Él cree que alguna vez entendió cómo me sentía, que era capaz de percibir mi alegría o mi dolor. En su consciencia se clavaron mis frases engañosas. Él imagina que mi pensamiento siempre fue suyo. Y está bien así, porque yo también creí y el cielo lo sabe. Pero en las madrugadas el drama surgía en sueños, mostrándome falsedades vencidas por tu nombre, por tu voz. Ojalá en lugar de desaparecer me hubieras odiado, por qué no me trataste con el desdén con el que desechaste a las demás mujeres que dijiste amar… Hubiera sido un poco más fácil. En cambio en silencio te fuiste, regalándome tu colección de recuerdos, abandonando a las sombras que creamos juntos. Las mismas que se volvieron en mi contra, ¡que no me dejan en paz!
Él tiene fe en algo que no existe, yo también tuve esa fe. De mis fragmentos formé un nuevo cielo de estrellas muertas. Acabadas por ti. Lamento la incoherencia de hablar de alguien que no lee.
Me hostigan tardes frías que inventan más historias sobre nosotros. Lo que sucede ahora es aún más grande que la realidad que compartiste conmigo. Una realidad que nos alcanzó para una sola página de mil anhelos. Tengo que terminar el libro, debo llenar cada hoja. Por aquello que ya no es.
Te necesito, fuera de adornos y hierba. Te quiero de vuelta y no sé qué más puedo hacer. Sé que la sensatez volverá a gritarme de relojes, de los días, del olvido y de un amor que me espera. Un amor que no quiero.
Nunca fui tanto como lo soy al escribir sobre ti. Y no sé cuando acabaré el libro.