Capítulo 4

8 4 0
                                    

Verónica veía como sus hombres la miraban desilusionados, con los hombros decaídos y sus ganas en cero. Les había contado como no iban a poder salir de allí, lo que ocurrió en el puesto de control con los guardias y su aventura con el escaneo del código de seguridad que al igual que ella, todos tenían.

Les ocultó su conversación con Amara y todo lo que la mujer le contó, sobre todo. Su cabeza daba vueltas y quería vomitar lo que no tenía en el estómago. Toda la sociedad que existió en un pasado no vivía como ellos, las personas que estaban a la cabeza de la CEUF no eran los benevolentes precursores de un futuro esplendido y perfecto.

—Señorita Verónica, ¿Qué haremos ahora? —preguntó uno, Fred.

La mujer se obligó a calmarse, ellos no tenían esas voces que la calmaban, solo la tenían a ella.

—Por el momento, mantendrán los trabajos que tienen, necesito encontrar una manera de volver sin que todos se enteren —ordenó la mujer mirándolo a la cara.

—ESTÁ LOCA —la voz de su segundo al mando, Luca, se alzó haciéndola estremecer, —TODOS QUEREMOS VOLVER CON NUESTRAS FAMILIAS.

Verónica dio un largo respiro y se levantó.

—Entiendo que tengan todo este cumulo de cosas revolviéndose en su interior. Pero no es un asunto debatible, en el momento que me tuvieron y escanearon mi código, querían apresarme. Yo soy cazadora, ustedes son solo simples soldados rasos.

—ME NIEGO —volvió a gritarle.

—LUCA —gritó Mathias, su mano derecha y comandante de escuadrón, para seguramente reprenderle.

—NO. ME VOY A IR SOLO Y NINGUNO ME DETENDRÁ.

Agachó la cabeza con frustración, no era la misma mujer que antes, cuando infundía carácter. En el momento en el que Luca caminó alejándose de ellos, las voces retumbaron en su cabeza.

<Perdido... desobediente... alejar... muerte...>

Levantó la cabeza, alerta, —Lu...

No acabó, el hombre cayó al suelo de rodillas y antes de que se girara a verlos, ya era polvo que se llevaba el viento.

Todos miraron impresionados la escena, en silencio, sin decir nada. Luego, poco a poco, empezó a sentir todas las miradas sobre ella.

—To... todos, a... a trabajar —dijo como pudo.

En silencio y sin chistar, todos sus hombres hicieron lo que dijo.

—¿Qué fue eso? —Preguntó Mathias a su lado.

—No tengo la más mínima idea —dijo mirando en dirección hacia donde había estado su subordinado.

—Iré a trabajar —comentó el hombre.

Al verse sola, su estómago rugió, no supo si era por el hambre o los nervios del momento. Se levantó y empezó a caminar hacía la casa que quedaba a un lado del establo donde dormían todos.

Tocó la puerta y allí se encontraba una chica baja, de cabello castaño, Anna era su nombre. La criada del hombre que los contrataba y daba techo, contaba con una sonrisa muy bonita y amable, y al igual que ellos, vivía con el hombre, aunque ella, con el resto de criados, lo hacían dentro de la casa.

—Anna —llamó en tono bajo.

La chica se giró y le sonrió.

—Hola Verónica, ¿tienes hambre? —Preguntó tomando un bowl y empezando a amasar algo.

Colonizadores: RetrospecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora