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Yoongi miró a Jimin, este tenía sus ojos cerrados y su piel aún estaba algo pálida.
Gruñó mirándolo fijamente, ¿quién sería él?¿por qué Hoseok dijo eso? Estaba tan confundido y molesto que la idea de matar al chico ahora mismo cruzaba por su cabeza.
—Maldito niño mimado.
Bufó y tiró la lámpara que se encontraba en la mesita de noche, a un lado de la cama. Se sentó en el piso recargado a la cama pasando sus manos por su cara en un acto de frustración mientras por su cabeza trataba de fijar sus pensamientos en cómo haría para matar a los otros.
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Los días seguían pasando, cada uno de estos, el doctor y Hoseok iban a la habitación de Jimin para revisar que todo estuviera bien.
No dejaban entrar a Yoongi pues la habitación estaba protegida por un hechizo que Hoseok había hecho. Un escudo para la protección del menor.
En su piel se podía notar un cambio, recobraba su color y las heridas sanaban cada vez más.
Hoseok entró a la habitación con una pequeña tina con agua de la canilla y un trapo limpio. Se sentó en la orilla de la cama mirando al menor quien aún no había despertado.
—Lo siento... Tal vez no era algo que tú querías pero.. debía hacerlo.
Suspiró comenzando a limpiar su rostro con delicadeza.
—Tuve una visión.. y pude ver algo que tal vez no era lo mejor pero... Era algo que había percibido hace mucho tiempo. Desde que Yoongi te conoció.
Sonrió y miró sus pequeños ojos.
—Solo espero que Yoon no haga una estupidez y termine con su propia vida... Y la tuya.
Mojó el trapo, lo exprimió y siguió limpiando su piel.
—No puedo decir que es exactamente lo que vi, ambos deben descubrirlo yo... Solo lo reforcé.
Soltó una risita y se levantó de la cama.
—Lo único que puedo decir es que te mantengas no muy lejos de él.
