"Dama de compañía."

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La boda había pasado y oficialmente era la señora Jennie Blossom, no me gustaba demasiado el hecho de tener que despojarme de mi apellido paterno para adoptar el apellido de mi nuevo esposo pero según las leyes así debía de ser.

La boda había salido a la perfección, todo el cronograma había sido llevado al pie de la letra y la boda había acabado a las 10:00 de la noche como se había planeado.

El resultado: mi familia y los Blossom estaban más que contentos.

Por otro lado, estar oficialmente casada me hacía sentir... Extraña. Debería de sentirme feliz como mi familia y llena de gozo pero en realidad me sentía perdida, decepcionada y un poco triste. Me sentía confundida y no sabía el porque, el vestido estaba precioso, la comida super rica, nuestras familias estaban más que unidas y Joseph había sido tan dulce, caballeroso y amable conmigo, de cierta manera me sentía culpable por no compartir su felicidad y por no poder mostrarme genuina ante el.

Simplemente, me sentía fuera de lugar.

Tal vez solo era la falta de tiempo compartido junto a el, ya que lo veía muy poco por la casa pues siempre estaba ocupado en su despacho con asuntos de su trabajo, los pocos momentos que compartiamos juntos era a la hora del té, el desayuno o las comidas. La casa era hermosa, eso no lo podía negar, era una enorme y hermosa mansión pero su magnitud me hacía sentir pequeña y sola.

Era un sentimiento realmente sombrío puesto que no podía externar mi sentir a nadie.

La señora Blossom se había retirado una vez que la boda terminó, mis padres habían vuelto a casa, y yo me encontraba más sola que nunca. Alessia se mantenía ocupada en muchas cosas, por lo que el tiempo que pasábamos era muy corto y Lisa, ella siempre se mantenía ocupada fuera de casa, por algún motivo siempre la mandaban a realizar trabajos forzados. Quería detener eso, estaba decidida a hablar con Joseph para que mandarán a Lisa a realizar trabajos más tranquilos, trabajos que no involucraran el salir mucho de la mansión o tener que cortar madera a plena luz del sol.

Hace un par de días Alessia me había contado de las múltiples lastimadas que tenía Lisa alrededor de su cuerpo por los trabajos que hacia, la pobre Alessia se veía tan afligida que me hizo prometerle que hablaría con mi esposo para pedirle que cambiarán las tareas de Lisa, de cierta forma el hacer esto me beneficiaria pues la tendría más tiempo en la casa, pero al mismo tiempo me ponía ansiosa la idea de encontrarme con Lisa más veces, había saciado un poco la curiosidad que tenía sobre ella aquel dia que estuvimos en mi habitación, pero no lo suficiente como para quedarme tranquila.

Esa noche apenas habíamos hablado, ella solo se limitaba a asentir o a negar según la pregunta que yo le hiciera, limitando así mis preguntas y mi curiosidad. Hasta el momento sabía que Lisa entendía a la perfección todo lo que le decía pero no era capaz de hablar, por lo menos no más que oraciones que no se limitarán a monosílabos.

Aquella noche, más que hablar con ella me había limitado a observarla. Era increíble lo magnífico que era la capacidad del ojo humano, había tenido la oportunidad de mirar alguna que otra película en años pasados pero nada se comparaba con la maravillosa manera en que se observaba y percibía el mundo a través del ojo. Y agradecía de todo corazón aquella capacidad brindada por Dios, me parecía fascinante el poder apreciar a todo color y detalle a la persona frente a mi, sus facciones, sus colores y gestos, cada pequeño detalle en su persona era tan... Atractivo, llamativo y deslumbrante.

"Deslumbrante."

Quizá esa era la palabra que definía a Lisa, era una joven sencillamente deslumbrante, digna de admirar por horas y horas como si fuera la pintura más maravillosa de la colección, la última obra más transcendental del siglo.

DONCELLA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora