CAPÍTULO 4

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Elsa estacionó su escarabajo rojo cereza a un costado de la casa y, antes de apagar el motor y poner un pie fuera, echó un vistazo al reloj. Había llegado cuarenta minutos más tarde de lo habitual después de haber trabajado todo el día en Sunrise Press, una de las editoriales más prestigiosas de California. Trabajaba allí desde hacía casi tres años y nunca dejaría de agradecerle a Bella Beaumont haberle dado la oportunidad de sumarse a su equipo. Bella era su jefa y, además, una amiga que no había dudado ni un segundo en emplearla cuando se presentó en su oficina temerosa y casi segura de recibir un «no» como respuesta.

Elsa había sido sincera con ella desde el principio; le contó lo que  le había sucedido un año antes: su secuestro y su posterior amnesia. Bella decidió darle la oportunidad, sin importarle su pasado ni el hecho de no haber podido terminar la carrera y graduarse en la universidad. Las palabras de su jefa le quedaron grabadas en la mente desde aquél día.

«No necesitas un diploma; sé lo que vales y lo que puedes hacer.»
Aquella entrevista había sido la primera cosa  buena desde el día  de su reaparición tras su cautiverio de tres meses. Había entrado en la editorial y se había ganado el respeto y la confianza de todos. Dos años más  tarde, y con el apoyo de Bella, de Mérida y de su hermano John, había podido completar lo que le quedaba de la carrera de Diseño Gráfico hasta finalmente graduarse, incluso con honores. Había sido una época difícil, trabajaba durante el día y estudiaba por las noches en su casa para presentarse, una vez por mes, a hacer los exámenes. Podría haber asistido  a la universidad y haber ido a clases nocturnas, pero prefirió no hacerlo. Regresar de noche al mismo sitio en donde había sido secuestrada era una situación que solo la habría traumatizado aun más.

Dejó escapar un suspiro, tomo su bolso de cordero y color borgoña y la enorme carpeta de cartón en donde guardaba sus diseños, y se bajó del automóvil. Subió los tres escalones que daban a la cocina y se detuvo antes de entrar. Observó la cesta de mimbre a un lado de la puerta. Estaba habituada a que Olaf estuviera allí cada vez que ella regresaba a casa, pero estaba vacía y, su juguete preferido, un aro de plumas multicolor, continuaba allí desde el día anterior. Seguramente, estaría dentro de la casa, durmiendo sobre su sillón favorito y correría hacia ella apenas la viera para restregarse contra sus piernas y recibir una caricia afectuosa en la cabeza.

La cocina estaba vacía cuando entró; dejó el bolso y la carpeta sobre una mesita junto a la puerta.

—¡Mérida! ¿Estás en casa? —Se sirvió un vaso de agua fría. Su amiga bajó los escalones corriendo.

—¡Ya has llegado! —exclamó y entró en la cocina.

Elsa apoyó el vaso en la mesa.

—¿Sucede algo? —Había una expresión extraña en el rostro de su amiga que no le gustaba nada.

Mérida no respondió y lanzó una mirada al vaso que segundos antes.

Elsa había dejado en la mesa.

—Mérida, te conozco y sé que quieres decirme algo; desde esta mañana, he notado que estás un poco nerviosa. —Frunció el ceño—.¿Acaso ha regresado el policía nuevamente?

Mérida negó con la cabeza.

—¿Entonces, qué es? —La actitud de su amiga comenzaba a asustarle.

—Se trata de Olaf. —Sus palabras salieron de sus labios rápidamente como si así la noticia causara menos impacto.

—¿Qué sucede con él? —Elsa sintió pánico.

—Esta mañana, cuando vino el detective guapo, salió disparado y no ha vuelto desde entonces.

Elsa pasó por su lado sin siquiera mirarla. Buscó a su gato, de manera frenética, por todos los rincones de la casa, en sus  lugares favoritos, pero no había señales de él. Mérida se unió  a  su búsqueda, aunque sabía que sería inútil; ella misma lo había buscado varias veces durante el día sin obtener resultados. Bajaron al sótano y después salieron al patio. Uno de sus vecinos les dijo que lo había visto por la parte trasera de la vivienda esa mañana temprano, pero cuando había vuelto a mirar, el gato ya no estaba allí.

Nomeolvides (Adaptación JELSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora