Capítulo 5

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 —¡Yuuuuujuuuuuuu! ¡Esto es lo más emocionante que he hecho jamás! —vociferó Ahtohallan.

—Deberías probar a volar sobre un dragón. ¡¡Eso sí que es emocionante!! —le aseguró Hipo.

—Dibiríis pribir i vilir sibri in driguín... —dijo Ahtohallan haciéndole la burla—. Yo he volado, luchado y vivido en veintisiete años más que tú en unos cuantos cientos —continuó con la infantil imitación de Hipo.

—Vaya, lo siento —dijo Hipo arrepintiéndose de sus palabras—. No pretendía...

—Tranquilo, vikingo. ¡Sólo te estaba tomando el pelo! No es tu culpa que yo haya vivido toda mi vida como un enorme pedazo de hielo. —Hipo sonrió de vuelta sintiéndose mejor por sí mismo pero igualmente mal por Hallan. —No sufras, voy a vivir a partir de ahora —le tranquilizó ella mientras trepaba a la copa de un árbol.

—Entonces, ¿eres humana ahora? —preguntó Astrid viendo cómo saltaba desde una rama hasta el suelo.

—Pues... no exactamente. Hasta ahora era un espíritu, el espíritu de los recuerdos para ser más precisos, y mi existencia estaba ligada al glaciar. Sin embargo, he renunciado a la eternidad en este mundo a cambio de vivir la vida. Así que, ahora soy una mezcla entre espíritu y humano. Igual que Elsa. Mi alma es la misma y mis poderes también, pero ahora mi existencia en este mundo está limitada por un cuerpo humano.

Un denso silencio invadió la atmósfera mientras simplemente se dedicaban a preparar una hoguera en torno a la que dormir.

—¿Y no te arrepentirás? —dijo Elsa rompiendo por fin el silencio.

—¿Quién sabe? Pero seguro que me arrepentiré si no lo intento.

—Buena suerte, entonces —le alentó frotándole suavemente el brazo.

—Cuento contigo para ello —contestó Ahtohallan guiñándole el ojo justo antes de acurrucarse cerca del fuego dispuesta a descansar por primera vez.

Viendo el panorama, Astrid e Hipo se abrazaron y trataron de dormir también, y Elsa apoyó su espalda en una roca y observó a sus compañeros hasta que ella misma cayó dormida sumida en una cálida sensación.

...

El alba ya rayaba el firmamento cuando Elsa abrió perezosamente los ojos. Frente a ella estaban sus amigos, perfectamente entrelazados y profundamente dormidos a los pies de los restos de la ya extinta hoguera. Y, a su lado, aquella misteriosa muchacha. "Hallan, ¿eh?". Todavía permanecía dormida, por lo que Elsa se tomó su tiempo para observarla en detalle. Su larga y brillante melena, llena de pequeñas chispas de luz, parecía realmente suave y, a la vez, era incapaz de definir de qué color se trataba. Aquella mágica mezcla de verdes, azules y rosas hacía que recordase a la mismísima aurora. Su piel era suave e impecable, y sus ojos, aún viéndolos cerrados, podía recordarlos con todo detalle: su color nadaba entre el gris y el blanco como el glaciar en sí mismo; albergaban el brillo y la ilusión de la mirada de un niño y, a su vez, eran dulces y serenos. Imposibles de olvidar.

Elsa sacudió la cabeza, se levantó y se adentró en lo profundo del bosque.

—Hora de preparar el desayuno.

Cuando los tres dormilones se despertaron, la comida ya estaba lista y los restos de la hoguera habían sido debidamente recogidos.

—¿Has dormido al menos? —le preguntó Hipo a Elsa mientras estiraba su espalda y frotaba sus ojos.

—Lo suficiente —dijo ella asintiendo.

—¿Voy a comer? —dijo Ahtohallan sin asimilarlo del todo—. ¡Voy a comer! ¡No me lo creo!

—¿Puedes? —le preguntó Astrid desperezándose también.

—¡Claro que puedo! Tengo un cuerpo, ¿no?

—Está bien, pues vamos a comer. Tenemos un viaje que hacer —les apremió Elsa.

—¡¡¡Sí!!!! —Exclamó Ahtohallan levantándose de un salto.

En unos pocos minutos habían devorado todo el desayuno y, para el mediodía, ya habían hecho su camino a través del bosque hasta llegar al fiordo.

—Y ahora, ¿qué? —preguntó Astrid confiando en que Elsa tuviese un plan.

Elsa cerró los ojos y el espíritu del agua salió del agua y la reverenció. Ella le devolvió la reverencia y creó una refinada barca de hielo con la capacidad justa para ellos cuatro.

—¿Podrías llevarnos a Arendelle, por favor?

El caballo saltó al agua de nuevo y todos subieron a la barca sin saber muy bien qué iba a pasar después. Una vez se hubieron acomodado, una amplia ola los elevó y arrastró a gran velocidad a través del fiordo. Los alaridos de "¡¡¡¡¡Qué pasada!!!!!", "¡¡Esto es alucinante!!" o "¡¡¡Yuujuuuuu!!!" se pudieron oír por todo el bosque.

Para cuando se quisieron dar cuenta, estaban ya a los pies del castillo y, en unos minutos más, se encontraban de pie frente a las puertas abiertas.

El rollo vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora