Capítulo 3

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Verónica estaba caminando hacía el puesto de la CEUF en esa ciudad central del distrito Bajo. Con suerte la buscarían por el código marcado que tenía detrás de su oreja derecha, de ser así podría contactar con sus superiores para que los evacuen.

—CUIDADO, PEDAZO DE ESCREMENTO —le gritó un hombre con el doble de su tamaño. Una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo, ese hombre podría acabar con ella en cualquier momento.

—Lo... lo siento —dijo temblorosa.

El hombre solo la miró mal y siguió su camino. ¿Desde cuándo era tan sumisa? Parecía un gatito asustado y odiaba sentirse así, ella era un tigre a punto de cazar a su presa, fue una de las cazadoras más reconocidas del distrito Medio. Cierto, tú misma lo has pensado, eras se dijo a sí misma mientras se colocaba la capucha de la capa que improvisó con una manta robada.

El pensamiento la hizo sentir mal, robar no estaba bien, era el esfuerzo de otros, pero necesitaba cubrir su rostro de los agentes de la resistencia que en ocasiones patrullaban la ciudad.

—Necesito salir de aquí —dijo suspirando. Miró una vez más el centro de aquella ciudad, la desidia reinaba en aquel lugar. Caminos de barro, casas y construcciones en decadencia, encimados, sin ningún respeto por el espacio.

Alejó el pesimismo y los pensamientos que negativos que llegaban a ella. Tenía que agradecer que encontraron a ese hombre con su establo para caballos y puercos. Allí pudieron pasar la noche al menos. Sus hombres habían conseguido trabajos horribles y denigrantes para cualquier ser humano, pero al menos les dieron un trozo de pan y algo de carne pasada, o eso les dijeron.

Ella había encontrado entre toda esa muchedumbre unos arbustos verdes, los cuales tenían unos frutos que jamás había visto. Eran tan grandes como un melocotón y sabía un poco más dulce que uno, siendo de color rojizo como una manzana. En su momento recogió todos los que pudo y los llevó a sus hombres, al menos no perdería a alguien por hambre.

Cuando volvió a por más, el arbusto estaba seco. Pasó lo mismo que con el árbol, se acercó y le agradeció.

Después de caminar por lo que fueron horas, llegó a la central de la CEUF. Si bien, en comparación al resto de los edificios, este estaba en buenas condiciones, pero no dejaba de verse viejo y descuidado.

Suspiró aliviada, aquello empezaba a traerle esperanza y un poco de su seguridad, podía respirar el aire de su hogar. Avanzó con emoción y velocidad, cuando entró al lugar había pocas personas, dos guardias y las ventanillas de atención al público.

—Buenos, días. Mi nombre es Verónica D'diego, pertenezco a la CEUF en el distrito Norte del sector Medio.

El hombre la miró con burla y despotismo.

—¿Número de identificación? —Preguntó con una sonrisa sarcástica en su boca.

Se sorprendió por el trato, pero no dejó que lo viera, asintió.

—NM10834822 —dijo rápidamente.

El hombre buscó en su computadora y entornó a los pocos segundos, sus ojos a ella.

—No hay registro, deja de inventar números de identificación —dijo serio. —No puedo creer que las personas de este distrito sean tan estúpidas e imbéciles —le comentó riendo a su compañero, quien correspondió la broma con otra.

El enojo la embargó, siendo como antes, aplastaría su cabeza con su tacón, estos pobres empleados de segunda no eran nadie en comparación a ella. El tic en su ojo empezó a despertar.

Colonizadores: RetrospecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora