Capítulo 10

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 Al día siguiente todos subieron a bordo del gran navío arendelliano somnolientos pero cargando con ellos un enorme espíritu de lucha. Sin embargo, pronto cayeron en la cuenta de lo lentos que son los viajes en barco y pusieron su espíritu de lucha a dormir dejando, en su lugar, a un grupo de amigos disfrutando de un día de vacaciones.

Elsa de disculpó por no haberles pedido ayuda al espíritu del agua o a Galerna para acelerar el viaje, pero, pese a la frustración que les producía a los vikingos el saber que con la ayuda de sus dragones habrían llegado en unas cuantas horas, todos estuvieron de acuerdo en que no era una buena idea exponer de nuevo a los espíritus del bosque a los poderes del espíritu de la debilidad. Así pues, el viaje transcurrió entre risas, historietas, siestas, festines, juegos y más risas.

Finalmente, para la tarde del día siguiente, echaron el ancla.

—Creo que debería ser por aquí cerca —dijo Hipo analizando su mapa.

—Y ahora, ¿qué? —preguntó Elsa—. ¿Simplemente vamos a quedarnos aquí esperando a que se digne a dar la cara?

—¿Qué otra cosa podemos hacer? —replicó Astrid algo molesta por la idea de la espera.

—¡Eh, tú! ¡Saco de tentáculos! ¡¡Saca tu trasero de ahí y ven a por nosotros!! —vociferó Anna asomándose por uno de los lados de su recién estrenado clíper.

—O podemos hacer eso —rio Valka ante las ocurrencias de la reina de Arendelle.

—Anna, en serio, ¿crees que eso va a servir de algo? —le preguntó con algo de vergüenza ajena Elsa a su motivadísima hermana.

—No veo por qué no —contestó Anna girándose hacia ellos.

De pronto, tras Anna, un gigantesco tentáculo emergió de las aguas y se erigió amenazante.

—¡Anna! ¡Cuidado!

Astrid placó a Anna retirándola del punto hacia el que se dirigía el tentáculo justo antes de que éste golpease en el barco.

—¡Ya eres mío!

Elsa congeló el tentáculo dejándolo pegado a la cubierta del barco. En ese momento, las aguas comenzaron a revolverse haciendo que el barco se balancease y la cabeza del monstruoso pulpo asomó por encima de la barandilla hasta que sus ojos tuvieron margen para visualizar bien todo el panorama.

"Pero, ¿qué...?", pensó el espíritu de la debilidad. "¿Estos tipos otra vez? Incluso la mujer de la última vez..."

Rápidamente abandonó el cuerpo del pulpo, que quedó confuso, y probó suerte. Ahora que había logrado salir de aquel maldito frasco, no iba a rendirse fácilmente.

"Sola. Es como siempre has estado y como siempre estarás. Lo sabes, ¿verdad?"

Ése fue el último pensamiento que Elsa pudo escuchar con claridad. Entonces, con dos enormes lagrimones recorriendo sus mejillas, perdió el control sobre su cuerpo.

—¡Wow! ¡Nunca pensé que sería tan fácil! —exclamó el espíritu a través de la boca de Elsa.

—¿Qué? ¿Crees que hemos acabado con él?

Anna se acercó a ella extrañada del entusiasmo que mostraba. La experiencia le decía que aquello no era suficiente para acabar con aquel persistente espíritu.

—Ten cuidado, Anna —advirtió Hallan frunciendo el ceño—. No es Elsa.

Kristoff cogió a Anna de la mano y la alejó lentamente de su hermana.

—Ey, ¿quién eres tú? —dijo el espíritu dirigiéndose a Hallan—. ¡Tú eres nueva!

—¿No me reconoces, espíritu de la debilidad? —contestó Hallan en posición de guardia—. Yo sé perfectamente quién eres tú.

El rollo vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora