La muerte está detrás de mí, no me atrevo a voltear para confirmarlo pero la siento. Me acosa aprovechándose de mi soledad en este bosque colosal que oculta fantasmas y sombras. El bosque burlón protege sus horrores pero a mí me abandona.
Procuro no correr para no provocar más a la muerte, me gana la inseguridad. El aire frío congela mis labios, mi piel palidece, mi cabello despeinado se deja cubrir por el brillo de una luna gris. Una guitarra llora melodías dramáticas. Siento en carne viva el desazón de una decepción. Tú me enviaste aquí, me has matado, y aún así sigues dañándome.
Por un momento la muerte se aleja regalándome un atisbo de alivio. Frente mío se lanza una luz que ciega. Me arrodillo sintiendo la humedad del suelo. Me dejo arrastrar por una fantasía que mezcla monstruos con imágenes de ti. Tus ojos profundos mares que en instantes se oscurecen. Tus labios divinos haciéndose arena. Tu cuerpo volviéndose piedra.
Quiero dejar de necesitarte para enfrentarlo todo y escapar de aquí.