Otra vez sobre nosotros, se me acaban las ideas para adornar esta agridulce obsesión. Del deseo por el pasado. Sé que la historia terminó, que la felicidad de mi personaje nunca fue real, que tus sentimientos solo bastaron para la tinta y el papel. Los besos en la utopía, las caricias, la planificación de mi tragicomedia. No puedo dejar de pensar en ti, aunque mi cerebro ruegue descanso, aunque tus imágenes destruyan; siempre estás aquí, viéndome teclear, aún no sé si te burlas de mí, o solo te avergüenzas de mis estúpidos recuerdos. Lo que fue nada en ti, hoy lastima. Como nunca.
Quiero dejarte, con los días siento que las cosas no cambian. Cuando me atrevo a ser fuerte, se oculta el sol, revelándome tu rostro en la ventana, tu respiración en mi cuello, tu fantasma maravilloso que me hace sonreír amargamente. Tu nombre que en mis labios sabe a poesía. Solo puedo cerrar los ojos y pronunciarte a cada minuto, en suspiros callados, en un desamor secreto. Porque aún no saben todavía a quien quisiste en cobardía, y quien te amó en ingenuidad. Tal vez es la razón, estoy atrapada en lo que nunca pudiste decir.
A qué espero para desechar tu recuerdo, a qué espero para odiarte un poco. Jamás tus intenciones fueron cómo las mías, no tuve la dicha de gritarle al mundo que por primera vez en mi vida me sentía feliz, que sentía que podía controlar mi caos, mi desastre, mi eterna inseguridad. Mi odio por lo que veía en el espejo diariamente.
No. Lo cierto es que no te importaba. Temiendo ser herido acabaste hiriéndome. Yo sé lo que eras, y sé lo que hasta ahora finges ser. Te reconozco en todas mis cartas, siempre has sido mi engaño favorito. Pero cuando me veo a mí no puedo encontrar más que vacío.
¿Serás excusa, serás el suplicio, serás mi catarsis?