EPÍLOGO

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Las llaves hicieron un sonido metálico cuando chocaron con el picaporte para que luego se abriera la puerta y dos figuras pasaran por ella

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Las llaves hicieron un sonido metálico cuando chocaron con el picaporte para que luego se abriera la puerta y dos figuras pasaran por ella. Leon sostenía un gran bolso en su mano mientras abría la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido. Luego estaba Either, quien sostenía un pequeño bulto entre sus brazos.

La pequeña Mía apenas contaba con un par de días nacida. Era tan pequeñita y tierna, aunque ninguno de los dos iba a negar que durante los primeros meses no seria muy bonita que digamos. Ya saben, nadie es lindo cuando acaba de nacer. Sin embargo, para ellos, Mía era la cosa más linda existente sobre la tierra. Los tenia cautivados, completamente embobados por el solo hecho de existir.

El rubio dejó el bolso sobre el suelo, mientras se volvía a cerrar la puerta principal con cuidado. La bebé estaba profundamente dormida, pero sabían que ante el más mínimo ruido despertaría y no pararía de llorar. Todo iba bien, ningún sonido brusco yacía presente en el apartamento, hasta que en un movimiento nervioso el agente tropezó con el bolso sobre el suelo y cayó al piso, presionando el botón que estaba allí tirado y encendiendo la TV, creando una serie de sonidos francamente insoportables.

La bebé no demoró mucho en despertar de un sobresalto y comenzar a llorar. Either quería reírse a carcajadas limpias por la idiotez de su pareja, pero se mantuvo serena y le lanzó una mirada fulminante. El rubio soltó un bufido ante su torpeza y se incorporó rápidamente para apagar la TV y volver al silencio cómodo y tranquilo.

Either rodó los ojos y soltó una risa sin poder evitarlo, colocando la pelada cabecita de su bebé en su cuello mientras palpaba su espalda y se mecía de un lado a otro.

Bienvenida a tu hogar, Mía Kennedy.




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La pareja observaba con ojos llenos de amor a la pequeña criaturita descansando sobre la comodidad de la cuna de color blanco y tonos verdosos. Ya había pasado un largo mes desde que su lindo retoño llegó al hogar Kennedy-Moon, el mes más complicado y bello de toda su vida. Aún no se acostumbraban a la vida como padres, aún así lo estaban bastante bien.

Mía era difícil de tratar. Siempre necesitaba la atención de alguno de sus dos progenitores, gracias a que, desde que nació, Leon no se apartaba de ella ni por un segundo. Había pedido unas semanas de vacaciones en su trabajo para poder consentir a su niña.

-deberiamos irnos a dormir y dejarla en paz por unas horas- dijo ella, abrazándose al brazo de su novio.

-tu ve, yo me quedo por si comienza a llorar- dijo él, con su mirada celeste fija en la bebé. Either bufó, amaba a su pequeña pero sentía que la estaban malcriando demasiado, sin darle la oportunidad de que se acostumbre a estar sola por, al menos, unos minutos.

-Leon, por favor, ella estará bien- murmuró la joven en su oído, erizando la piel del hombre. Él quiso mantenerse fuerte, aún cuando la simple voz de la castaña era su perdición. Al no obtener respuesta por parte de su amado, decidió tomar las correas del asunto y encargarse de llevarlo a la cama a su manera.

Pequeños besos fueron depositados en la nuca del rubio mientras que una de sus mano se colaba por debajo de su camiseta, acariciando su fornido abdomen. Su otra mano tomaba algunos mechones rubios, proporcionando cosquillas a su cabeza.

-lo necesito, Agente Kennedy- aquel susurro con voz aterciopelada hizo que todo colapsara en el organismo del hombre.

Un bulto se hizo presente en los pantalones de chándal del agente, evidenciando el éxtasis que le producía el simple toque de Either. Se sostenía del barandal de la cuna mientras tragaba saliva, no entendía porque estaba resistiéndose pero a ambos parecía gustarle aquello. No duró mucho antes de girarse y prácticamente devorar los labios de la chica, haciéndola soltar un jadeo que fue amortiguado por los labios de él.

La tomó entre sus brazos con cuidado, haciendo que ella enrede su cadera con sus piernas. Sus besos siguieron hasta que ambos se hallaban en la cama, completamente desnudos, atrapados por el placer que las caricias y boca del otro le daba.

Ambos gimieron como nunca antes cuando sus cuerpos se unieron una vez más, aquella sensación que tanto habían extrañado. Las embestidas eran suaves en el centro adolorido de la muchacha, los dos peleaban por llegar al tan ansiado orgasmo. Se acariciaron y besaron a su antojo, explorando cada parte de ellos, lamiendo cada centímetro de piel y encendiendo cada rincón apagado. Un simple roce creaba increíbles sensaciones en su interior, era simplemente increíble el poder que tenían sobre el otro.

Poco después se hallaban recostados, cubiertos con la ligera tela de la sábana Blanca. Either, recostada sobre el pecho de Leon, trazaba círculos imaginarios sobre el pecho de él, mientras que Kennedy besaba su cabello, disfrutando del aroma a vainilla que éste desprendía.

No tenían palabras luego de tan fogoso encuentro. Habían gastado todas sus energías y no se arrepentian de aquello. Disfrutaron cada segundo, como siempre. Era imposible negar lo felices que eran juntos, lo completos y llenos que se sentían en compañía del opuesto. Habían creado una familia hermosa, le habían dado vida a su hermosa Mía, quien ahora era la protagonista de su día a día. Sin dudas, después de tanto dolor y estrés, consiguieron ganar.

Porque a pesar de ser tan diferentes entre ellos, lograban complementarse a su manera y eso era algo único.

Justo cuando estaban por dormirse, completamente satisfechos y felices, un llanto agudo resonó entre las paredes del apartamento. Sin evitarlo ambos soltaron un bufido, exhaustos luego de tanta movida. Leon decidió ir por su niña, separándose de su amada y colocándose rápidamente sus pantalones.

-la traeré- anunció, besando su frente por última vez antes de desaparecer por los pasillos del hogar. Either suspiró con cansancio y se colocó con rapidez el pijama. Pronto, el llanto más calmado se oyó cerca de ella, obligándola a voltear para encontrarse con la escena más tierna y linda que había visto jamás.

Leon sostenía a Mía contra su pecho desnudo, meciéndose de un lado a otro mientras le cantaba una corta canción entre susurros. La bebé no tardó en calmarse y dormirse nuevamente, sin querer apartarse de la calidez que su padre le brindaba.

Le recostó sobre la cama, entre medio de ambos. Either acarició su barriga con dulzura, observando fijamente cada rasgo de su tierna carita. La nariz respingada, los labios redondos y sus ojos celestes, ahora cerrados, eran la clara prueba de que Mía era hija de Leon. El ex oficial se mantenía entretenido viendo como su índice era sostenido por la pequeña mano de la bebé.

-es hermosa- susurró ella, embelesada. Leon la observó, sus ojos brillando en amor puro y ternura. Era feliz, algo impensado después de sobrevivir a Raccon City y hundirse en el alcohol. Ahora estaba allí, junto a su pequeña familia y no podía sentirse mejor.

-y es nuestra..- respondió, acariciando la mejilla de su querida Either -..te amo, Either Moon- la mujer levantó la mirada para verlo, igual de feliz que su amado. Se acercó para besarlo por última vez, antes de apagar la luz de la lámpara junto a la cama y disponerse a dormir.

-yo lo amo más, agente Kennedy-

❝𝗨𝗡𝗞𝗡𝗢𝗪𝗡❞  LEON S. KENNEDY ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora