Capítulo 2

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 —¡Pero, ¿qué locura es ésta?! ¿Qué pasa con este mar? ¡Estas olas gigantescas no son normales!

Hipo y Astrid luchaban contra viento y marea para mantener su barco a flote. El Ahtohallan estaba allí, justo frente a ellos, pero no parecía que su pequeña embarcación fuese a aguantar hasta llegar a él.

—¡Aguanta, Hipo! ¡Ya casi hemos llegado!

—¡Lo estoy intentando, pero nada funciona!

—¡¡Cuidado!! —Una ola descomunal volcó el barco haciéndoles caer en aquellas aguas extremadamente bravas.

—¡¡¡Astrid!!! —gritó Hipo mientras intentaba desesperadamente llegar hasta ella.

Ola tras ola, lo dio todo, pero nadar no servía de nada; sólo pudo ver con impotencia y sin aliento cómo ambos eran arrastrados hacia el fondo del mar. Todo comenzaba a volverse oscuro y los dos estaban ya comenzando a aceptar que todo estaba perdido cuando un gran colador de hielo emergió de las aguas bajo sus cuerpos y se elevó en el aire dejando caer todo el agua que les estaba ahogando unos segundos atrás. Entre grandes bocanadas de aire y toses, pudieron ver cómo Elsa, desde la orilla del Ahtohallan, dirigía aquella pieza de hielo por el aire hacia tierra firme.

En el momento en que llegaron al helado suelo, Elsa corrió hacia ellos mientras ellos se analizaban mutuamente con un poco de desesperación.

—¡¿Estáis bien?! ¡¿En qué estabais pensando?! ¡¿A quién se le ocurre navegar por el Mar Oscuro con eso?! —dijo Elsa enfurecida mientras señalaba los restos de su pequeño barco que flotaban mar adentro—. ¡Este lugar es muy peligroso!

—Lo siento Elsa. No te enfades, anda. Sólo estábamos...

Astrid intentó explicarse, pero el quinto espíritu interrumpió con sorpresa.

—Espera, ¿Astrid? ¿Hipo?

—Me alegro de volver a verte, Elsa —le dijo Hipo con una sonrisa.

De repente, Elsa rompió a llorar y les abrazó fuertemente.

—¿Por qué estáis aquí? ¿Ha pasado algo?

—Bueno... igual te lo podemos contar mientras entramos en calor en torno a una hoguera, ¿puede ser? —dijo Hipo tiritando del frío que le provocaba el gélido aire del Norte sobre la ropa mojada.

—¡Ah! ¡Por supuesto! ¡Tenéis que estar congelados!

Elsa estaba a punto de correr a hacer una hoguera cuando paró en seco. Cuatro años habían pasado desde que se despidieron con la promesa de volverse a ver; cuatro largos años.

—Estoy... estoy muy contenta por nuestro reencuentro —dijo finalmente sin aclarar a quién se lo decía pero mirando fijamente a los ojos de Astrid.

—Yo también estoy encantada de verte —contestó Astrid con una dulce sonrisa—. Y, Elsa, gracias por salvarnos hace un momento.

Elsa asintió y echó a correr para conseguir leña mientras Hipo se rascaba la nuca sintiéndose ligeramente incómodo.

—De algún modo, el sentimiento ha cambiado... —pensó Elsa en voz alta y se sonrió con un tipo nuevo de paz en su interior.

El rollo vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora