Quiero encontrarte pero no sé ni por dónde empezar. Cuando creo encontrarte en alguien, cuando parece que apareces en la sonrisa de un hombre... al tiempo noto el espejismo un poco roto; no eres tú. Y me digo: aún no. Te busco entre la desquiciada red, llego a creer que unas palabras me enamoran, que un sentimiento en común me unirán para siempre a su lado. Pero se repite la historia y ellos no son tú. Caballero invisible trazado para alguien como yo ¿acaso existes?
Tal vez solo te encuentre en mi imaginación, desdibujado o lleno de colores, en los nombres que varían. Un día te llamas Nicolás Cohen y al siguiente eres Roland Deschain. Te transformas en Romeo Montesco o en el poeta imaginario que me ama en secreto, Ben Hanscom. Vives en la imaginación de mis autores favoritos ¿por qué no escapas conmigo? Existes y no existes.
Tú puedes entender lo que expreso, eres capaz de alejar los días de ansiedad, me curas sin píldoras, no tienes que decir nada porque nuestras miradas gritan. Estoy cansada de esperarte, no puedo seguir buscándote en falsos caballeros, ellos que presumen una portada encantadora y que por dentro están consumidos. Me canso de necesitarte, porque estoy a punto de renunciar, a punto de caer en el amor mediocre que todos los demás aceptan. Aquel amor barato de cien fotografías, mil peleas, engaños e hipocresía en línea. O me transformo en el ser solitario que se burla del afecto, el quejoso que solo vive del vacío. El que no tiene la capacidad de sentir nada.
Tengo miedo de repetir la historia de toda mi familia, de mantenerme encerrada en el letargo, la depresión real. Tengo miedo de perderte, de cruzarme contigo y no saber que eres tú, de equivocarme, de alejarte. Quizá estás demasiado lejos, quizá no coincidiremos jamás.
Existen otros mundos aparte de este.
¿Y si tú no estás aquí?