Epílogo. Happy Ever After

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«El final siempre sorprende, aunque esté escrito desde el principio.»

- Anónimo.
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Cualquiera que visitara Corona en su actualidad, dudaría de la veracidad de las leyendas de la dama azul y la princesa perdida. Era un Reino próspero, con una calidez acogedora por parte de sus habitantes. El sentimiento de pertenencia era una chispa que se encendía en los corazones de los turistas cuando, durante las tardes, la plaza principal se llenaba de bellas flores y postres de los más deliciosos sabores.

Aun así, existía un lugar al que se podía escapar de tan mimoso ambiente, escondido en el bosque. Una cabaña añeja y sucia en el exterior, que resguardaba de los tesoros humanos más diversos.

Era el lugar preferido de Rapunzel para escaparse de sus deberes y, esa tarde peculiar, había huido un rato de lo agobiante que era el castillo para despejar su mente.

La puerta se abre despacio, captando la atención de los rudos comensales. Dos figuras familiares asoman la cabeza y el silencio es opacado por ligeros susurros. Cassandra hace una mueca y luego bromea.

—¿Qué? —exclama para atraer las miradas hacia ella—, ¿nadie va a saludar a la Reina?

Las carcajadas no se hacen esperar y los tarros de cerveza se aporrean sobre la caoba y se levantan al aire. Rápidamente, la castaña es envuelta en abrazos de sus amigos y la alegría acompaña su rostro, junto con una sonrisa de satisfacción de la pelinegra.

—¡Hey, por aquí! —Lance agita su brazo desde un rincón en el local.

Después de un rato, unos ojos verdosos le dan una señal a cierta mujer de coleta para sacarla de los zalameros sujetos y ella, con la agilidad que es costumbre, tira del brazo y consigue liberarla.

Cass avanza con rapidez, bordeando las mesas y sujetando con fuerza la suave mano de su pareja para no soltarla.

—Ahí están mis chicas preferidas. —alardea el moreno, chasqueando la boca y apuntándolas con ambos dedos—. Siéntense, las invito a un trago.

La pelinegra recorre un par de troncos y ambas toman asiento frente a los hombres que charlaban.

—El peinado te queda bien, Cass. —admite Eugene, bebiendo un sorbo de líquido.

—Viniendo de ti, Fitzherbert, lo tomaré como un cumplido. —sonríe—. Aunque el crédito lo tiene Raps.

La castaña estuvo a punto de articular palabra, hasta que algo terminó justo en el centro de la mesa. El sujeto de barba blanca y estatura pequeña saltó para recostarse en el medio del lugar que compartían los amigos.

—¡Oh, su Majestad! —hipó, con el olor a alcohol escapándose en su aliento— y chica sexy que antes tenía el cabello azul.

Cassandra no contuvo la risa y Raps se perdió en la belleza de la espontaneidad del sonido.

Lance bufó y se apresuró a inclinar la tabla de madera, ocasionando que Pequeñín se deslizara hasta el suelo.

—Así que la chica sexy que antes tenía el cabello azul. —bromeó el castaño, molestando a la mujer.

La relación tan extraña de Eugene y Cassandra era divertida, eran tan opuestos y parecidos a la vez, que podría ser un poco confuso y aterrador.

—Dejemos que Rapunzel decida. —respondió el robusto—. Su Alteza, ¿qué corte prefiere?

—El negro, sin lugar a dudas. —asintió, volteando para observar el perfil que esta mañana cuidadosamente había peinado, por primera vez, después de que Cassandra lo hiciera con sus veintiséis metros de cabello antes—. Pero admito que el azul si era sexy. —se sonrojó y apartó la mirada.

Redención | Cassunzel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora