Capítulo 6

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Donatella caminaba por el centro de la ciudad con una capa cubriéndole toda la cabeza y la cara. Necesitaba encontrar a alguien cercano al sacerdote para poder acercarse a la comunidad donde estaban Sean y el resto de buscados.

El día estaba fresco, a pesar de la llegada del verano, el clima se mantenía bastante cálido y seco, lo que la ponía a pensar en la última vez que estuvo en esta asquerosa pocilga. Todo era distinto, la resistencia no estaba infectada de topos de la CEUF, existía una verdadera oposición y la situación política en el sector Alto se encontraba en un delicado punto de quiebre.

—Hey tú —le dijo a un anciano que vendía una especie de pescado seco bañado de sal, que desprendía un olor terrible. —Necesito una iglesia, ¿dónde puedo encontrar una?

El anciano alzó las cejas en un gesto de incredulidad. Donatella bufó y blanqueó los ojos, saco una de las pistolas que llevaba en la cadera y se la puso entre ambas cejas.

—Creo que no he sido lo suficientemente clara —dijo sonriente. —Me dirás la ubicación de la iglesia más cercana o te volaré los sesos.

El anciano empezó a sudar en frío.

—Hey —una fuerte mano fue colocada en su hombro derecho y por inercia tomó la inmensa mano y con una llave la torció, rompiéndola. —AHHHH.

Miró al hombre que se encontraba de rodillas gritando mientras la veía, de rodillas no era tan grande y malote, su fea cara cuadrada y sus labios gigantescos le revolvieron el estómago, provocándole acidez estomacal.

Lo apuntó con el arma a él.

—Anciano, me estás cansando. Tienes 3 segundos o le disparo en la cabeza.

—Eh... espera... espera —dijo batiendo las manos de manera nerviosa. Su descuidada barba y la tierra que se le acumulaba en el cuello se sacudió dándole quizá el mejor baño en días. —Hay una bajando por esta calle. La central, es grande, la verás frente a la Plaza de las Armas.

Donatella sonrió con hipocresía y rodeando al grandote empezó a caminar bajo la atenta mirada de todos en el pequeño mercado. Entonces sintió como alguien intentaba quitarle una pequeña bolsa con coins que llevaba en la cadera. Como acción rápida tomó uno de sus diminutos cuchillos de la pierna y en dos movimientos se lo clavó a un niño en su mano.

—AHHH —gritó horrorizado tumbándose contra su espalda en el piso.

Donatella lo miró y sonrió nuevamente, agachándose.

—Si quieres ser ladrón, debes ser más rápido —le dijo acomodándole el cabello, luego se irguió mirando a los alrededores, como todos comentaban y algunos intentaban acercarse para ayudar al niño, pero el miedo podía con ellos. —ESTO VA PARA TODAS LAS RATAS QUE SE OCULTAN —gritó alzando un pequeño control remoto.

Lo apretó y el gritó de dolor del pequeño se hizo escuchar muy fuerte, junto a las convulsiones violentas que lo golpeaban una y otra vez contra el suelo.

Detuvo la corriente de energía y miró como el chico se tambaleaba. Se agachó nuevamente y le sacó el pequeño objeto punzante.

—Hey, ya basta —gritó un hombre acercándose con un cuchillo.

Varios se envalentonaron y se acercaron con armas improvisadas. En menos de un minuto los tenía a todos encima. Usando su agilidad y delgada figura dejó que todos se golpearan entre ellos, uso las manos y piernas de unos para golpear a otros y les atinó con sus dagas, a las arterías principales del cuerpo, asesinándolos rápidamente.

Colonizadores: RetrospecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora