Capítulo 3

36 6 0
                                    


 —Entonces, ¿habéis venido al Ahtohallan para saber dónde está tu madre, Hipo?

—Sip —confirmó él—. Una magnífica y tardía idea, ¿verdad?

—Más vale tarde que nunca —dijo Elsa alegre al ver cómo sus amigos por fin iban entrando en calor—. Está bien, pues, ¿qué os parece sí vamos dentro y le preguntamos?

—¡Vaya! ¡Te veo muy segura! ¡La última vez fue tremendamente complicado! —exclamó Astrid impresionada por la actitud de su amiga.

Elsa se levantó y fue derecha hacia la entrada del glaciar.

—Hace cuatro años de aquello y he estado viniendo a menudo desde entonces. Incluso, creo que le entiendo mejor y... que él me entiende a mí también.

—¿Qué? ¿El Ahtohallan te entiende? —dijo Astrid boquiabierta.

—Eso creo, sí... —contestó Elsa algo avergonzada.

—¿Crees que él... ello... él... tiene conciencia? ¿Está vivo? —preguntó Hipo fascinado.

—Estoy segura de ello. Y permíteme decirte que tiene un sentido del humor muy peculiar.

—¡Ja! ¡Quién lo habría dicho! —dijo Astrid divertida.

Los tres caminaron a través de los pasadizos helados mientras el frío se iba dejando sentir más y más hasta que llegaron a la sala se los recuerdos.

—Este lugar es impresionante... —murmuró Hipo asombrado mientras miraba el techo.

—Ya te lo dije —le dijo Astrid disfrutando de aquella increíble vista de nuevo.

—Sólo no vayáis más allá de esta sala u os ahogaréis —les advirtió Elsa sintiendo un escalofrío causado por sus vívidos recuerdos.

—¿Ahogarnos? —preguntó él claramente preocupado.

—Da igual. Simplemente no vayáis. Y ahora, ¡vamos a ello! Necesitamos un punto de partida. Ahtohallan —dijo Elsa dirigiéndose al glaciar, —¿podrías, por favor, mostrarnos algún recuerdo del último día en que Hipo vio a su madre?

En ese momento, una impresionante luz mezcla de verdes y rosas brilló por todas partes y la imagen de algo similar a una persona tumbada comenzó a mostrarse volviéndose cada vez más nítida hasta dejar ver claramente a un desnudo Hipo yaciendo sobre una desnuda Astrid, ambos sumidos en un coordinado baile de gemidos, besos y apasionadas miradas.

—¡Ey, ey, ey! ¡¡No queremos ver eso!! —gritó Hipo tremendamente avergonzado.

—¡Mierda! ¡Otra vez no! —gritó también Elsa cubriendo sus ojos y girándose.

—¡¿Otra vez?! —gritó esta vez Astrid.

—¡No! ¡No es lo que pensáis! No me malinterpretéis, yo sólo... ¡Ahhh! —protestó Elsa. —¡No puedo pensar con esos ruidos! ¡Por favor, Ahtohallan, quítalo!

—¡Espera! —se apresuró a decir Astrid.

—Espera, ¿qué? —exclamaron los otros dos a la vez.

—M'Lady, tengo que admitir que quedo bastante menos patético de lo que me imaginaba, pero...

—¡No es eso, idiota! Y por supuesto que no eres patético. ¿Qué clase de gustos crees que tengo? Yo he elegido a todo este puro vikingo patas de pollo, ¿verdad? —dijo ella señalándole de arriba a abajo con una sonrisilla maliciosa.

—Tenía que sacar lo de las piernas... —refunfuñó él poniendo los brazos en jarra.

—¡Chicos! ¿Qué tal si dejáis esa charla para otro momento? Por favor —casi imploró Elsa con los ojos aún cerrados y tapando sus oídos.

El rollo vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora