Capítulo 2. Dolor

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«¿Qué fui yo para ti? Dímelo, quítame la duda, lastímame, pero no te marches así nada más.»

- Anónimo
~

"Un inusual acontecimiento se estaba convirtiendo en una tentadora costumbre, desde aquella primera vez que la princesa abrió la escultural puerta de su habitación un día de luna.

La noche ya no era joven y el insomnio se había apoderado de sus párpados, obligándola a juguetear con las almohadas de seda en busca de una posición más plácida para volver a intentar dormir. Así que no pudo evitar sobresaltarse cuando a altas horas de la madrugada alguien la llamó desde afuera. Por instinto, buscó entre sus pertenencias hasta hallar su siempre confiable utensilio de cocina y arma.

Caminó a paso lento y, con toda la precaución que pudo adquirir, deslizó sus manos por la madera de caoba. Su rostro palideció al observar a la personalidad del otro lado, pero todavía más cuando su mente vagó entre cuál era la posibilidad de que esto fuera un sueño.

—¿Cass? —inquirió dudosa. Después nada.

Una boca hambrienta se lanzó a reclamar sus tiernos labios. La princesa estaba asombrada por la no sutil intromisión, aunque no disgustada. La fuerza de la acción la hizo retroceder y soltar un débil gemido entre besos, causando que la sartén se resbalara sobre su camisón hasta parar en silencio sobre el suelo.

Cassandra se encargó de colocar el seguro luego de cerrar la puerta y acomodar con maestría a su presa de espaldas en la pared. Rapunzel se sonrojó ante esa acción.

—¿Qué haces? —balbuceó con debilidad, sintiendo como unas manos traviesas se escabullían a través de su delgada prenda y unos labios marcaban un delicioso ritmo en su cuello.

—Si quieres que me detenga, solo dilo. —contestó la pelinegra.

La respuesta que llegó en un susurro golpeándole el lóbulo de la oreja, fue tan excitante, que no le molestó negar con la cabeza y dejarse consumir por las sensaciones mientras pequeños sonidos de deleite se le escapaban por la boca. Entregándose al deseo, pronto sus manos buscaron su lugar en el cuerpo de la otra mujer."

—Tierra a Rapunzel. —acentuaba por quinta vez el ex ladrón— ¿Estás ahí?

—¡Eugene! —gritó al despertarse y se cubrió con el grueso edredón llena de vergüenza. Miró su ventana y se encontró con el sol brillante en lo más alto del cielo— ¿Qué hora es?

El de ojos cafés alzó una ceja y se cruzó de brazos, observando divertido a la rubia.

—Te lo diré —respondió—, si me cuentas sobre qué iba ese increíble sueño tuyo.

La cara de Rapunzel pasó entre todos los rojos posibles mientras recordaba la juguetona memoria que su mente había recuperado.

—No te incumbe. —sentenció.

El castaño soltó una carcajada al mirar a la chica con las mejillas ardiendo. «Debió ser algo realmente bueno», pensó.

—Como sea —cambió el tema de conversación—, ya es bastante tarde y no creo que la princesa deba estar en la cama.

Rapunzel rodó los ojos con fastidio y volvió a cubrirse bajo sus sábanas. Aún tenía fresco el recuerdo del farol azul y sus emociones vagaban en una montaña rusa sin fin; si acaso se topaba con alguna situación estresante en su camino, podría estallar en cualquier dirección. En su desgracia, ese detonante había llegado por su voluntad para enfrentarse a ella.

Redención | Cassunzel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora