CAPÍTULO 10

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Entró a su oficina y, por primera vez, se alegró de que su compañera no estuviera allí. No estaba con ánimo de soportar sus sermones de nuevo. Se quitó la chaqueta y encendió su portátil. Debía ponerse a revisar el caso una vez más y ver si no había pasado por alto alguna cosa.

La puerta se abrió y Astrid entró caminando enérgicamente. Pasó por su escritorio sin dirigirle la mirada y se sentó detrás del suyo. La observó de reojo mientras buscaba un bolígrafo en el portalápiz de cerámica que decoraba su mesa desde el primer día que había llegado desde Fremont.
Seguía molesta y no lo adivinó solo por no haberlo saludado al llegar, sino porque reconocía la expresión en su rostro cuando algo le disgustaba. Sus ojos celestes se tornaban un poco más oscuros y la comisura de sus labios adquiría cierta rigidez. Le habría gustado darle un espejo para que se viera en aquel instante. Poco quedaba de la sensual detective Astrid Hofferson.

Aquello no podía continuar así: él, concentrado en la pantalla, y ella, fingiendo que leía unos informes importantes.

—Hace más de diez minutos que lees el mismo papel —comentó él sin mirarla.

Astrid no le dijo nada, solo dio vueltas a las hojas y fingió seguir leyendo.

—Parecemos dos chiquillos, Hofferson. —Despegó los ojos de la pantalla del portátil y la observó—. No podemos comportarnos como tales. Hablemos.

Ella le devolvió la mirada, pero seguía tan fría como antes.

—Si quieres hablar del caso, adelante. No suelo mezclar los asuntos personales con el trabajo —enfatizó, con una sonrisa irónica.

—Yo tampoco lo hago —replicó y se recostó en su silla—. Elsa es la principal testigo que tenemos, lo único que he hecho es ofrecerle protección. Ambos sabemos que su vida corre peligro.

—Lo sé perfectamente, Frost. Pero sigo creyendo que llevarla a vivir contigo no es lo más sensato. —Se cruzó de brazos por encima del escritorio y lo miró directamente a los ojos—. ¿Sabes lo que sucedería si nuestros superiores se enteran? Te quitarían el caso. ¡Estás arriesgando todo por una simple necesidad básica que tus pantalones no pueden contener! —No había querido decir aquello, pero alguien tenía que hacerle entrar en razón.

—Nunca antes me habías hablado de esa manera, Hofferson.

—Nunca antes habías sido tan inconsciente. Puedes quedar fuera del caso —le recordó.

—No hay por qué alarmar a todo el mundo, nadie tiene por qué enterarse —comentó con tranquilidad. No quería perder los estribos, menos, cuando estaba a punto de vencer la resistencia de su compañera.

—¿Pretendes, además, que me convierta en tu cómplice y que arriesgue mi propio trabajo? —No podía creer que él le estuviera pidiendo aquello. ¿Hasta dónde llegaba su obsesión por aquella mujer?

Jackson se levantó de su silla y se acercó a ella.

  —Solo te pido que me comprendas y que, por una vez, olvides el protocolo. —Se sentó sobre el escritorio de su compañera—. Sabes que te necesito.

Astrid agachó la mirada y suspiró resignada.

—Está bien, no voy a decir nada. —Levantó la mano antes de que él hablara—. Pero debes prometerme una cosa primero.

No le gustaba hacer promesas sin saber primero en qué consistían.

—¿De qué se trata? —preguntó mientras fruncía el ceño.

—No te involucres sentimentalmente con Elsa Arendelle. — Apoyó su mano en la de él—. Eso solo te llevaría a cometer errores. No lo arruines, Jack, no vale la pena.

Nomeolvides (Adaptación JELSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora