y el showrunner apareció frente a Louis. Gerald es su nombre. Harry recopiló una lista completa de todos los que trabajan en este show. Su acosador se había metido en la producción de alguna manera, solo tenía que encontrarlo. Era como un juego jodido de "adivina quién o dónde está Wally en este momento". Sin embargo, debía encontrarlo. Ya tenía en mente un buen lugar en el desierto: Sandy, caliente y lejana.
Gerald hizo una cuenta regresiva silenciosa y la plataforma de Louis comenzó a moverse hacia el escenario. Louis le lanzó una mirada, una que Harry no pudo leer, todavía no. Pero si tuviera que adivinar, diría que fue miedo mezclado con alegría. Él era una estrella, después de todo.
Mientras Louis se levantaba, Harry subió las escaleras hasta el nivel del escenario y se quedó escondido fuera del mismo. Louis había aparecido y la multitud se volvió loca. El castaño parecía un malcriado, un pedacito descarado de algo que necesitaba a alguien que le enrojezca el trasero.
Harry rodó los hombros y se recordó a sí mismo que no era el indicado. Este es su trabajo. Necesitaba protegerlo, encontrar al imbécil que lo amenaza, que le paguen y volver a casa.
Louis es magnético, su carisma en las notas altas de su tono de voz perfecto y la forma en que es dueño del escenario. Cuando empezó a bailar, su cuerpo se movía como agua y la boca de Harry se seca. Louis es un dios en el escenario, y no era de extrañar que Frankie lo eligiera cuando tuvo la oportunidad.
El ojiazul era oro.
—No está mal, ¿eh? —Kenny estaba al lado de Harry, con los ojos puestos en Louis. —Él realmente tiene ese algo.
Harry lo evaluó. Tenía ojos brillantes y un gusto particularmente terrible por las camisas hawaianas. Cuando se lengua se lanzó a sus labios mientras miraba a su chico, Harry apretó sus manos en puños.
—Deja de mirarlo —gruñó lo suficientemente fuerte como para ser escuchado por encima de la música.
Kenny se volvió hacia él. —¿Qué? Estoy a cargo de los cambios de vestuario en este lado del escenario. —señaló un perchero con dos conjuntos de plumas.
Harry hizo las matemáticas; Kenny estaba lo suficientemente cerca del camerino de Louis y de otras áreas de su vida como para ser el tipo que buscaba. Y no le gustaba la forma en que miraba al castaño. De hecho, el rizado se da cuenta de que quería convertirlo en una fina niebla rosada por sólo mirarlo con lujuria en los ojos.
—Si no te alejas de mí y mantienes los ojos para ti mismo, te voy a romper el cuello. —no era una amenaza, era un hecho lo que le iba a pasar sino dejaba de mirar boquiabierto a Louis, y la sola idea de que Kenny lo miraba desnudo durante su cambio de atuendo le hacía sacar sus guantes negros del bolsillo.
Kenny retrocedió un paso.
—Pero tengo que...
Harry lo siguió.
Finalmente se da cuenta de que la agitación en su estómago, el miedo primario que está debilitando su vejiga, era porque Harry estaba perfectamente dispuesto a matarlo ahí mismo. Cuando Harry lo golpea, Kenny se dio la vuelta y corrió hacia el área oscura detrás del escenario.
La voz de Louis se aleja de la música cuando él desaparece, y Harry voltea para encontrarlo justo detrás de él.
—¿Dónde está Kenny? —Louis comienza a tirar de su parte superior. —Necesito cambiarme. —el rizado lo agarró y encerró su cuerpo entre la cortina y él—. ¿Qué estás...?
—Nadie llega a ver tu piel. Quise decir lo que dije, Louis. —el mencionado sacó el atuendo más cercano al perchero.
—El otro con las plumas —se desnuda, su cuerpo cálido y húmedo de sudor.
Mierda, las cosas que Harry quería hacerle.
El pecho de Louis estaba ahí, casi rozándolo. Podría robar una lamida, solo una probada, pero no lo haría. No puede.
Louis lo miró, sus mejillas estaban rojas por el esfuerzo o algo más.
—¿Qué? —su voz era más lenta ahora, un poco ronca.
Harry estaba perdiendo la cabeza y acababa de conocer a este chico. Louis sólo era un trabajo. Sin embargo, el amigo de Harry en sus pantalones no estaba escuchando.
—Aquí —envolvió la cosa sin tirantes de plumas alrededor de su cuerpo.
Se giró y estiró la mano para apartar su cabello de la frente. ¿Por qué es ese uno de los movimientos más sexys que podria hacer un hombre? Porque cuando Louis lo hacía, la necesidad empezaba a montar a Harry como un jinete del infierno.
—Es velcro. Lo hace fácil —dice por encima del hombro con sus grandes ojos azules en Harry.
Harry se aseguró que esa cosa no se cayera del cuerpo de Louis mientras cambiaba la música.
Louis se volvió hacia él.
—Gracias. —le dio una sonrisa sensual, luego cambió su rostro en una máscara de felicidad optimista. Por alguna razón, la máscara que usaba hacía que una parte de Harry doliera.
¿Cuánto tiempo estuvo haciendo esto y quién le enseñó a esconderse detrás de una fachada demasiado feliz?
Con una respiración profunda, Louis volvió corriendo al escenario y comenzó nuevamente a cantar letras que tenían a la multitud cantando.
Una estrella. Eso es lo que él es.
Pero las estrellas como él que brillan tan intensamente, lo hacen solas. Harry pudo verlo en sus ojos, en la forma que abrazó a su gato como si fuera su salvavidas.
Por un momento, Harry creyó que tal vez podría ser eso para Louis: un puerto seguro. Y no solo como trabajo.
Entonces algo en la multitud le llamó la atención. No pudo ver el arma, pero alguien a lo largo del pasillo central adoptó una postura familiar. Uno que vio en el ejército, uno que significaba que estaba a punto de apretar el gatillo.
—¡Louis!
Harry corrió hacia él, mientras sonaba el disparo y comenzaban los gritos.