CAPÍTULO 25

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—¿Dónde estabas? —Jackson apartó los ojos de la pantalla de su portátil y miró a su compañera mientras colgaba la cartuchera con su pistola reglamentaria en el perchero.

Astrid notó cierto tono displicente en su voz.

—Primero dime qué te sucede y luego te cuento las buenas nuevas — le dijo al acercarse a su escritorio.

Jackson se recostó contra la silla y estiró ambos brazos por encima de la cabeza. Respiró hondo aunque nada le quitaba la sensación de inquietud que lo embargaba desde que había llegado a la jefatura esa mañana.

—No lo sé. Ni siquiera puedo explicarlo. —Frunció el ceño—. Estoy intranquilo, ya sabes, como si algo estuviera a punto de suceder. Algo que no entiendo y que, tal vez, se me está escapando de las manos.

—Yo he sentido a veces lo mismo y, créeme, dejarse llevar por las corazonadas o como quieras llamarlo no suele conducir a nada. Somos policías, Jackson, y nuestro trabajo se remite a sospechas, pruebas y conclusiones definitivas; no podemos guiarnos por los presentimientos.

—Estoy de acuerdo contigo, pero me gustaría saber por qué me siento tan intranquilo.

—Quizá lo que acabo de descubrir te tranquilice un poco —le dijo con una sonrisa enigmática instalada en su rostro.

—Te escucho. —Se incorporó en su silla.

—Acabo de regresar de las instalaciones de Sanidad Animal en las afueras de la ciudad.

Jackson enarcó las cejas.

—¿Qué has ido a hacer allí?

—Tenía que seguir una corazonada.

—¡Pero me acabas de decir que no debemos dejarnos llevar por esas cosas!

—Lo sé, pero también te he dicho que a veces las he tenido y tenía que intentarlo. No podía quedarme con la duda.

—¿Y?

—No me ha fallado.

—Explícate.

—¿Recuerdas que Periwinkle Evans tenía un perro?

—Sí, tú misma me informaste de que se lo habían llevado los de Sanidad Animal. ¿Todavía lo tienen allí? Pensaba que ya se lo habían entregado a la familia de la víctima.

—Todavía no. No hasta que no se agote la investigación sobre el animal. No deja de ser una pista. Repasemos, así te explicaré mi corazonada. Cuando los primeros policías llegaron a la escena del crimen, el perro no estaba; apareció luego. —Hizo una pausa—. Según la familia de Periwinkle Evans, su perro nunca se despegaba de ella; si salía a la calle, era porque ella lo sacaba.

—¿Adónde quieres llegar? —Se estaba impacientando.

—El perro debió de haberse escapado mientras el asesino estaba con ella.

—Es probable, pero a menos que nuestro amigo de cuatro patas sepa hablar, no entiendo en qué nos ayuda eso.

—Después de lo que le sucedió a Pongo, me puse a pensar. El asesino le inyectó ketamina para dejarlo inconsciente.

Jackson asintió, seguía tan perdido como al principio de aquella conversación.

—Es muy posible que haya intentado lo mismo con el perro de Periwinkle Evans; supongo que no podría hacer su trabajo tranquilo si tenía a su perro encima. —Pero el perro se escapó antes de que pudiera anestesiarlo.

—Correcto. Pero seguro que lo intentó, y aquí viene lo interesante.

Jackson acercó la oreja.

—Cuando llamé a los de Sanidad Animal me dijeron que el perro aún tenía su collar y su chapa de identificación con él. Era precisamente lo que quería escuchar —añadió mientras sonreía.

Nomeolvides (Adaptación JELSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora